Fue una primera ronda, pero se jugó con el ritmo y la concentración de algo mucho más importante. Consciente del peligro de Jack Draper (número 38 mundial y reciente semifinalista en Adelaida), y sumido en una racha de resultados insólita (seis derrotas en los últimos siete partidos), Rafael Nadal debutó en el Abierto de Australia con un partido que dominó desde el convencimiento granítico en la victoria. Quiero ganar. Tengo que ganar. Voy a ganar. Así, el español inició la defensa del título (7-5, 2-6, 6-4, 6-1) superando con más luces que sombras una prueba tremendamente peligrosa.
“Nadie hubiese querido esta primera ronda”, dijo Nadal tras la victoria frente al británico. “Si ponemos en perspectiva todo lo que he pasado los últimos seis meses, ha sido un inicio muy positivo. El rival no era el adecuado para empezar con un nivel lineal porque no iba a tener el control del partido”, añadió el número dos mundial. “Tengo que alargar más los buenos momentos que voy teniendo”.
Por tercer encuentro consecutivo, como ya ocurrió en los partidos que disputó a principios de 2023 en la United Cup, Nadal se desordenó después de ganar el primer set y acabó metido en un lío, incapaz de mantener un nivel alto durante mucho tiempo. Tras pelear para hacerse con una apretada manga inaugural, en la que no concedió ni una pelota de rotura, el balear cerró el puño y se sentó a descansar con la ventaja de iniciar la segunda al saque. Todo controlado. Todo de cara. Todo encarrilado.
En un suspiro, sin embargo, el británico (un feroz pegador de 1,93m) le había roto dos veces el servicio y ganaba 4-0, con punto para 5-0 al resto. Así se le abre la puerta a un rival, así se acepta la invitación para entrar en estampida.
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Con un balance en Grand Slam de 35 victorias y tres derrotas ante zurdos como Draper, el campeón de 22 grandes pasó de dominar a sufrir, perdiendo el segundo set con sensaciones feas para presentarse en el tercero entre grandes enigmas que pronto se despejaron, cuando el británico levantó el pie después de lesionarse en el muslo de su pierna derecha, favoreciendo la reacción de Nadal (4-1) y llenando de tranquilidad el banquillo del español.
Un poco de aire, pero por muy poco tiempo.
Recibiendo tratamiento en cada cambio de lado, Draper se rehizo y se puso a jugar sin limiraciones para cerrar la brecha después de celebrar un break clave (4-4) que le devolvió al cruce con sus opciones intactas y abrió otra batalla a cara de perro entre ambos. De lado a lado, de zurdo a zurdo, la pareja de contrarios chocó en una ristra de peloteos que Nadal hizo suyos con tino, conquistando el tercer set y dándole un mordisco al triunfo.
Draper, que inició el cuarto set con un break, acabó tieso, cojo, triturado por el esfuerzo titánico de intentar tumbar a Nadal en un Grand Slam. Por ahora, imposible ante un jugador que persigue defender un trofeo que ganó heroicamente ante Daniil Medvedev en 2022.
“El año pasado fue sin duda uno de los torneos más emotivos de mi carrera, pero eso ya es parte del pasado”, recordó Nadal. “Tengo que seguir trabajando. Estoy muy feliz por estar de vuelta en Australia”.