Goytisolo

Goytisolo

Tengo una cita por Manuel Hidalgo

Luis Goytisolo, peligro de incendio

20 junio, 2019 16:38

"El mundo ha pasado por épocas peores; tan boba como esta, nunca". Chispas se cierra con esta cita de Ludwig Goitialone, pero no ponemos este nombre en negrita porque Ludwig Goitialone ni existe ni ha existido nunca. Es un alias de Luis Goytisolo (Barcelona, 1935): Ludwig es Luis en alemán; 'alone' es 'solo' en inglés.

Leído el libro, editado por Anagrama, y captado, por tanto, su punto de vista y su contenido, esta anécdota –la cita de Ludwig Goitialone– nos faculta para sacar petróleo de ella. Veamos. Es una broma, sí, en un libro cuajado de bromas sarcásticas. Es la última broma de un libro que opta por el humor, en vez de por la seriedad acongojada, como herramienta de análisis crítico de la sociedad. Goytisolo se autoparodia al "hacerse llamar" Goitialone, del mismo modo que parece, en más de una ocasión, autoparodiarse en los personajes de sus relatos. Goytisolo se oculta tras Goitialone para decir lo que piensa al igual que en el libro se oculta o se enmascara tras sus personajes, de manera que crea y se recrea en la duda (para el lector) de no saber a ciencia cierta si las actitudes desplegadas y las opiniones vertidas en el texto –sobre todo, obviamente, las más incorrectas y muy abundantes– les corresponden a aquéllos o al autor. La cita del supuesto Goitialone fija, además, muy bien dos cosas (esenciales) más: primera, que buena parte del sentido del libro se deriva de la comparación o el cotejo entre el presente y el pasado; segunda, que la época actual, susceptible de ser calificada con graves adjetivos de gran enjundia ética, filosófica o política, le merece a Goytisolo, por encima de todo, el calificativo de "boba". Y, en efecto, en mostrar y demostrar la bobería de tantos usos, costumbres, expresiones, fetiches, comportamientos y criterios actuales se afanan el libro y su autor en las treinta y seis escenas o estampas que componen, otra vez a modo de mosaico, Chispas.

He seguido con atención y he leído con sumo regocijo las últimas entregas de Luis Goytisolo, esto es, El atasco y demás fábulas (2016) y Coincidencias (2017) y, como él mismo ha confirmado, Chispas completa, de momento, un tríptico caracterizado, de un lado, por una visión satírica y demoledora de nuestro presente, y, de otro, por una estrategia narrativa basada en la brevedad de los libros y de sus piezas constitutivas, en el empleo de un humor inclemente, en la abundancia de diálogos, en prestar oído al habla de la calle en combinación con una irónica retórica y con un lenguaje literario culto y altamente expresivo. Es de suponer que, más temprano que tarde, se recogerán estos libros –y alguno más, si lo hubiere– en un solo volumen que, sin ser menores sus piezas sueltas, alcanzará la entonces más obvia categoría de pieza mayor como retablo, tan divertido como descorazonador, de nuestro tiempo. Algún día también se empezarán –si no han empezado ya– a hacer tesis sobre la desinhibida presencia (creciente) de la escatología –la caca, el pis, los pedos, el culo– y el sexo anal en la obra de Goytisolo. Aparecen, cuando menos se les espera, en varios episodios, pero también son el centro de relatos tan hilarantes como Pues sí, de lo más gracioso y Meditación, en los que el fuerte sabor a realidad es compatible, como tantas veces en Chispas, con el intenso aroma del absurdo. Y es que la realidad –esta realidad que vivimos– es, amén de boba, absurda, y ésta puede ser la conclusión que nos depara este libro, en el que se aloja agazapado y disimulando un desolador naturalismo.

Veamos cómo empieza el capítulo titulado Más de lo mismo: "El jardín, si el día era soleado, la ponía de buen humor nada más levantarse. El resplandor dorado de los tilos, de los setos, de los macizos de flores, tenía un indudable efecto euforizante, coreado y como ensalzado por el piar flirteante de los pájaros. Muy en especial los petirrojos, los más confiados en su calidad de ya antiguos vecinos. No tardarían en llegar las golondrinas que, ya en verano, utilizarían los cables del tendido eléctrico para iniciar en los secretos del vuelo a las todavía bisoñas crías".

¿Qué se habían creído ustedes? Faltaría más, Chispas cumple sobradamente –y lo digo guiñando un ojo– con los requisitos del buen gusto literario. Pero, como también en otros relatos, se irá produciendo en éste una doble subversión, del lenguaje y de la mirada, de manera que, en este caso, a partir del idílico despertar de una pareja de profesionales ilustrados que vive en una acomodada urbanización de las afueras, Goytisolo irá dando entrada al aspecto porcino de él, al rechazo de ella, al deterioro físico y espiritual causado por el paso del tiempo, al derrumbe del deseo sexual de ambos, a las desazones del trabajo oficinesco en la ciudad, a una rutinaria cena con bandejas ante el televisor y, de pronto, y fruto del mal humor, a una conversación sobre el mejor modo de hacer caca en el despacho o en un lugar público. Subversión, decía. Hay algo subversivo en Chispas, sí, algo que transmite ganas de salir e incendiarlo todo. ¿Por bobo?

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