Casi siempre intento no perderme a Pere Arquillué cuando actúa en Madrid, pero verlo en El cuerpo más bonito que se habrá encontrado nunca en este lugar ha cubierto con creces mis expectativas.
Se apoya en el texto con el que Josep Maria Miró ganó el Premio Nacional de Literatura Dramática en 2022, una joya literaria sobre una historia terrible que podría haber caído en lo escabroso, pero que el autor deriva hacia lo poético y explota en escena con gran belleza e intensidad de la mano de este prodigioso actor.
No quiero destriparle al lector el argumento de la pieza, me lo agradecerá si va verla. Ya se ha encargado Miró de calibrar con precisión todas las capas de significado de este texto, que son muchas, y de dosificar milimétricamente la información durante la representación para que el espectador vaya recomponiendo el trágico episodio que rompe la rutina de un pequeño pueblo, cuando un hermoso ángel trastorna la vida agraria y ordenada de sus habitantes.
Pretendo solo despejar un poco el camino hacia el teatro de La Abadía, donde se representa, para que el lector vaya al encuentro de Arquillué. Lo encontrarán sin máscara, sin vestuario, sin escenografía, bajo un único foco como si hubiera parado a echar un cigarrillo bajo una farola del pueblo.
El director Xavier Albertí con un instinto certero tiene la culpa de presentarnos con esta desnudez y desamparo al actor, está convencido que Arquillué puede decirnos este largo, terrible y hermoso monólogo de dos horas con distancia, contención y falta de exhibicionismo, sin descuidar todos los rostros y las voces que es capaz de revestir.
Es posible que haya espectadores a los que les cueste aceptar la convención teatral que el actor nos propone desde una posición, digamos, brechtiana; somos un público rendido a la emoción.
A mí me enganchó desde el principio, me inquietó cuando no lograba encontrar la pieza del puzzle que me permitía seguir la historia; me maravilló ver y oír todas esas voces, esas respiraciones, esos personajes que salían de un solo actor; quedé tocada al final, casi incapaz de brindarle una ovación cerrada.
No es travestismo lo que Arquillué hace, ya que su capacidad transformista resulta muy orgánica en él, parece un ser de otra raza. Su rostro se borra milagrosamente cuando cambia de personaje y con la misma facilidad le asoma una faz distinta, casi irreconocible de la anterior, con tan solo pronunciar las palabras con las que presenta al nuevo. Parece magia, brujería...
Miró presenta la pieza como un ejercicio dramático de gran complejidad concebida para un solo actor o actriz. Perdería su sentido si los personajes se los repartiera un elenco, ha dicho el autor. Algunos han visto en ella un thriller, creo que tampoco es su intención (de hecho, deja el caso que plantea sin resolución), sino presentarnos un hecho y la relación de distintos personajes con ese hecho.
Por su hondura poética y su reflexión moral y política evoca Teorema de Passolini. La obra se representa dentro del ciclo organizado por La Abadia dedicado al dramaturgo catalán, Universo Miró, que incluye lecturas dramatizadas y representaciones de otro títulos del autor.
Ficha técnica
Teatro de la Abadía, hasta el 18 de febrero
Texto: Josep Maria Miró
Dirección: Xavier Albertí
Reparto: Pere Arquillué
Producción: Teatre Romea / Temporada Alta