Las lámparas de la ciudad
Francisco Mangado es el autor del nuevo estadio de Palencia
22 febrero, 2007 01:00Vista del estadio de Palencia
"La arquitectura más que nunca requiere de un tiempo de reflexión que se traduce en ‘densidad’, en ‘intensidad’ de proyecto. Frente a una aproximación superficial y caligráfica, la investigación concreta y específica de cada pieza de arquitectura resulta ser el único antídoto. Categorías como el ‘espacio’, el ‘programa’ y la elaboración ideológica sustentada por los aspectos materiales son los crisoles donde es posible el análisis y la propuesta con contenidos de alto interés". Con estas palabras presenta Francisco Mangado su trabajo. Actualmente tiene en producción importantes proyectos públicos y será el arquitecto cuyo pabellón representará a España en la Exposición de Zaragoza en el ya inminente 2008. La evolución de su trabajo muestra una firme dedicación y perseverancia hacia una altísima calidad arquitectónica, sin contaminación retórica y con voluntad de servicio. Sus edificios abarcan gran variedad de usos y tipologías, desde las residenciales hasta magníficos ejemplos de arquitectura industrial. Su más reciente trabajo se vuelca en los edificios y espacios públicos, en los que su responsabilidad es aún mayor.La mejor arquitectura deportiva de los últimos años se está desarrollando en estadios de tamaño mediano como el que construye Eduardo Arroyo en Baracaldo y éste en Palencia de Francisco Mangado. Son edificios que quieren mantener su condición urbana, pertenecer a la ciudad. Se alejan de las grandes moles infraestructurales que fue la corriente dominante para producir estos equipamientos. Así los estadios de Lamela para el Real Madrid, y la Peineta de Cruz y Ortiz representan los mejores ejemplos de este tipo de arquitectura deportiva. En ellos predomina al estructura desnuda, ambos muestran sus esfuerzos estructurales como elemento de expresión, y sus formas se desligan de su entorno para servir únicamente al espacio deportivo.
El estadio de Palencia, al igual que el mencionado de Arroyo, confía en llegar a pertenecer a la ciudad. Se sitúa en un entorno residencial y no sólo por ello quiere acomodarse a la escala del contexto. Además, quiere participar de la actividad. Mangado entiende con buen criterio que un estadio no puede quedar muerto seis días a la semana, y que al ocupar un espacio público debe devolver a la ciudad algún servicio. Esa voluntad de recuperar su vocación ciudadana se pone de manifiesto en este proyecto al primar en el diseño el perímetro como fachada, como "escaparate urbano" lo define Mangado. Todo el primer nivel de acceso está ocupado por unas magníficas oficinas y espacios públicos que permiten mantener la actividad del edificio y optimizar el esfuerzo en infraestructuras sin que el conjunto pierda escala o monumentalidad.
El edificio se integra por lo tanto en la ciudad y su tamaño, ciertamente grande, sus torres y su singular materialidad, no suponen impedimento para ello. El estadio se compone en cuatro bandas superpuestas que rodean la caja que conforma el terreno de juego del interior. Esos cuatro órdenes aportan una escala distinta, enmascarando sus estructuras y grandes vuelos entre las veladuras de una elegante piel de aluminio perforado que deja entrever el interior atravesando sus pliegues. La sección es clara e inteligente. Un basamento comercial y de oficinas, transparente y permeable, sobre el que se superpone en movimiento una piel continua a base de ángulos que juegan con la percepción. Tras estas pieles, unos corredores perimetrales dan acceso a la grada desde la parte inferior, toda ella cubierta por un elemento ligero de la misma familia material. Las circulaciones paralelas y superpuestas resuelven con naturalidad los complejos movimientos de personas. Mangado rompe las esquinas de la caja para injertar un nuevo elemento que sesga el aire de la ciudad e irrumpe con sutil violencia en el orden del conjunto. Son una llamada de las circulaciones, ya que sus accesos principales son por las esquinas, y su elemento de identidad. Necesarias además para iluminar el campo de fútbol, pueden ser vistas a varios kilómetros de distancia, apelando así a su carácter simbólico y monumental. Las torres tienen luz propia, y su forma, posición y tamaño las convierten en protagonistas del conjunto.
El nuevo estadio de Palencia es un ejemplo de equilibrio entre la razón funcional y la emoción estética, al dotar Francisco Mangado a la arquitectura de las necesarias dosis de pragmatismo y de audacia.