"Mi ritmo cardíaco era más elevado de lo habitual, me notaba muy acelerado y eso me impedía pensar con claridad y hacer las cosas correctas en la pista". Ese era el relato de Rafa Nadal de lo que le ocurrió durante set y medio en su partido contra Fabio Fognini en el US Open. Nunca había pasado por algo así, al menos no en una cancha de tenis.
Un cúmulo de circunstancias llevó al tenista de Manacor a tener "mucha ansiedad", como reconocía en pleno partido a su equipo en la grada. Las cámaras captaron a Carlos Moyá y Francis Roig, sus entrenadores, tratando de animarle. Nadal iba un set abajo y con break en contra en la segunda manga. Su rival sacaba para ganar el juego y ponerse 3-1 arriba.
Tras reconocer lo que le ocurría, algo cambió en Rafa. Acabó rompiendo el saque de Fognini y, aunque luego él volvió a perder el suyo, ganó aquel set loco. En lo que siguió de partido, el italiano solo volvió a romper su servicio una vez y Nadal se llevó la victoria: 6-2, 4-6, 2-6 y 1-6.
Nadal ganó y avanzó a tercera ronda del US Open, pero no deja de ser preocupante lo que le ocurrió en mitad del partido. Natural, eso sí, por todo lo que está pasando tanto en lo deportivo como en lo personal durante este 2022. Ver que las cosas no le salían, que las bolas no entraban, le llevó al límite como nunca antes.
"Llevo unos meses difíciles", analizaba Nadal. Y añadía: "No es sencillo gestionar todo lo que estoy viviendo". Su año empezó con una secuencia de 20 victorias seguidas, pero en Indian Wells se rompe una costilla y empiezan los problemas. Volvió y el dolor del pie le frenó de nuevo, justo antes de Roland Garros. Lo último fue la rotura abdominal que sufrió a las puertas de las semis de Wimbledon.
En las pistas ha luchado contra su cuerpo -ganando aún así 4 títulos, dos de ellos Grand Slam- y fuera de ellas se enfrenta al momento más importante de su vida: su futura paternidad. A 6.000 kilómetros de casa, Rafa está pendiente de su esposa, Xisca Perelló, que fue ingresada el pasado 22 de agosto y lo seguirá estando por seguridad del bebé. Ella "está bien -comunicó Nadal- pero no es sencillo lidiar con estas cosas en la distancia".
Ni los entrenamientos ni un buen calentamiento alejaron a Nadal de su situación. Lo sentía así: "Era tal el desastre que estaba haciendo en pista que me era imposible jugar pausado [...] Seguí jugando agresivo porque consideraba que, tarde o temprano, las cosas saldrían". Y no salieron. Lo llamativo es cómo logró dar la vuelta al partido tras detectar su problema.
Los datos no mienten. Nadal cometió 11 y 16 errores no forzados en el primer y segundo set, respectivamente. Los golpes no eran efectivos y solo firmaba tres winners en cada manga. Sin confianza, ni siquiera subió a la red en el segundo set donde empezó el cambio: "Cuando me di cuenta de que estaba en una situación límite y no era capaz de jugar bien, me dediqué a tirar al centro con cierta profundidad y confiar en que él cometiera errores". Fognini cometería 23 fallos no forzados.
La mejoría en el juego de Nadal llegó tras poner el 1-1 en el marcador. A partir de ahí, sumó 14 winners, ganó 9 de 13 puntos en la red y solo realizó 10 errores no forzados. Volvió el Nadal de siempre, con su fortaleza mental, fruto de esa capacidad de resiliencia que tanto le ha caracterizado durante su carrera.
[Nadal decidió abandonar Wimbledon al saber que su lesión podía retirarle del tenis para siempre]
Salvando la distancia, lo de Nadal ante Fognini recordó a la espectacular remontada en la final del último Abierto de Australia ante Daniil Medvedev. El manacorí llegó a estar dos sets abajo, 2-6 y 6-7, y perdiendo 2-3 en el tercero con tres bolas de break para el ruso. El Big Data daba un 4% de probabilidades de ganar al español y pese a ello se acabó imponiendo.
La neurociencia lleva años estudiando el cerebro de Nadal ("su éxito deriva de la rapidez para captar un estímulo y actuar"), pero estas situaciones en las que se sobrepone a las dificultades las analiza él así: "Es no creerse demasiado bueno ni imbatible porque eso es lo que te permite aceptar los errores. Lo único que tengo claro es que puedo fallar y jugar mal, lo cual me ayuda a no desesperarme y a tener la humildad para aceptar estas situaciones. Eso es clave para poder reaccionar; perdonarse a sí mismo y trabajar para cambiar las cosas durante un partido. No soy una persona de mirar mucho al interior ni meditar, creo que en el deporte las cosas son mucho más simples de lo que a veces queremos transmitir. Lo fundamental en el tenis es sobrevivir cuando haces mal las cosas y sacar la máxima ventaja posible cuando las haces bien. En eso se resume todo".
Nadal espera para su siguiente reto: este sábado ante Richard Gasquet. El francés solo le ha ganado 1 de los 18 duelos que han disputado desde el primero en 2004. En octavos le tocaría contra Schwartzman o Tiafoe. En el horizonte asoman nombres como Cameron Norrie o Andrey Rublev, en cuartos, y Carlos Alcaraz en unas hipotéticas semis.
Varios retos por delante para Nadal, también el de seguir peleando contra sus propios demonios. Lo asume y eso le permite mirar hacia delante, con el sueño de levantar su 23º Grand Slam (el tercero del año) y volver a ser el número 1 del mundo.