Se acaba de presentar el Festival de Granada del próximo junio y julio. Será el quinto y último programado por Antonio Moral. Nada más tomar las riendas, en 2020, le cayó encima la pandemia, con su cierre de teatros, pero se las arregló para dar en Granada el primer concierto con público de la Europa del covid y traer a las superestrellas (Barenboim, Sokolov, Argerich, Leonskaja, Afkham...) que estaban en sus casas esperando la llamada de alguien que tuviera un teatro viable, en este caso el Palacio de Carlos V de la Alhambra, que tiene la ventaja de ser al aire libre.
A aquello le siguieron tres ediciones de éxito, según el sentir general. La principal aportación de Moral al Festival de Granada es, a mi modo de ver, el haber adoptado seriamente la institución del compositor residente. Las del Festival de Granada no son residencias menores, de un estreno y un par de reposiciones, sino verdaderos retratos de compositor. Tras las residencias de Mauricio Sotelo y Tomás Marco, se anuncia este año la de José María Sánchez-Verdú (Algeciras 1968) de quien se interpretarán doce obras de todos los géneros, desde la canción de concierto a la música sinfónica.
Cinco de esas obras son estreno, de los que cuatro han sido escritas por encargo del Festival. Además, en los Cursos Manuel de Falla, que tienen lugar paralelamente al Festival, el compositor residente coordinará el curso "Poéticas de la creación actual".
[Sánchez-Verdú: las yeguas que me llevaron...]
Si componer es una forma de escuchar, en el caso de José María Sánchez-Verdú la escucha ocurre en dos direcciones. Sin dejar de dirigirse hacia dentro —o, quizá por ello mismo— se abre hacia fuera, a los mundos sonoros de alrededor, a los que requiere a menudo a otros escuchadores. Igual que les pasa a los místicos, tan de su gusto, la búsqueda obsesiva de un espacio interior acaba desembocando en la exploración de espacios exteriores, ínsulas extrañas de diverso tipo a las que Verdú nos convoca.
Por eso resulta tan apropiado, y tan prometedor, que su participación en este Festival de Granada no se sustancie en conversaciones con contertulios ilustres, más que en discursos unipersonales. Verdú estrenará un comentario con su misma instrumentaicón al célebre Concierto para clave (o piano) y cinco instrumentos de Manuel de Falla y conversará también con los compositores a los que en su día convocó el propio Falla: el Victoria del Tantum ergo y el Vásquez de De los álamos vengo.
La búsqueda obsesiva de un espacio interior acaba desembocando en la exploración de espacios exteriores
El quinteto, que es de lujo, lo dirige Benjamin Alard desde el clave y a la conversación está convocado también Israel Galván, quien se expresará bailando sobre este Falla austero y universal. ¡Cómo no buscarse una silla en esa tertulia!
Granada 204 incluye otras seis o siete veladas con Verdú de anfitrión: la conversación con Schubert, en la que actuarán de mediadores el Trío Arbós, los cuartetos Gerhard y Cosmos y la soprano Katharina Konradi; la que protagoniza el Haydn español de Las siete palabras de nuestro Redentor en la cruz, encargo de la Santa Cueva de Cádiz, que será mediada por Aaron Zapico y la Academia Barroca del Festival; la cinematográfica sobre el Murnau de Nosferatu, que se proyectará mientras la Orquesta y Coro Ciudad de Granada, con Verdú en el podio, hacen sonar en vivo la música que el compositor escribió ad hoc; y una velada Lorca, dos de cuyos poemas fueron musicados por el joven Verdú y serán cantados por la soprano Raquel Lojendio.
Además, Verdú tendrá dos conversaciones con el espacio y el tiempo en cuanto entidades musicales: la protagonizada por su décimo cuarteto de cuerda, Barzaj, que significa istmo y tocará el cuarteto de los hermanos Schumann, y Khôra, un enorme círculo espaciotemporal al que están convocados Platón y Derrida con la mediación los cuatro saxofones del SIGMA Project y el acordeón microtonal de Iñaki Alberdi.
Por lo demás, el Festival de Granada tiene todo lo que se espera de él: grandes artistas, algunos nacidos a la fama en Granada, como el director finlandés Klaus Mäkelä. Hay una procesión de grandes pianistas (Schiff, Argerich, Leonskaja y Floristán, entre otros, con Paul Lewis como intérprete residente), grandes orquestas como la Filarmónica de Viena o la Nacional de España, y orquestas jóvenes, como la Freixenet de la Escuela Reina Sofía, que dirigirá Schiff. Como es tradición, habrá además danza, flamenco, jazz y, esta vez, también fado.