Lo inevitable ya está aquí: A los 19 años, Carlos Alcaraz jugará su primera final de Grand Slam en el Abierto de los Estados Unidos. Bajo un ambiente eléctrico, con Michelle Obama en la grada saboreando el espectáculo, el español remontó 6-7, 6-3, 6-1, 6-7, 6-3 a Frances Tiafoe y se citó con Casper Ruud (7-6, 6-2, 5-7, 7-5 a Karen Khachanov) en un encuentro que esconde un botín descomunal. El que gane el domingo se llevará su primer grande, y además se convertirá en el número uno del mundo. [Alcaraz - Tiafoe: narración y estadísticas]
“Es impresionante ser capaz de poder luchar por grandes cosas”, acertó a decir Alcaraz, aún sobre la pista. “Primera final de Grand Slam, y puedo ver el número uno del mundo, pero a la vez está muy lejos. Tengo que ganar un partido más contra un jugador que juega increíble. Para mí es la primera y voy a dar todo lo que tengo. Esta final es para mi equipo, para mi familia, para mí y para todos vosotros”.
Alcaraz sufrió para restar el saque de Tiafoe, que disparó la pelota a 220 kilómetros por hora de media. Ese armado de la jugada del estadounidense, todo potencia, condicionó el desarrollo del encuentro desde el primer momento, poniendo al español en muchos problemas para fabricarse oportunidades interesantes al resto: Tiafoe salvó las dos bolas de break que tuvo en el primer parcial para terminar llevándoselo en el desempate, lo que provocó una explosión de esperanza en la gente.
Si los estadounidenses esperaban ver a uno de los suyos peleando por la copa, algo que no sucede desde 2006 (Andy Roddick), se llevaron una desilusión mayúscula.
Alcaraz necesitó más de 1h30m para arrebatarle un saque a su contrario. Cuando lo hizo, sin embargo, el cruce se inclinó rápidamente hacia su lado. Desde entonces, el español encadenó un break tras otro y sacudió el marcador, ganando primero el segundo set y devorando a Tiafoe en el tercero para desequilibrar la semifinal.
Desde que celebró ese primer quiebre (4-2 en el segundo set), Alcaraz le rompió el saque a Tiafoe seis veces más y se abrió paso con su tenis alegre de siempre, combinando estacazos con sutilezas, dinamita y seda a la vez. Arrancó el cuarto set dominando 3-1. Perdió la ventaja. Se fabricó un punto de partido al resto (6-5) que dejó escapar. Y se vio peleando en un desempate que perdió, y que le obligó a disputar otra quinta manga (la tercera consecutiva).
En ese set decisivo, Alcaraz ganó por una lógica aplastante: incluso pasándolo mal, es muy superior a la mayoría de sus rivales; incluso en apuros, tiene una cabeza privilegiada, de ganador nato. Eso le valió para alcanzar el momento más importante de su carrera: la final de un Grand Slam tras la que aguarda el título y el número uno del mundo.
“Tengo que ganar un partido más contra un jugador que juega increíble, él ya ha jugado la final de Roland Garros y se merecía otra”, dijo Alcaraz. “Tendré que controlar los nervios de estar en una final, pero es lo que digo siempre. Voy a disfrutar el momento y a ver qué pasa. Lo vivido hasta ahora ha sido increíble”.
Vienen curvas.