La carrera por ser el mejor de todos los tiempos está al rojo vivo, más que nunca. Novak Djokovic empató a Rafael Nadal con 22 títulos grandes este domingo al ganar por décima vez el Abierto de Australia (6-3, 7-6, 7-6 a Stefanos Tsitsipas, lo que también le sirvió para recuperar el número uno del mundo) y volvió a colocarse en una posición de privilegio para dominar la Historia en solitario. Con 35 años, el serbio sigue con apetito, mantiene la pasión y ni su cabeza ni su cuerpo han emitido señales de agotamiento.
“Este es uno de los torneos más complicados que he jugado en mi vida”, dijo Djokovic, recordando que en 2022 no jugó tras ser deportado y que este año ha arrastrado una lesión en su pierna izquierda. “No jugué el año pasado y volví este año. Quiero agradecer a todas las personas que me hicieron sentir bienvenido. Es un viaje largo. Todo mi equipo y mi familia saben por lo que hemos pasado en las últimas cuatro o cinco semanas y esta es probablemente la mayor victoria de mi vida”.
Imbatido en finales en el primer grande del año (nueve de nueve) y dominando claramente el cara a cara con su contrario (10-2), Djokovic encaró el asalto a la copa con una confianza arrolladora que se tradujo sobre la pista en una final conquistada desde la brillantez en muchos momentos, y en algunos otros desde la capacidad para tomar curvas cerradas sin perder el control.
Ese es Djokovic y sus dos versiones, el tenista perfecto, el competidor inabordable: la parte dominadora y la parte sufridora.
Después de un comienzo fantástico, con un break tempranero para encauzar el primer parcial, Tsitsipas subió un punto la agresividad y la segunda manga se convirtió en una batalla a cara de perro entre los dos, el partido que se esperaba, la final deseada, un cruce a la altura.
Al llegar al desempate, y habiendo dejado escapar un punto de set por el camino, el griego vio cómo Djokovic torció el gesto y cambió la mirada. Eso fue un mensaje directo a las entrañas de su rival: se terminó el partido, hasta aquí hemos llegado, la copa me pertenece, olvídate.
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Cerca de las dos horas, y con todo en contra, perdida también el segundo set en ese tie-break, Tsitsipas logró romper por primera vez el saque de Djokovic y lo celebró con el alma. Posiblemente, el griego pensó que podría construir una remontada imposible, o al menos intentarlo. El serbio acabó rápidamente con esa esperanza: le devolvió la rotura de servicio inmediatamente a su contrario y ya nunca miró atrás en su viaje hacia otro título más en una carrera legendaria que sigue adelante.
“He necesitado de una enorme fortaleza mental para mantenerme en el presente, seguir concentrado, tomar las cosas día a día y ver cómo de lejos era capaz de llegar”, explicó Djokovic después de la victoria. “Hace dos semanas y media no tenía mucha confianza en mis opciones en este torneo por las sensaciones que tenía en mi pierna. Ha sido una cuestión de supervivencia en cada partido, intentando llegar a la siguiente ronda”.
Lo siguiente, por supuesto, está muy claro: Roland Garros (desde el próximo 28 de mayo) enfrentará los 22 grandes de Djokovic con los 22 de Nadal, ofreciendo la oportunidad de liderar la clasificación a uno de ambos. Casi nada.