Andrea Motis o el triunfo de la sencillez en el jazz: "Lo interesante es lo que tienes de diferente"
La saxofonista, trompetista y cantante, de 28 años, repasa su exitosa y abultada carrera antes de actuar en el Festival de Jazz de Madrid.
24 noviembre, 2023 02:23Su figura se engrandece cuando toca la trompeta o el saxo y su presencia se propaga como un tenue ardor cuando su voz entona alguna letra, sea propia o no. El mítico compositor Quincy Jones, con quien ha colaborado, dijo que le recordaba a tres de sus colegas de oficio: a Harry Sweets Edison y Johnny Hogdes por su pericia con los instrumentos y a Billie Holiday por su forma de cantar. Bajo la tutela de estos ídolos, Andrea Motis se ha labrado un enorme hueco en el panorama jazzístico actual, tanto español como internacional.
Y lo ha hecho sin prisa, con constancia y partiendo de una máxima o de un "denominador común", como define ella: la sencillez. Esta barcelonesa de 28 años lleva desde los 11 entregada a la música, pero no le importaría dedicarse a otras cosas como la educación o la cosmética natural. Quizás por eso, por tener otras aficiones, el jazz es una forma de vida orgánica e intercambiable. Este género le brota a borbotones desde que se introdujo de la mano de Joan Chamorro y la banda de Sant Andreu, su barrio en la capital catalana.
Motis recuerda en conversación telefónica con EL CULTURAL ese origen y esas equiparaciones con titanes del gremio mientras cuida de su segundo hijo, de apenas dos meses (el otro tiene tres años). Promociona a la vez en estos días la banda sonora de Saben Aquell, la película de David Trueba sobre el humorista Eugenio, y prepara su próximo concierto en el Festival de Jazz de Madrid. Será este domingo, 26 de noviembre, y estará acompañada de la Camerata del Conservatori del Liceu. Allí repasará parte de esa trayectoria que nació "más de tocar que de escuchar" y siempre con una "mano amiga": la de Chamorro, descubridor y guía.
"La música se asemeja a los idiomas. Tiene mucho más sentido aprenderla de oído que de teoría", cavila sobre esa temprana formación en un estilo minoritario, alejado de las radiofórmulas o las citas multitudinarias. Andrea Motis, con más de una decena de discos publicados, acepta que ha ido evolucionando, pero también cree que en su primer álbum ya se podía apreciar lo que es como música. "Ahí está la esencia", indica. Con el tiempo, no obstante, ha ido moldeando sus creaciones. La joven ya atesora una amplia colección de temas escritos por ella y de clásicos versionados. Y se atreve con el castellano, el catalán, el inglés o el portugués.
Se nutre de cada una de estas lenguas -y hasta de la alemana, pues su pareja, el violinista Christoph Mallinger, es austriaco- igual que de cada tipo de canción. "Me encanta lo brasileño o la música clásica, pero me gusta añadir diferentes canciones, aunque no sean de una sola categoría", comenta, aludiendo a El mal querer de Rosalía, entre otras obras maestras. "Parte de la gracia de mis actuaciones es la reinterpretación de otros", apunta. Se podrían enumerar aquí las versiones de Ella Fitzgerald y su Summer Time, de Hallelujah de Leonard Cohen o incluso del Mediterráneo de Serrat.
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Andrea Motis, sin embargo, no quiere tomarse muy en serio y niega frontalmente la calificación de "niña prodigio", a pesar de que su currículo deja boquiabierto a cualquiera. Ya antes de los cinco lustros de existencia se la rifaban en salas como la Blue Note de Japón o el Lincoln Center de Nueva York y en 2017 firmaba Emotional dance con Impulse!, el sello estadounidense que editó títulos como A love supreme de John Coltrane. Su evolución ha sido meteórica y le ha hecho plantearse en ocasiones esa exposición, ese afán.
Ha destilado una respuesta que va a contracorriente: "No se necesita pasar por un trauma o sufrir para alcanzar la excelencia. Yo prefiero tener una relación sana conmigo misma y ver el jazz como el lenguaje donde me siento como en casa", reflexiona al preguntarle por el mito de la autoexigencia extrema que se achaca al arte o al deporte en esos niveles. "Prefiero partir de la libertad y explorar. Creo que la educación tradicional se ha dedicado más a corregir que a potenciar", sopesa Motis.
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"El objetivo, en mi caso, es trabajar lo sutil", defiende la artista, que rehúye de la "intensidad" a favor de "la paz, la tranquilidad". "Siempre nos emocionamos escuchando lo que se asemeja a nuestras historias. Y uno llora o ríe con cada composición que le recuerda a algo. Mi búsqueda en los últimos años es poder compartir la verdadera belleza, aunque suene abstracto", anota. Para eso, trata de mantener esa dedicación y voluntad con la que ve la profesión, pero también extenderlo a otras aristas vitales.
Una de ellas, ya mencionada, es la de la crianza. Otra es la de cuidarse para estar descansada y poder desprender esa energía que pretende repartir sobre el escenario. "Lo que más me identifica es la sensación de responsabilidad ante cada actuación. El vínculo con el público es muy potente y quiero estar en plenas facultades", arguye, insistiendo en esa sencillez que a ratos roza lo jipi y alejándose de esos modelos a los que siempre aspiraba y con quien se la compara desde hace años. "Es un regalo y el mayor piropo. Yo al principio intentaba copiar a las grandes figuras, pero luego te das cuenta de que lo realmente interesante es lo que tienes de diferente", zanja.