Canal en superficie
Generaciones 2013
1 marzo, 2013 01:00Vista de la exposición
Así, el leitmotiv de esta Generaciones 2013 encaja bien con lo expresado por Camus en Un razonamiento absurdo cuando habla de que para Husserl y los fenomenólogos: "El pétalo de rosa, el mojón kilométrico o la mano humana tienen tanta importancia como el amor, el deseo o las leyes de la gravitación. Pensar no es ya unificar, hacer familiar la apariencia bajo el rostro de un gran principio. Pensar es aprender de nuevo a ver, a estar atento; es dirigir la propia conciencia, hacer de cada idea y de cada imagen, a la manera de Proust, un lugar privilegiado. Paradójicamente todo está privilegiado." Similar paradoja parece actuar como guía de esta colección de esfuerzos diversos en la acción de rascar, excavar, explorar y perforar las superficies de las construcciones de la cultura y economía de las últimas décadas. Una serie de obras que atienden...
Vista de la exposición
Y objetos: Como los útiles de gimnasia donde Elena Alonso (1981) encuentra mediante su caricia/retoque dibujístico, su reverso y tensiones internas en un intenso trabajo que se insinúa inquietante y cortaziano. Otro mundo que está en éste se revela en la obra de Julia Spínola (1979), una frase construida con cosas del ámbito cotidiano y doméstico (zapatos, café, molde de arroz...) que son derramadas sobre el suelo con el azar como aliado: el desparrame y la visión cenital originan el vértigo de lo infraleve. Luego está la propia pintura como materia, cientos de kilos de ella extendida y puesta a secar se convierten en el material de las pictoesculturas de Guillermo Mora (1980), pintura pura compactada y replegada sobre sí misma hasta ser reducida al mínimo espacio matérico, sintetizada en una pequeña pieza disimulada. En paralela línea encontramos los cómics que Martín Vitaliti (1978) recorta por viñetas según afinidad y que terminan por componer un gran collage de múltiples personajes y resonancias con la desaparición y el andar perdido como protagonistas.
Muchos de todos esos factores confluyen en la rara y genuina obra de Teresa Solar (1985), que reflexiona sobre el sentido de lugar en el relato de ficción y los espacios intermedios entre el artificio y la realidad, en una potente propuesta de ir más allá de la ceguera causada por la luz extrema de lo que vemos y la oscuridad de lo que no alcanzamos a ver, a fin de alcanzar otros planos de realidad.
En suma una exposición que cosecha con éxito frutos nuevos de la plástica actual (donde destacan Solar, de Andrés, Molinos Gordo, Spínola, Alonso, Mora), conducida por esa idea de desvelar, horadar, rascar, perforar y acariciar también la superficie del mundo para poder volver a pensarlo, ahora que se derrumban sus viejas-nuevas fachadas. Lo único que quizá echamos en falta es que se desate de lo razonable cierto humor contenido, acaso cierto experimentalismo, que suelte una gran carcajada que retumbe en la sala de exposiciones de la obra social de una caja de ahorros y monte de piedad.