Manolo Valdés (Valencia, 1942) aterrizó anteayer en Madrid y todavía sufre jetlag neoyorquino. Aun así recibe a El Cultural en la sede madrileña de la Opera Gallery de la calle Serrano fresco, sereno y con ganas de hablar.
Hace una década que no exponía en la capital y casi veinte años desde su retrospectiva en el Museo Reina Sofía en 2006, pero el artista valenciano a sus 82 años sigue en buena forma. Para él, el arte "es una enfermedad, una obsesión" y todavía no ha sido capaz de quitarse ese veneno creativo que le corroe.
Afincado en Nueva York, Valdés ha venido a presentar Allegro, una exposición de más de 40 piezas "llena de caprichos", en la que vuelve a mostrar ese diálogo artístico con los maestros de la pintura. Desde que fundó el colectivo Equipo Crónica junto con Rafael Solbes y Juan Antonio Toledo en los años 60, y posteriormente en solitario, el valenciano ha reinterpretado y resignificado las obras de Velázquez, Goya o Matisse, dotándolas de contemporaneidad y tridimensionalidad.
Porque para el Premio Nacional de Artes Plásticas (1983) su pintura "viene de la escultura" y solo de esta forma ha podido continuar explorando en una de sus obras más icónicas, los retratos de reinas e infantas, especialmente los de Mariana de Austria y la infanta Margarita del Museo del Prado.
Valdés asegura que no le preocupa que su obra se base en la reiteración, aunque cada vez utilice materiales tan dispares como la cerámica, el vidrio o la resina. "¿Por qué he vuelto a traer un tema que a muchos les fastidia? Porque me siento libre, hago lo que quiero y soy mayor". Con esa misma actitud, esa misma libertad, el artista no duda en dar su sincera opinión sobre ARCO, España, la censura. Y sobre lo que le echen encima.
Pregunta. Me imagino que está recién aterrizado de Nueva York, ¿cómo se siente al volver a Madrid, después de una década?
Respuesta. Me encanta volver a Madrid. He tenido durante muchos años casa aquí, ahora ya no. Pero Madrid es el punto de partida de mi trabajo. El primer sitio donde yo aprendo. Es una ciudad muy bonita. Los amigos en Valencia siempre decían, y yo lo comentaba con Antonio Saura y otros artistas de mi generación que vivían aquí,"en Madrid tenéis la obligación de pintar mejor, porque tenéis el Prado, nosotros no tenemos nada".
P. Si no me equivoco, es uno de los padrinos de esta sede madrileña de Opera Gallery. ¿Qué relación mantiene con la galería?
R. Esta galería tiene características que no tienen otras galerías parecidas en Madrid, con lo cual, viene a sumar. Es una galería que trabaja en muchos países del mundo, con distintas monedas, idiomas, distintas culturas y legislaciones. Así que, bienvenida sea. Madrid tiene que estar contenta de tener galerías como Opera Gallery. Es la primera vez que la veo físicamente. Es muy bonita, la luz es buena. Son muy buenos profesionales, la que dirige la galería es una vieja amiga... Me siento como en casa.
P. Parece que la ciudad está viviendo una época dorada de galerías de arte, con más oferta que nunca. Usted tiene una visión más internacional, ¿cómo cree que se valora Madrid, y España en general, como exponente artístico más allá de nuestras fronteras?
R. Este país nuestro ha dado muy buenos productores, pero muy pocos empresarios. Hablo de este terreno. Si yo pienso en el siglo XX, del que yo participo, pienso en que Picasso tiene que irse fuera, Dalí, González, Miró. Luego al año siguiente Tàpies, Chillida, luego los que vinimos después, Saura, Barceló, Plensa. ¿Cómo se explica que habiendo productores no haya empresarios? Me he cansado de oír: "es que aquí no hay mercado". Es una reflexión básica que no se hace. También creo que la gente tiene una resistencia a que aparezcan otras cosas. Yo he visto esa resistencia con respecto a esta galería, que no puede exponer en ARCO.
P. ¿Por qué motivo?
R. No lo sé. Bueno, sí lo sé. Porque ARCO tiene como anomalía que haya galerías profesionales que deciden quién puede exponer o no. Con lo cual me imagino que no quieren competencia. Es decir, esas anomalías frenan el desarrollo. En el sentido de que creo que todavía nos falta ser más neutrales y saber que hay cosas diversas. Cuando se habla tanto de diversidad, hay que practicarla. Tanto los museos en general como estas instituciones terminan siendo poco neutrales. Creo que eso es parte de lo que hace que nosotros tengamos un cierto lastre.
»Conozco el mundo de los coleccionistas y hay tantos coleccionistas que tienen que irse a comprar fuera artistas españoles porque no tienen una oferta de ellos aquí. No se entiende. Parece que el sentido común que se aplica en el comercio o la industria no se aplica en esto. Parece que tenga un status diferente y no es así. Los artistas en el estudio tenemos el derecho y la obligación de hacer lo que queramos, pero el mercado también tiene sus normas. Y habrá que ser más respetuoso son ellas.
P. ¿Cree que se valora más a los artistas españoles fuera?
R. No, yo he vivido en España y he hecho una exposición en el Guggenheim, en el Reina Sofía, he expuesto en todas partes, me han dado el premio Nacional... No tengo ni una queja. Y cuando veo a mis compañeros que han tenido cierto desarrollo también lo tienen todo. Estoy encantado con este país, pero también tengo el sentimiento de que es hoy un lugar más sectario.
»En el sentido de que, ¿cómo es posible que cada director de una institución, cuando asuma el puesto—como el IVAM de Valencia o el Reina Sofía—, cambie su política? Claro que siempre hay una influencia diferente, pero hay que ser más neutral. Hay muchas voces diferentes y el que dirige esas instituciones públicas tiene que tener un grado de neutralidad y no puede imponer sus gustos, porque la gente somos muy variada.
»Ejerzamos un poco más esa libertad. Cuando me dicen aquí en esta galería que no puede exponer en ARCO, pienso: ¿Por qué? ¿Cuál es la razón? Es tan insensato porque el resultado es no crecer. Y no oyes ni una voz. Se ha perdido con respecto a la época en que, cuando España estaba en una situación anómala, peleábamos mucho por la globalización. Se ha perdido mucho de esa batalla. Hay cosas que no entiendes cómo no reflexionan los medios. ¿Hay alguien que pensaría que una galería como esta, que trabaja con 14 países del mundo, no tiene derecho a estar en una feria de tercera categoría?
P. Sobre esa época que comenta, quería preguntarle por Equipo Crónica, porque en ese momento surgió como un movimiento artístico contra la represión franquista. Ahora son tiempos distintos, vivimos en democracia, pero se habla más que nunca de censura y autocensura.
R. La sociedad está más polarizada. Los que hemos vivido otras épocas, en las que se peleaba por sus libertades con una mayor unidad porque había un objetivo, que era derribar al que nos impedía comportarnos con la normalidad del resto de Europa. Que ahora me pongan buena o mala cara en función de lo que diga, en función de a quién consideran que represento o a qué partido piensan que voto, eso es una falta de libertad.
»Yo puedo decir lo que quiera, debo hacerlo. He peleado mucho por la libertad, como para no decir lo que quiera, sea progresista o reaccionario. ¿En qué nos vamos a convertir? ¿Ahora resulta que la censura y la represión que padecí, tengo que volverla a padecer? Pues no me gusta. No me gusta tener que pensar qué decir depende de con quién hablo, qué tengo que decir si voy a Cataluña, al País Vasco, a Madrid o a Valencia.
P. ¿Qué papel cree que puede jugar el arte en todo esto? ¿Sigue siendo una herramienta de transgresión?
R. El arte sigue siendo lo mismo y siempre ha sido lo mismo. Cambia de forma, afortunadamente, porque imagínate si siempre estuviéramos los mismos y no hubiera gente nueva que hace cosas diferentes. No vamos a estar haciendo las exposiciones los mismos.
»En eso se equivoca la gente que le da pena que una galería como esta vaya a ARCO o abra una galería en Serrano. Hay gente para todo. ¿Hay alguien como consumidor que eso le moleste? Seguramente muy pocos, sin embargo, sí molesta a los que están establecidos. Hombre, pues que venga todo el mundo, nuevas galerías y diferentes, como esta y como otras. En eso es lo que perdemos.
»Ahora, Madrid es una ciudad más abierta recibe parte de sus bienes, la gente no se va a otros lugares donde tiene más dificultades. Eso es una de las grandes ventajas de esta ciudad. Cuando yo era pequeñito no era la ciudad más abierta, todos íbamos a Barcelona. Todo cambia, afortunadamente. Pero creo que se han perdido muchas cosas, o algunas. Insisto en que el ejemplo que yo he tenido y la experiencia personal que he tenido, porque trabajo con esta galería, es que no sé donde está el hecho de que no tenga que venir gente a hacer algo nuevo. Esa es la pequeña queja que también veo en gente de mi generación.
»¿Cómo puede ser que medios de comunicación que han sido bandera del progreso y que han ayudado tanto a este país no pueda resistir que un colaborador como Savater diga algo en contra de lo que dice el periódico en el que escribe? Esa basura a mí me duele. No se puede soportar. De mí los medios, incluido ese, han dicho maravillas y han dicho basura. Y no por eso dejaba de leerlos. No se me ha ocurrido nunca represaliarlos. Cuando he visto que a Savater le echan porque ha dicho una cosa contra el medio, de verdad que se me pone mal cuerpo.
»Es una cosa muy grave. Y también, lo que me molesta es que en otro momento histórico mucha gente se hubiera levantado. Veo que hay menos opinión. Es inaceptable que estas cosas ocurran. El sectarismo, la falta de neutralidad que se ve en museos y ferias. La gente es muy diversa y hay que ser más generoso y neutral.
P. Hablando ahora de su trabajo, siempre ha insistido en el mismo tema, la revisitación de los clásicos. ¿Cómo ha cambiado su mirada hacia Velázquez, Matisse, Goya desde los años 60? ¿Qué cosas puede ver ahora que antes no percibía?
R. A medida que pasa el tiempo uno relee las cosas de otra manera. La reina Mariana, que es algo que mucha gente se ha fijado en ello de forma positiva o negativa. ¿Otra vez?, pues sí, vuelvo a ella. Porque me siento libre, hago lo que quiero y soy mayor. (Risas). Tengo mis caprichos y cogeré la Reina Mariana siempre que piense que puedo hacerla de una manera distinta. Cuando miras las de antes y las de ahora son diferentes. ¿Mejor o peor? No lo sé, pero son diferentes.
»Comento determinados cuadros desde la especificidad de la plástica de la pintura, no los cuento ni los escribo. Si encuentro otra manera de hacerlo, si de repente veo una vidriera, y pienso, ¿podría incorporar esto a la obra de Velázquez? Van apareciendo nuevas formas que hacen que mi discurso se haga más grande, porque al final solo tengo una cosa. Quiero hablar sobre ese tema. Los que hacen cine tienen la suerte de contar mucho sobre algo. Yo tengo muchas limitaciones y me tomo mi tiempo.
»En este caso, ¿por qué he vuelto a traer un tema que a muchos les fastidia? Precisamente por eso, porque soy libre. La impresión que he tenido al entrar en la exposición hoy es que está llena de caprichos que me doy a mí mismo. Está hecha sin estrategias, sin pensar en qué se puede o no decir. A medida que pasa el tiempo, soy más libre.
P. Y tras tantos años de oficio, ¿cómo mantiene ese impulso creativo vivo?
R. Yo creo que es una enfermedad, es una obsesión. Lo hablo con amigos que tienen las mismas obsesiones y manías. Estás en ello, es lo tuyo. Yo no puedo vivir sin ello. Es una deformación, una locura. Lo que sea. Pero ahí estoy. Continúo yendo al estudio a la una de la mañana. El día que no voy, me da pena. Y precisamente tengo que aprender a que me dé menos pena. Ya que pasa el tiempo y pierdes energía. Me río con algunos amigos, como Vargas Llosa, que dice que ya no va a escribir ninguna novela. Seguro que está escribiendo ya una. Lo mismo me ocurre a mí.