París

El título de Roland Garros se discutirá el próximo domingo, pero Rafael Nadal le pegó un bocado enorme a la carrera por levantar otra Copa de los Mosqueteros este martes en París. En cuartos, el español tumbó a Novak Djokovic (6-2, 4-6, 6-2, 7-6) y se quitó de encima a su gran rival por el trofeo, el único contrario que ha sido capaz de superarle dos veces en el templo de la tierra batida (2015 y 2021). [Narración y estadísticas: Rafa Nadal 4-1 Novak Djokovic

Sí, a Nadal le quedan oponentes complicados (se medirá en semifinales a Alexander Zverev, que venció 6-4, 6-4, 4-6, 7-6 a Carlos Alcaraz), pero no hay nadie que parezca listo para frenar al mallorquín a estas alturas de la competición, cuando tiene a tiro la oportunidad de abrir una brecha importante con el serbio en número de grandes (21 a 20 ahora mismo), elevando a 14 las veces que ha conquistado el torneo de sus amores. 

“Sé que no he ganado nada, son solo los cuartos”, se arrancó Nadal. “Lo único que he hecho es darme una opción de estar en semifinales. Ha sido una noche muy bonita para mí y el objetivo es mantener el nivel de tenis que he tenido hoy”, continuó. “Sentir el apoyo de la gente en este sitio, que es el más especial de mi carrera, es algo increíble. Probablemente saben que no voy a estar aquí muchas más veces. Esta pista es especial para mí y tiene algo único. En el día que más lo he necesitado he conseguido sacar un nivel que aparentemente no tenía”.

Obligado a jugar de noche después de que la organización del torneo desoyese su petición de evitar ese horario, desfavorable para su tenis en arcilla, Nadal compitió a favor de las condiciones (frío y humedad, lo que entre otras cosas provoca que la pelota bote menos) y ejecutó la idea que había cocinado las horas previas al cruce: golpear plano, ir a buscar la bola, ser valiente. Eso es, en consecuencia, asumir más riesgos que habitualmente en tierra, donde su planteamiento pasa por imprimir un ritmo de crucero altísimo y esquivar los errores para asfixiar a sus contrarios. 

Nadal necesitó 10 minutos para romperle el saque a Djokovic (1-0) y otros siete para confirmar ese break (2-0). Que el partido comenzase tan apretado (30 minutos para cuatro juegos) fue una señal de todo lo que vendría luego, una batalla de las de toda la vida, el clásico de voluntades llevadas al extremo que comenzó con un Nadal extraordinario, dejó paso a un Nole herido y mezcló lo mejor de ambos en una noche rebosante de energía y pasión.

Tácticamente, el español no puso en marcha ninguna revolución: optó por no repetir sus tiros contra el revés de Djokovic, evitando que el serbio tomase el control desde su ala favorita de la pista y luego le puso a correr de lado a lado. Exhibiendo energía en sus desplazamientos, pura electricidad, y decidido a no ceder ni un palmo en pelea por conquistar la línea de fondo, Nadal presionó a Djokovic en cada intercambio hasta lograr que perdiese el control de sus emociones. Eso ocurrió durante más de una hora, en la que el número cinco se colocó con una ventaja considerable (6-2, 3-0, con doble break) para permitirse soñar con la victoria mientras abrumaba al campeón de 20 grandes.

Todo, sin embargo, cambió de repente, como suele suceder con jugadores de un nivel superlativo. 

Djokovic se levantó de la lona y peleó con el alma un juego larguísimo, de más de 18 minutos, para conseguir una rotura que anulase la ventaja de su rival en el segundo parcial (de 0-3 a 3-3). Decidido a soltar el brazo, viendo que lo anterior no le había ayudado a plantarle cara al mallorquín, Nole se lanzó a por Nadal sin miramientos, dispuesto a darle la vuelta a la noche. Y eso fue exactamente lo que hizo.

Desatado en golpes ganadores, el serbio se hizo con el segundo parcial y se plantó en el tercero listo para dar un golpe de gracia. Estoy de vuelta, he llegado a tiempo, quiero la victoria. Ahí apareció Nadal, lleno de buenas decisiones, para desdibujar de nuevo al número uno del mundo hasta dejarlo reducido a la nada en un tercer set espléndido y los dos rivales se enzarzaron en una pelea brutal el cuarto parcial, que terminó con ambos luchando a tumba abierta en un desempate estratosférico que ganó Nadal con el alma, pero que vio a Djokovic disfrutar de una pelota de set con su saque y desaprovecharla, perdiendo la ocasión de llegar a una quinta manga que el balear evitó haciendo un esfuerzo descomunal.

Puro Nadal en otra noche histórica, eterna y especial.

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