“La victoria le pertenece al más tenaz”.
Al subir las escaleras que dan acceso a la pista central, Rafael Nadal se fija un segundo en esa frase de Roland Garros, gradaba en las hélices de sus aviones y desde este año presente en los costados de la Philippe Chatrier, y lógicamente se siente identificado. El español, 13 veces campeón de la Copa de los Mosqueteros, debutó este lunes en París quitándose de encima a Jordan Thompson (6-2, 6-2, 6-2), avanzó a la segunda ronda y mandó así un mensaje a todos sus rivales. Sí, Nadal llega entre algodones después de caer en los octavos de Roma ante Denis Shapovalov en un encuentro que terminó completamente cojo como consecuencia de la enfermedad de Müller-Weiss, la displasia del escafoides tarsiano que sufre desde 2005, y que se ha agravado sensiblemente en los últimos tiempos. Sí, Nadal no ha ganado un título en toda la gira de tierra batida europea. Y sí, pese a todo, a Nadal van a tener que sacarle de Roland Garros a garrotazos: a tenaz hay pocos que puedan ganarle, incluso cerca de cumplir los 36 años. [Narración y estadísticas]
“Al final, en Roma fue un momento complicado para mí”, reconoció Nadal tras superar el debut para citarse con Corentin Moutet (2-6, 6-3, 7-6, 6-3 a Stan Wawrinka) en la siguiente ronda. “No cambia nada de lo que dije allí, expliqué mi situación actual. A estas alturas de mi carrera, no tengo por qué esconder nada. No fue un calentón del momento, y lo mantengo, pero también dije que confiaba en que aquí en París las cosas fueran mejor: tengo a mi médico conmigo y hay posibilidades de hacer cosas que me puedan ayudar a competir”.
Thompson, una primera ronda tremendamente amable, confirmó lo que se podía imaginar: que no tiene un tenis para incordiar a Nadal, menos aún sobre tierra batida. Al australiano, un tenista de buenos golpes, le falta un tiro que abra las barreras del número cinco en arcilla o una marcha más que al menos le sirva para arramplar con todo. Como carece de todo eso, Thompson vivió desesperado y coleccionó lamentos (abierto de brazos sobre la red tras llevar a Nadal de lado a lado y perder el punto) y gestos (tiró una pelota a la grada al final del segundo parcial) que retrataron lo que debe ser la impotencia de enfrentarse a al balear en la Chatrier, una pista por la que podría moverse sin abrir los ojos.
Llega un punto del cruce, con tan poca historia, tan desnivelado, tan claro su ganador, en el que Thompson apuesta su supervivencia a celebrar puntos que no merecen celebración. Nadie, sin embargo, puede culpar al australiano por aferrarse a las migajas que va dejando atrás su contrario mientras devora a toda velocidad los tres parciales que le llevan hasta la victoria, cediendo seis juegos y gustándose a lomos de una versión bastante reconocible para ser el primer día, y viniendo de una situación tan complicada.
“He empezado más o menos bien”, celebró luego Nadal. “Estoy contento por ello. El camino no es fácil y hay que estar cada día preparado para aceptar las cosas. Y luchar en todos los sentidos para buscar en cada momento la solución a los problemas que puedan ir viniendo. Espero que el partido de hoy me sirva para hacer mañana un entrenamiento mejor. Ahora más que nunca, no me queda otra que ir día a día, aceptando todas las cosas positivas que vayan ocurriendo”.
Con el techo abierto, aprovechando la tregua del lluvioso día, Nadal disfrutó de una tarde cómoda que le ayudó a tomar impulso para enfrentarse a uno de los cuadros más difíciles de su carrera en un Grand Slam: solo para llegar a la final, y siempre y cuando se cumpla lógica del ranking, el mallorquín se encontraría con Felix Auger-Aliassime en octavos, Novak Djokovic en cuartos y Carlos Alcaraz en semifinales.