Canta Xoel López en una de sus canciones de su grupo Deluxe que "vivir es aprender a ver en la oscuridad", y algo así es lo que sentimos los miembros del equipo de trabajo de un tenista cuando éste se lesiona. En un deporte individual, en el que se compite prácticamente sin tregua desde enero hasta noviembre, donde la mayor parte de los ingresos de los tenistas dependen de las ganancias de la competición, y donde hay determinadas fechas (los Grand Slam) marcadas en rojo en el calendario, una lesión supone siempre un gran contratiempo.
Si además ese tenista es Rafa Nadal, si hablamos de una lesión crónica, y si la situación se agrava a dos semanas de Roland Garros, el contratiempo es aún mayor. Es ya por todos conocido que sufre una lesión degenerativa en su pie izquierdo (enfermedad de Muller-Weiss) que, como casi todas las lesiones degenerativas, se ha comportado de forma anárquica y poco previsible a lo largo de su carrera deportiva.
Después de someterse a un tratamiento a finales de 2021 que le permitió lograr 20 victorias consecutivas en el inicio de la temporada 2022, su racha se vio mermada por una nueva lesión (fractura por estrés en la tercera costilla izquierda) durante el pasado torneo de Indian Wells. ¿Y qué tiene que ver una lesión con la otra? Que, si algo le va mal a una lesión en un pie, es la inactividad.
Cuando un deportista se lesiona una costilla, hay que extremar las precauciones con cualquier actividad que implique la activación de los miembros superiores, dado que las tensiones de determinados músculos en sus inserciones en las costillas podrían agravar la situación. Del mismo modo, hay que evitar cualquier actividad que aumente en exceso la frecuencia cardiaca, lo que exigiría un aumento en el ritmo respiratorio, provocando una mayor expansión de la caja torácica, generando más tensión nuevamente sobre las costillas.
Por tanto, la lesión que se produjo en Indian Wells no sólo habría mantenido a Rafa Nadal alejado de las pistas de tenis, sino que también habría limitado muchísimo sus posibilidades en cuanto al trabajo físico, limitando todo tipo de impactos en el pie. Cualquiera pensaría, con toda la lógica del mundo, que ese reposo sería muy beneficioso para el maltrecho pie del manacorí, un "descanso del guerrero" aplicado al hueso escafoides de su pie izquierdo.
Sin embargo, las lesiones no siempre se comportan así, y del mismo modo que ciertos tejidos necesitan una progresión en las cargas para poder adaptarse, también pueden verse muy perjudicados por periodos prolongados de reposo o inactividad. A lo largo de las semanas de parón por la lesión de la costilla, seguro que Rafa Nadal siguió un plan específico de mantenimiento de su estado físico, pero al verse limitado en sus actividades para no perjudicar la costilla, sin querer estaba perjudicando a su pie, que seguramente pasó de cien a cero, para volver a pasar a cien en cuanto pudo volver a entrenar.
Es descorazonador escuchar las declaraciones de Rafa Nadal tras su partido contra Shapovalov en Roma. Creo que es la parte más difícil a la que se enfrentan los pacientes cuando tienen una lesión: no saber qué esperar. Y así como hay lesiones de las que sabes cuál va a ser la evolución lógica, hay otras lesiones cuya progresión no es lineal ascendente, y eso es muy difícil de gestionar para la cabeza de un deportista, aunque ese deportista tenga posiblemente la mejor cabeza del mundo.
No saber si, aún haciendo todo el tratamiento posible, vas a poder reducir el dolor, es algo muy frustrante. Y quizá hay algo que es aún más importante que si Rafa Nadal podrá o no competir en el próximo Roland Garros, y es qué necesita el balear para poder competir sin dolor.
¿Merece la pena tener que medicarse a diario para poder seguir compitiendo? ¿Hasta qué cantidad de medicación al día es coherente hacerlo? ¿Durante cuánto tiempo? ¿Puede esto repercutir negativamente en la salud de un deportista a largo plazo? ¿Cómo se va a ver afectada su calidad de vida una vez abandone el deporte profesional? ¿Dónde están los límites de la lógica para seguir en la élite? El precio a pagar sólo lo sabe cada uno.