Hace tiempo que Carlos Alcaraz no está a su mejor nivel. Para alguien que a lo largo de la temporada ha sido número 1, que ha ganado un Grand Slam y un par de Masters 1.000, resulta mucho más evidente el momento en el que se produce un bajón en el juego que le aleja de los buenos resultados.
En esta fase se encuentra el tenista murciano desde hace ya algún tiempo. Se le está haciendo larga la temporada al de El Palmar, a quien le está costando terminar el año en las mejores condiciones físicas y mentales posibles. Ha perdido frescura y alegría en su juego, y eso lo notan los rivales, que le ven más endeble en cada partido cuando antes era alguien absolutamente impenetrable.
La derrota ante Alexander Zverev en las ATP Finals escoció especialmente. Era su debut en esta gran cita y quería hacerlo bien, pero al finalizar el partido evidenció que está agotado: "Está siendo un año muy largo y muy exigente". Alcaraz ha llegado con el piloto de la reserva encendido a este final de curso y con la gasolina a punto de terminarse antes de tiempo.
Todo esto viene a confirmar algo de lo que se vienen quejando ya no sólo los tenistas, sino los deportistas en general en sus respectivas disciplinas. El calendario está sobresaturado. Cada vez hay más citas, más torneos, más partidos y más viajes. Todo ello para que los organizadores saquen más rentabilidad económica a costa de exprimir a unas estrellas que están a punto de explotar.
Lejos de su mejor nivel
Carlos Alcaraz ha puesto esta temporada al mundo entero a sus pies. Ha sido el año de su confirmación, el que ha dejado claro que lo que sucedió el curso pasado no fue casualidad (si es que aquella exhibición podía considerarse como tal).
Comenzó con mucha fuerza, ganando el ATP 250 de Buenos Aires, llegando a la final en Río de Janeiro y sobre todo conquistando Indian Wells. En Estados Unidos maravilló a todo el mundo y se hizo con su primer Masters 1.000 de la temporada con una facilidad pasmosa, sin ceder ni un solo set. Por entonces, Alcaraz parecía una máquina perfecta de ganar, sin fisuras, sin brechas físicas, un engranaje capaz de llevarse cualquier cosa que se ponía por delante.
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La temporada avanzó y lo hizo de manera exitosa igualmente para el español. La gira de tierra batida dejó nuevas hazañas con los triunfos en Barcelona y en Madrid, dos victorias muy especiales para él al sentirse arropado como nunca por su público. Dos veces de forma consecutiva ha ganado estos torneos, una muestra de que quiere ejercer una tiranía histórica.
Roland Garros se presentaba como una prueba de fuego increíble para él. Todo estaba preparado para contar una batalla épica, pero en la final ante Novak Djokovic, su enemigo en la pelea por el número 1, una lesión muscular le apartó de poder pelear el título y el serbio terminó alzando los brazos en París.
Aquellas molestias fueron, tal y como él mismo confesó después del partido, consecuencia de la tensión que vivió durante su primera final de Roland Garros. El estrés emocional que le causó aquello desencadenó en una dolencia física que se llevó por delante sus aspiraciones en Francia. Como si fuera un aviso de que su reserva mental comenzaba a agotarse ante tanta exigencia.
La resurrección
Se supo recuperar, no obstante, Carlos Alcaraz de aquel episodio. Cambió la tierra por la hierba y sobre el verde también demostró ser capaz de imponerse a cualquiera. En Queen's despejó todas las dudas que había sobre su estado físico y ganó este prestigioso torneo por primera vez, justo en la antesala de Wimbledon.
En el All England Club el murciano quería doctorarse. Todavía planeaban algunos fantasmas acerca de su estado de forma tras la lesión, pero las rondas fueron avanzando y los rivales cayendo. Llegó la revancha de Roland Garros, contra Djokovic en la final, y ahí el español supo gestionar mucho mejor un escenario de este calibre. Campeón de Wimbledon.
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Seguramente aquel fue el último momento de la temporada en el que se sintió plenamente a gusto sobre la cancha y desplegó su máximo nivel. A partir de ahí tuvo que darse unas semanas de respiro y reapareció en Cincinnati. Llegó a la final, es cierto, y cayó de nuevo ante Djokovic. El US Open, del que tan buenos recuerdos tendrá toda la vida, le llevó hasta las semifinales, donde se cruzó Medvedev por el camino.
El tramo final
La parte final de la temporada de pista dura ha sido la que ha evidenciado que Alcaraz necesita un respiro para cargar las pilas. Es humano, y no una máquina de ganar 365 días al año por mucho que los fans así lo reclamen. En la gira asiática llegó lejos en China pero no así en el siguiente torneo, en Shanghái, donde comenzaron a verse las costuras del español.
La caída en primera ronda en el ATP de París contra el casi desconocido Safiullin encendió todas las alarmas. Sin sensaciones y sin capacidad mental para levantar partidos y volver a meterse en ellos, Alcaraz se despidió a las primeras de cambio de Francia. Su reciente derrota en el debut en las ATP Finals contra Zverev no viene a ser sino la confirmación de un grito de socorro. Gasolina justa y cabeza bajo mínimos, aunque todavía queda torneo por delante.
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Ahora el murciano acumula tres derrotas consecutivas, algo que no sucede desde que hace más de dos años entró en el top100 del ránking de la ATP. Ahora que ya ha dicho adiós a la pelea por el número 1, tiene una preocupación menos.
La autocrítica es evidente y Alcaraz se conoce: "Tengo que mejorar para llegar a este punto del año en mejores condiciones, sobre todo a nivel mental. Lo achaco probablemente al cansancio mental. Sobre todo es por el cansancio mental, por estar con una exigencia tan alta durante tanto tiempo", comentó tras perder con Zverev.
Lo mejor de todo, más allá de lo que suceda en esta edición de las ATP Finals, es que Carlos Alcaraz se conoce y sabe reconocer lo que le pasa sin tapujos. Desde luego, esta temporada será un gran aprendizaje para una carrera a la que todavía le quedan muchos años por delante y muchos éxitos que conquistar.