30 de agosto de 2024. Mientras buena parte de España duerme plácidamente durante esa madrugada Carlos Alcaraz cae con estrépito en la segunda ronda del US Open. El neerlandés Van de Zandschulp barre al murciano de la pista contra todo pronóstico y le deja muy tocado.
Aquello no fue un partido cualquiera, no fue un golpe sin mayor trascendencia del que levantarse y reponerse en cuestión de horas como otras veces. Aquello desató una auténtica crisis de identidad en Carlos Alcaraz que amenazó con llevarse por delante el tramo final de la temporada. Y eso que todavía quedaban citas importantes por delante como la actual gira asiática.
De repente, la cabeza de este tenista llamado a marcar una época dijo basta. Sus ganas de coger una raqueta se desvanecieron rápidamente. Su ánimo por viajar por todo el mundo, de torneo en torneo, se esfumó como si no estuviera acostumbrado a este tipo de vida.
Es un claro ejemplo de que la salud mental cada vez requiere más cuidados en el deporte profesional. La exigencia aumenta cada año, con más nivel, con más viajes y con más sacrificios personales, así que nadie está exento de sufrir una desconexión en cualquier momento.
Alcaraz vio su futuro muy negro tras la eliminación del US Open, pero su equipo lo detectó rápidamente y se puso a trabajar. Tal y como confirmó la Cadena Cope, todo su entorno fue clave para devolverle la sonrisa al tenista y para firmar una recuperación casi milagrosa como la que ha experimentado en este último mes.
Su familia y su equipo
Alcaraz no supo encajar su derrota en el US Open. El primer Grand Slam que consiguió sumar a su palmarés siempre será especial para él, así que quería hacer un buen papel en una temporada que ya de por sí estaba siendo de ensueño.
Sin embargo, perder en la segunda ronda no entraba en sus planes. Y menos caer de la forma en la que lo hizo, anulado e impotente ante un rival de menor entidad que está mucho más abajo en el ranking ATP.
Seguramente, de ahí su destrozo moral y sus nulas ganas de seguir jugando al tenis. Sin embargo, Carlos Alcaraz cuenta con un equipo detrás que está pendiente de cada detalle, y también con un entorno familiar que le apoya incondicionalmente. Estos elementos fueron la clave de su recuperación para volver a jugar al tenis.
Con Juan Carlos Ferrero a la cabeza, su staff localizó el problema y lo trató directamente con Alcaraz. Su familia fue el otro elemento fundamental para que el tenista volviera a levantarse. Le dijeron que debía ser más fuerte, que tenía que olvidarse del golpe, y poco a poco la cabeza de Alcaraz volvió por sus fueros.
Dos semanas más tarde, el murciano se encontraba disputando la Copa Davis con España. Ganó los dos partidos que disputó, es cierto, pero su juego no terminó de ser el mejor ni el más brillante que él puede alcanzar.
El chip terminó de cambiar en la Laver Cup. Quizás un engorro para algunos tenistas, a Alcaraz le vino a las mil maravillas. Ese ambiente desenfadado, un torneo en el que se compite en equipo y un gran ambiente entre bambalinas sirvieron para que el jugador español recobrara la energía que le faltaba.
Las lágrimas de Ferrero
Con una mentalidad diferente, Alcaraz se lanzó a la gira asiática para encarar el tramo final de la temporada. El ATP de Pekín fue su primera parada, y lo cierto es que las cosas no le pudieron ir mejor porque terminó levantando el título.
Una autoridad incontestable durante todo el torneo. Unos rivales de toda clase, desde los más modestos, pasando por cañoneros como Khachanov o la élite como Medvedev o Sinner. Tan sólo ante el italiano -cuyo caso de dopaje sigue coleando- cedió un set en la final.
Dio igual. Ni siquiera perder la primera manga derribó la fortaleza mental y tenística con la que Alcaraz ha regresado a las pistas. Fue capaz de darle la vuelta al resultado y de conseguir la tercera victoria de este curso ante el número 1. De seis partidos que ha perdido Sinner este año, tres de ellos han sido ante el español. Un dato esclarecedor porque esta es la lucha del presente y del futuro.
Lo más llamativo llegó al término de la final. Mientras Alcaraz celebraba el título, Juan Carlos Ferrero se echó a llorar. Algo extraño, porque el entrenador nunca había mostrado tanta emoción en un momento así, ni siquiera cuando su pupilo ha conseguido un Grand Slam. Tratándose de un ATP500, estaba claro que algo había detrás.
Estas lágrimas fueron el fiel reflejo de todo lo que había sucedido en los últimos tiempos. Hacía un mes, Carlos Alcaraz apenas cogía una raqueta. Pocos días y mucho trabajo después, se encontraba de nuevo levantando un título.