Rectificar es de sabios y Carlos Alcaraz no ha necesitado ni 24 horas para demostrar que pertenece a ese grupo de personas. El murciano se hundió en Cincinnati. Ahogado por la lluvia, que obligó a suspender su partido ante Monfils cuando enfilaba la victoria, y desquiciado por la desconexión más exacerbada que se le recuerda en toda su carrera.
Nunca se le vio así, tan superado por la situación. Monfils había consolidado la rotura de servicio en el último y definitivo set y Carlos explotó. Su reacción, mientras el francés acudía a su banquillo, fue visceral. Golpeó hasta en cuatro ocasiones su raqueta contra la pista dura de Cincinnati para terminar deshaciéndose de ella de manera descortés. Arrojándola por detrás de su banquillo.
"¡Parece que no quiero ganar el partido!", exclamó cuando malogró otra bola de break en el sexto juego ante un Monfils que pescó el pez gordo en río revuelto. "¡Dale la mano entonces!", le contestó su entrenador, Juan Carlos Ferrero, que animó a Carlos para que creyese en la remontada, ya que hasta ese momento había gozado de bolas de break en todos los servicios del francés.
Finalmente no pudo calmar su tormenta y cedió en la manga definitiva. Alcaraz se marcha de Cincinnati antes de tiempo y de manera descortés. Dejando una imagen que estuvo a punto de suceder en los Juegos Olímpicos, ante Djokovic. En París se contuvo, pero Cincinnati sacó su visceralidad.
Una vez pasado el mal trago, Alcaraz reflexionó y se disculpó públicamente. "Pido perdón porque mi actitud de ayer no fue correcta y es algo que no debería hacerse dentro de una pista. Soy humano, tenía acumulación de nervios dentro y a veces es muy complicado controlarse cuando estás con las pulsaciones tan altas. Trabajaré para que no vuelva a repetirse. Hora de pensar en NYC!", publicó en redes sociales.
Una vez finalizada su aventura en Cincinnati, Alcaraz sigue buscando el sueño americano. El pupilo de Juan Carlos Ferrero se centra ya en el US Open, el último Grand Slam de la temporada, el que inauguró su vitrina de majors.