Gran Fuente Prismática del Parque Nacional de Yellowstone (EEUU). Sus características recuerdan a las condiciones de la sopa primitiva de la Tierra

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ENTRE DOS AGUAS

Oparin o cómo explicar el origen de la vida citando a Engels

Arropado por el régimen soviético, el científico ruso detalló las condiciones primigenias que favorecieron el desarrollo de compuestos orgánicos.

12 enero, 2024 02:34

No se me ocurre nada mejor para dar la bienvenida a un nuevo año que celebrar lo más valioso que tenemos: la vida. Un nuevo año que aún no sabemos si en el futuro recordaremos con nostalgia o con resentimiento. Coincide este deseo mío con el centenario de la publicación de un libro al que se le asocia el inicio del estudio, de manera realmente científica, de cómo pudo comenzar la vida en la Tierra. Su autor fue el bioquímico ruso Aleksandr Ivanovich Oparin (1894-1980).

El libro, poco extenso, publicado en Moscú en 1924, el mismo año en que murió Lenin y Stalin llegó al poder, se titula El origen de la vida (publicado en España por la editorial Akal en 2015). “En el curso de la colosal duración de tiempo durante el que nuestro planeta, la Tierra, ha existido –escribía Oparin–, ciertamente deben haber surgido las condiciones apropiadas para que se diera el conjunto de propiedades, antes desconectadas, para formar la combinación que caracteriza a los organismos vivos. Descubrir estas condiciones sería explicar el origen de la vida”.

Básicamente, Oparin proponía que en la Tierra joven se habían dado las condiciones necesarias para que se iniciara el complejo proceso que conduciría a la aparición de la vida: un vapor caliente en la atmósfera, mezclado y reaccionando en la superficie con componentes de carbono, que dieron lugar a la formación de compuestos orgánicos simples “capaces de más transformaciones”. Simultáneamente, se habrían formado probablemente compuestos nitrogenados, como el amoniaco.

En el escenario primitivo de la vida se habrían favorecido “gotas” con mayor capacidad de atraer elementos químicos

Y así la Tierra primitiva se habría convertido en una especie de factoría química capaz de producir compuestos orgánicos diferentes y cada vez más complejos. Un momento singular, argumentaba Oparin, tuvo que ser cuando la temperatura de las capas superficiales de la Tierra descendió por debajo de los 100º C, lo que permitió la existencia no solo de gases, sino también de líquidos.

De la atmósfera habría caído una lluvia que formó un océano en el que se disolvieron las sustancias orgánicas que existían en la atmósfera. Y allí continuarían apareciendo moléculas más complejas, entre ellas tal vez carbohidratos y proteínas, las “bases de la vida”.

Al ir formándose semejantes moléculas comenzaron a aparecer, pensaba, gotas de sustancias gelatinosas, esto es, “coloides” que, añadía, se asemejaban algo a células independientes. “Podemos incluso considerar – señaló – esa primera pieza de limo orgánico que apareció en la Tierra como el primer organismo”.

A lo largo de los años se habrían formado muchas otras variedades de esas “gotas gelatinosas”, con diferentes mezclas químicas, que la acción de las olas oceánicas rompería en una especie de temprana forma de división celular. En semejante escenario, proseguía el relato de Oparin, habría tenido lugar una forma de selección natural, favoreciendo a algunas “gotas” con mayor capacidad de atraer elementos químicos manteniéndose estables al mismo tiempo.

[¿Quiénes fueron los primeros seres vivos?]

El problema era que esas células primitivas constituían únicamente ideas, no realidades observadas, a lo cual Oparin respondía que “es cierto que no se ha conservado traza alguna de esas primitivas cosas vivas, pero esto no es prueba de que no hayan existido nunca”. En cualquier caso, el hecho es que el librito de Oparin fue prácticamente ignorado, especialmente fuera de Rusia, donde fue desconocido.

Pero, aunque sea visto en retrospectiva, abrió una nueva puerta a la “ciencia de la vida”. La situación comenzó a cambiar cinco años después, cuando el biólogo británico John Burdon Sanderson Haldane (1892-1964) publicó ideas similares. Esto contribuyó a que el propio Oparin desarrollase sus ideas y las presentase con argumentos científicos más específicos.

Mientras que El origen de la vida no contenía una sola expresión de reacción química, el libro que publicó en 1936, Origen de la vida en la Tierra, era mucho más detallado y con un abundante contenido químico-físico. Más detallado y también mucho más difícil de seguir. A pesar de ello, en 1938 fue traducido al inglés. En 1941 apareció una segunda edición, algo ampliada, también vertida al inglés en 1953, y en 1957 la versión definitiva, sustancialmente extendida, que se publicó prácticamente al mismo tiempo en ruso y en inglés, y que la editorial Tecnos tradujo al español: Origen de la vida sobre la Tierra (1970).

Con frecuencia, aunque no siempre, los inicios en ciencia son más importantes por las preguntas que plantean y las posibilidades que exploran que por las soluciones que se dan, y Origen de la vida sobre la Tierra no fue una excepción: la vida, señalaban quienes lo leyeron, es muy complicada y las propuestas de Oparin poco satisfactorias.

Entre los deudores, pero críticos, de Oparin se encontraban dos astrofísicos, uno soviético, Iósif Shklovskii (1916-1985), y otro estadounidense, Carl Sagan (1934-1996), que unieron fuerzas en un libro importante: Intelligent Life in the Universe (1966), del que también existe una traducción al español (Editorial Reverte, 1985). Se puede decir que fueron ellos los pioneros de una disciplina, la Astrobiología, encargada del estudio y búsqueda de vida en el universo.

Un punto que merece ser recordado es que Oparin se mantuvo fiel a la ideología comunista, que reinó sin obstáculos durante la mayor parte de su vida. Una ideología que aprobó y defendió las tesis lamarkianas de Trofim Lysenko (1898-1976), el campesino ucraniano con un diploma en horticultura que, protegido por Stalin, dominó, arruinándola, la agricultura soviética, hasta su muerte en 1953. Lysenko se opuso a la genética, y Oparin –me gustaría creer que para evitar problemas– eludió incluir los genes en sus explicaciones sobre el origen de la vida.

En Origen de la vida sobre la Tierra se encuentran referencias aprobatorias a Friedrich Engels, como si fuera una autoridad científica. Por ejemplo: “F. Engels se elevó notablemente por encima del nivel científico de su tiempo al subrayar los aspectos químicos implicados [en el problema del origen de la vida]. Tan solo en la actualidad se puede apreciar en su justo valor la excepcional perspicacia científica de Engels”.

Ciencia e ideología son malas compañeras de viaje. No obstante es justo que recordemos a Aleksandr Ivanovich Oparin, más aún cuando no estamos lejos de encontrar señales evidentes – el telescopio espacial James Webb es ahora nuestra gran esperanza – de que la vida no es exclusiva de este pequeño y maltratado
planeta nuestro. 

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