Alcaraz y Djokovic. Djokovic y Alcaraz. De nuevo ambos tenistas estaban citados en la final de Wimbledon, igual que en 2023. Como si nada hubiera cambiado a lo largo de los últimos 365 días en el All England Club de Londres, no lo han hecho el nombre de los finalistas y tampoco el del ganador. Otra vez Carlos, que esta vez avasalló al tenista con más Grand Slams de la historia (6-2, 6-2 y 7-6), acabó retozándose sobre el pasto inglés. [Así hemos vivido la victoria de Alcaraz sobre Djokovic].
Los invitados eran los mismos que hace un año, pero demasiados intangibles han mudado su piel. Alcaraz no saltó a la Centre Court respetando el orden de las jerarquías ni basando su estrategia en ello. Ya no esperaba a ver la propuesta de Djokovic, ahora era él quien llevaba la iniciativa. Aceleraba con la derecha cuando tenía que acelerar y jugaba lento y calmado cuando el serbio intentaba forzar sus errores.
Nada pudo hacer el balcánico ante la estrategia práctica y el juego brillante de Alcaraz, planteamiento de matrícula de honor. Ahora es Carlos el reto para Novak y no al contrario. Desde el inicio se nota que el español es el puerto a coronar y el balcánico el ciclista. El primer juego, que se fue al cuarto de hora, fue un espejismo del partido que solventó el español en dos horas y quince minutos. No obstante, se vio el guion de la final.
Alcaraz inició ya en sexta marcha. Consiguió en el primer juego algo que no había hecho a lo largo de todo el torneo: romper el primer saque de su rival. Lo hizo tras apuntarse un largo intercambio perjudicial para el serbio, cabe recordar que hace 39 días se recuperaba de su operación de menisco en la camilla de un hospital. Por eso rehúye los puntos largos y busca el juego directo.
Alcaraz, en cambio, se muestra receptivo a cualquier escenario. Se le ve fresco de piernas desde el fondo de la pista, con determinación cuando subre a la red y sólido con el servicio. Novak se ve arrollado desde el inicio del partido. Se esperaba a un tenista que calculador con los tiempo del partido y se encontró un huracán que destroza lo que tiene a su paso.
Segunda rotura en la tercera oportunidad que tiene. Alcaraz arrasa. Su derecha echa fuego. Elevó la temperatura hasta los 40 golpes ganadores endosados al serbio. Carlos ya no es un novato. Se apunta la primera manga e inicia la segunda de igual, con otra rotura de servicio.
Djokovic no puede seguir el ritmo. Lo fía todo a su experiencia sobre estos escenarios y su capacidad para encontrar el mejor nivel cuando parece no tenerlo. Le cuesta encontrarse. Irregular con el saque, no conecta con su revés cruzado y, aunque quiere responder, no encuentra argumentos para armar su contestación.
No le da para aplacar a Alcaraz que sigue centrado en su partido. No sufrió ninguna desconexión, el trabajo psicológico se vio reflejado en su tenis. 86% de puntos ganados con el primer servicio y un 87% de acierto sobre la red. Ganaba cómo y cuándo quería. Volvió a romperle el servicio para, con su saque, precintar el segundo set.
Y en la última manga, apareció la igualdad. Nadie cedía su servicio. Alcaraz, algo atenazado, quería dar sus últimos pasos poco a poco, mientras que Djokovic se aferraba al saque para no perder terreno. El marcador reflejaba igualdad, pero la sensación era que Carlos liquidaría el partido cuando quisiera.
Consiguió la tan ansiada rotura superado el ecuador del tercer set, pero el vértigo a cerrar el partido dio a Djokovic la oportunidad de levantar tres bolas de partido y forzar un tie break donde no pudo frenar lo inevitable. Alcaraz precinta su cuarto Grand Slam, segundo Wimbledon, tras un partido memorable en el que se confirmó su nueva realidad. Ahora el rival a batir es él.