El público de la Arthur Ashe de Nueva York asiste perplejo a un descarrilamiento inesperado, el del tren Carlos Alcaraz. Lo provoca Botic van de Zandschulp, tenista neerlandés que en sus enfrentamientos anteriores no había conseguido ganarle set alguno al murciano. Resultado completamente opuesto en su último enfrentamiento. 

Las reacciones de Alcaraz durante el partido rezuman desconcierto. Se lleva el dedo índice a la cabeza para, inmediatamente, negar a su banquillo. El partido no ha terminado, pero él ya está fuera de él. Su mente y sus piernas ya han dicho 'basta'. Está agotado, como ya avisó aquella raqueta rota en el Masters 1.000 de Cincinnati.

"La verdad es que lo que siento ahora mismo es que en vez de dar pasos hacia adelante he dado pasos hacia atrás en tema de cabeza. Y no entiendo por qué. Mentalmente no estoy bien, no estoy fuerte, ante los problemas no sé controlarme, no sé cómo gestionarlo. Y eso para mí, la verdad, es un problema. He luchado contra Van de Zandschulp y contra mi cabeza", explica el murciano. 

El suyo no fue el único colapso. Novak Djokovic, flamante oro olímpico este mismo mes en París, también se cayó de la cabeza del cartel en Nueva York. Junto a él, se cae un dato que llevaba más de dos décadas perenne en el libro de los récords del tenis. Por primera vez desde 2002, ningún integrante del Big Three -Nadal, Federer y Djokovic- levantarán un Grand Slam. 

"Cómo estaba jugando, una tercera ronda es un gran resultado. He mostrado uno de los peores níveles de tenis de mi carrera. Contra Popyrin no puedes ganar sin saque. Ha sido uno de los perores partidos que he jugado jamás. Horroroso por mi parte. Me he sentido sin fuelle.", aseguraba el balcánico en un fuerte ejercicio de autocrítica.

Junto a Djokovic y Alcaraz, otros dos sonoros batacazos han retumbado en las paredes de la Arthur Ashe. Los de Félix Auger-Aliassime y Musetti, en primera y tercera ronda respectivamente. Las eliminaciones del canadiense y el italiano poseen un denominador común con las del serbio y el español. Los cuatro fueron semifinalistas en los Juegos Olímpicos de París. 

Los cuatro arribaron en Nueva York fatigados, con apenas dos semanas de descanso. Cambiaron de superficie -de la tierra batida a pista dura-, cruzaron el Atlántico con la necesidad imperiosa de adaptarse cuanto antes al desfase horario. "Cansancio mental". Son las palabras repetidas por los recientr semifinalista olímpicos tras caer en el US Open.

Colapso balcánico

"Gasté mucha energía para ganar el oro, así que llegué aquí sin sentirme fresco física ni mentalmente. Pero al ser el US Open lo intenté. Me faltaba gasolina, se ha podido comprobar por cómo he jugado… Lo he intentado, pero si pierdes los cimientos, el movimiento, el tempo, el ritmo, todo… No eres capaz de encontrar tu juego, eso es todo. Se cae a pedazos", detalla Djokovic. 

Misma línea mantiene Alcaraz, subcampeón olímpico. "Tengo que ver qué ha pasado exactamente o qué me pasa exactamente. Ha sido un verano con muchas emociones, muy exigente. El calendario del tenis es muy apretado. He tenido mis momentos de desconexión, pero pienso que me estoy conociendo todavía y a lo mejor como persona necesito más tiempo".

Calendario cargado

Cada vez hay más torneos y de mayor duración. Cuatro Grand Slam, 8 Masters 1000, cuatro torneos ATP 500 y uno o dos ATP 250. Eso es a lo que están obligados a competir la mayoría de jugadores del circuito ATP, a lo que habría que sumar las ATP Finals, si se clasifican, las convocatorias posibles a Copa Davis y otros eventos como la Laver Cup.

En el circuito WTA pasa lo mismo. Los tenistas compiten y viven a caballo entre una ciudad y otra. Sin tiempo para descansar, ni para entrenar, ni para prepararse físicamente y reponerse de molestias. Todo ello en un deporte cada vez más veloz y potente.

Con los grandes favoritos apartados al arcén neoyorquino, Sinner, Zverev, Ruud y Medvedev desayunan en la Gran Manzana con la autopista despejada. El tenis dibuja un nuevo escenario tras dos décadas gloriosas. Ahora se debe encontrar el equilibrio para no comprometer la saluds de los tenistas.