En 1853, el comodoro Perry llegó a las costas del país del sol naciente para abrir a la fuerza las fronteras de una nación que había permanecido aislada durante más de doscientos cincuenta años. El shogunato Tokugawa, desde principios del siglo XVII, había mantenido una política extrema que supo mantener a raya no solo la colonización de las grandes potencias europeas, sino la propagación de religiones semíticas e ideas revolucionarias.
Pero Perry, con el poderío de la marina estadounidense a sus espaldas, puso fin a todo aquello, obligando al shogun a maniobrar para no ser arrasado por el ímpetu de unas potencias que, en términos efectivos, venían del futuro. El cambio de mentalidad del país encontró una fiera contestación en la casta samurái, que veía con abierta hostilidad el advenimiento de un nuevo modelo social que amenazaba con diluir sus privilegios después de siglos.
Rise of the Ronin concentra su historia en un período de quince años a partir de la llegada de los barcos negros, un momento crítico en la historia de Japón que ha pasado a denominarse en las historiografías como Bakumatsu y que supuso la transformación del país de una dictadura militar feudal a un imperio moderno gracias a la restauración Meiji. Durante estos años, un shogunato agonizante y completamente desautorizado por la apertura forzosa de las fronteras trató de pilotar el proceso ante el surgimiento de fuerzas nacionalistas que abogaban por su aniquilación.
Nuestro protagonista es criado en un pueblo de las montañas junto a su mellizo de la espada, dos cuerpos entrenados para funcionar como una sola unidad de élite, versados en tácticas de subterfugio e infiltración y letales en el combate directo. La apariencia de ambos es completamente personalizable.
Durante una misión para asesinar al comodoro Perry, el americano es socorrido por un misterioso ninja de máscara azulada y los mellizos se ven obligados a separarse. Años más tarde, nuestro protagonista llega a Yokohama y rápidamente establece una relación con Ryoma Sakamoto, un aventurero tras la pista del maestro Shoin Yoshida y sus discípulos, los únicos capaces de imaginar un destino diferente para el país.
En muchos aspectos, Rise of the Ronin es la culminación de las ideas que el estudio ha planteado tanto en Nioh como en Wo Long: Fallen Dinasty aplicado a un formato de mundo abierto que bebe a partes iguales de Ghost of Tsushima, Assassin’s Creed y The Legend of Zelda: Breath of the Wild. Nada en su apartado mecánico es especialmente innovador o sorprendente, pero sí muy solvente.
Son ideas que han sido puestas en práctica ampliamente con anterioridad y su eficacia está fuera de toda duda, lo que ha permitido al estudio ejercitar sus músculos narrativos. A diferencia de sus títulos anteriores, Rise of the Ronin deja completamente de lado los elementos fantásticos, tanto mitológicos como folclóricos, para desplegar una ficción histórica que se permite ciertos detalles vistosos y mucha libertad con la caracterización de sus figuras, pero que nunca cede a sus impulsos más coloridos.
Con un arsenal visual más comedido, la historia ahonda en los diálogos para exponer un complejo tapiz que relata los principales acontecimientos de la época. Más de un centenar de personajes intervienen en la trama y la gran mayoría establecen relaciones directas con el personaje principal, obligando al jugador a hacer un esfuerzo extraordinario, sobre todo en el tercer acto, para mantenerlos identificados en el devenir de los acontecimientos.
El juego se divide en tres capítulos que comprenden tres zonas distintas: Yokohama y sus alrededores, Edo (Tokio) y Kioto. El estudio se ha tomado ciertas libertades con las dos primeras, ya que en poco más de ciento cincuenta años las cosas han cambiado muchísimo, pero Kioto es perfectamente reconocible y cualquiera que haya visitado la antigua capital apreciará las misiones ambientadas en el templo de Kiyomizudera o en el castillo Nijo.
La arquitectura de Yokohama, por el contrario, se distingue por su marcada influencia occidental, con edificios de ladrillo y piedra y una considerable ausencia de pagodas. Aunque varían en tamaño, los escenarios son gigantescos y para recorrerlos el estudio ha dispuesto herramientas diversas, como un caballo, un gancho (a lo Sekiro) y una especie de parapente desplegable (a lo Zelda) que nos permite planear distancias enormes que sacan el máximo partido a la verticalidad tanto de la arquitectura como de la orografía.
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Donde el juego sufre especialmente es en su apartado visual. Con un sistema de combate tan visceral, que prioriza los reflejos para poder hacer los desvíos, el modo rendimiento a 60 fps es casi imperativo, lo que desemboca en una presentación que desdice su condición de exclusivo de PlayStation 5. No hay manera de justificarlo. Es un juego muy sobrio repleto de defectos gráficos que se apoya en un motor que apenas ha experimentado cambios en el último lustro.
Lo que más llama la atención durante las primeras horas es cómo las calles de Yokohama están prácticamente vacías. No es que sea necesario poner en pantalla las enormes muchedumbres de Assassin’s Creed Unity (2014), pero es algo que desde luego rompe la ilusión de urbe cosmopolita en permanente estado de efervescencia que el juego, por otros medios, intenta trasladar.
El estudio lo intenta compensar con una dirección artística acertada, pero sin el espectáculo fantasioso de títulos anteriores, las vergüenzas del motor quedan al descubierto. No es óbice para el disfrute del título, pero qué duda cabe que parece un juego de otro tiempo.
Rise of the Ronin es una epopeya histórica que examina uno de los periodos más intensos y determinantes de la historia de Japón. A lo largo de 40 horas, el jugador navega las traicioneras aguas entre un shogunato decadente y unos rebeldes ultra nacionalistas que abogan sin rubor por una xenofobia radical. Salvo Ryoma Sakamoto y Shoin Yoshida, que el juego encumbra como figuras heroicas sin ambages, el resto de personajes chapotea en un fango moral mucho más viscoso.
Team Ninja ha dado un paso de gigante en sus ambiciones narrativas, con unos diálogos preponderantes y un acercamiento al rol de corte occidental donde en ciertos momentos las decisiones a la hora de apoyar una facción frente a la otra determinan el curso de los acontecimientos.
Por lo demás, es un título de mundo abierto muy solvente, que no se arriesga ni hace grandes experimentos, apoyado en un sistema de combate marca de la casa: rápido, exigente en sus desafíos y muy satisfactorio. Posee contenido secundario para aburrir y si no fuera por el manchurrón de su apartado visual, estaríamos hablando de un juego que se podría recomendar sin reservas. A pesar de todo, es un título notable que hará las delicias de todos los interesados en la ficción histórica japonesa.