Image: Entre el glamour y los francotiradores

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Cine

Entre el glamour y los francotiradores

Sección oficial del Festival de Cannes

8 mayo, 2008 02:00

De izq. a dcha, en el sentido de las agujas del reloj, Angelina Jolie en Changeling. Javier Bardem y Penélope Cruz en Vicky Cristina Barcelona, Benicio del Toro en Che y una imagen de Three monkeys.

La confirmación de la vitalidad creativa que vive el cine estadounidense (con filmes como los de Clint Eastwood o Soderbergh), la pérdida de peso del cine oriental (salvo las excepciones de Jia Zhang-Ke y Eric Khoo), la emergencia del cine latinoamericano (y en especial el argentino), la fuerza de las autorías resistentes y la contradictoria presencia del cine español marcan la competición de este año.

Año tras año vuelve a suceder lo mismo, y en este 2008 volverá a ocurrir. La percutiente paradoja nace de lo que, muy probablemente, es un caso único y sin parangón posible en ningún otro campo de expresión creativa, pues son precisamente las obras de los autores más radicales, las audacias formales de los francotiradores irredentos y las propuestas estéticas más novedosas, los factores que actúan en el festival de Cannes (la más importante cita anual para el arte y para el mercado del cine) como verdadera locomotora de un exuberante circo mediático que se alimenta de glamour mundano y de frivolidad sin límites, de intenso tráfico mercantil y de fiestas extravagantes.

Basta con hacer un primer listado de nombres: Luc y Jean-Pierre Dardenne, Arnaud Desplechin, Atom Egoyan, Philippe Garrel, Laurent Cantet, Jia Zhang-Ke, Lucrecia Martel, Clint Eastwood, Steven Soderbergh, Wim Wenders, Nuri Bilge Ceylan y Charlie Kaufman, entre algunos otros, son los autores cuyas películas provocarán este año las mayores aglomeraciones en torno a su presentación, los cineastas que saldrán en todos los medios de comunicación, los encargados de que el escaparate principal de la feria brille con luz propia para que Cannes siga siendo, un año más, esa extraña celebración del arte como catalizador de vanidades y de negocios. Y esto si hablamos sólo de las películas que compiten por la codiciada Palma de Oro. Porque si abrimos el prisma y contemplamos también el resto de las proyecciones de la sección oficial, nos encontraremos, además, con Wong Kar-wai, Woody Allen, Abel Ferrara, Steven Spielberg, Emir Kusturica o Terence Davies.

Y ahí está la fascinante apuesta: la que año tras año hace el festival por los autores y por las obras que realmente abren caminos al cine contemporáneo, utilizadas aquí como reclamo de un inmenso y activo mercado que convoca a la totalidad de la industria mundial: esa misma que, con mucha frecuencia, por no decir casi siempre, no quiere saber nada del tipo de cine que mayoritariamente accede aquí al privilegiado escaparate de la alfombra roja. La continuidad de la paradoja no basta, sin embargo, para ayudarnos a "leer" de forma productiva las líneas de fuerza, las tendencias y la geografía que la programación de este año ha colocado sobre el tablero. Para avanzar por este camino se hace necesario, eso sí, tener en cuenta que Cannes es mucho más que su cotizada sección oficial. A su lado, otros foros simultáneos (la complementaria ‘Un cierta mirada’, el festival "paralelo" que constituye la prestigiosa Quincena de los Realizadores; la pequeña pero muy activa Semana Internacional de la Crítica), ofrecen un repertorio inabarcable y caleidoscópico, del que se van a nutrir, después, una gran parte de los festivales del mundo en lo que queda de año y durante una buena parte del siguiente. Avancemos con esta visión de conjunto para distinguir algunas de las realidades más llamativas que se dibujan con nitidez.

1. Vitalidad del cine americano. Clint Eastwood (Changeling), Steven Soderberg (Che: un díptico que incluye El argentino y Guerrilla), Charlie Kaufman (Synechdoque, New York) y James Gray (Two Lovers) son cuatro bazas poderosas colocadas en la sección oficial, a las que deben añadirse las que ofrecen Steven Spielberg (con la cuarta entrega de Indiana Jones), Woody Allen, Abel Ferrara (Chelsea on the Rocks), la factoría DreamWorks y su cine de animación (Kung Fu Panda), el cine independiente de Kelly Reichardt (Wendy and Lucy) y el documental de James Toback (Tysson). Ausentes esta vez figuras tan carismáticas y tan "de la casa" como David Lynch (aunque sí estará su hija, que presenta Surveillance en sesión de medianoche), Gus Van Sant, Jim Jarmusch o los Coen, la selección efectuada parece querer alejarse de la radicalidad para buscar una autoría prestigiosa, pero de más amplio espectro y, quizás, con mayor audiencia. Habrá que ver la entidad real de una representación tan plural y tan rica en alternativas.

2. Pérdida de peso del cine oriental. Sólo un documental de Jia Zhang-ke (24 City) y un filme de Singapur (My Magic, de Eric Khoo) han conseguido acceder a la competición, mientras que el coreano Bong Jon Ho (responsable de un episodio de Tokyo), el japonés Kurosawa Kiyoshi (Tokyo Sonata) y el taiwanés Cheng Mong-Hong (Parking) han debido quedarse en ‘Una cierta mirada’. Wong kar-wai comparece con la "reescritura" de su filme maldito por excelencia (Ashes of Time Redux) y la Quincena, por su parte, ha erradicado por completo todo vestigio oriental.

3. Pujante emergencia del cine latinoamericano. Dos películas brasileñas en competición (la inauguración a cargo de Fernando Meirelles, con La ceguera, más Linha de passe, de Walter Salles), una mexicana en ‘Una cierta mirada’ (Los bastardos, de Amat Escalante), una uruguaya y otra chilena en la Quincena (Acné y Tony Manero) escoltan a la plural y brillante selección argentina, pues dos títulos en competición (La mujer sin cabeza, de Lucrecia Martel, y Leonera, de Pablo Trapero), dos películas en la Quincena (Liverpool, de Lisandro Alonso, y Salamandra, de Pablo Agöero) y otra en la Semana de la Crítica (La sangre brota, de Pablo Fendrick) suponen un paso de gigante para una cinematografía cuya vitalidad descansa en la fuerza con la que emerge allí un nuevo cine alejado de parámetros tradicionales.

4. Autorías resistentes. El regreso del cine italiano (Paolo Sorrentino, con Il Divo; Mateo Garrone, con Gomorra), la recuperación de Wim Wenders (The Palermo Shooting), las aportaciones de autores-isla como son los belgas hermanos Dardenne (Le Silence de Lorna), el filipino Brillante Mendoza (Serbis), el turco Nuri Bilge Ceylan (Three Monkeys), el canadiense Atom Egoyan (Adoration), el húngaro Kornel Mundruczo (Delta), más la fuerza de la amplia y hegemónica representación francesa (Desplechin, Cantet y nada menos que Philippe Garrel en competición; Leos Carax y Raymond Depardon en ‘Una cierta mirada’) dibuja una constelación de autorías resistentes, un archipiélago de francotiradores que expresan la pugna por abrir espacios a un cine de expresión personal casi siempre al margen de la industria.

5. Contradictoria presencia del cine español. Una película sobre el viaje de los Reyes Magos, hablada en catalán y hebreo (El cant dels ocells, de Albert Serra,), estará presente en la Quincena de los Realizadores, pero será la única que comparezca en todo en el festival con exclusiva bandera española. El resto de la presencia nacional (ausente cualquier otra muestra de creatividad propia: algo que debería provocar una reflexión en el conjunto de la institución fílmica española), se expresa en términos de financiación industrial. A fin de cuentas, dos importantes películas en competición (los filmes ya citados de Lucrecia Martel y Steven Soderbergh), la realización de Woody Allen fuera de concurso (Vicky Cristina Barcelona, con ese absurdo título que la delata, con Javier Bardem y Penélope Cruz en el reparto), la ópera prima de la realizadora americano-palestina Annemarie Jacir en ‘Una cierta mirada’ (Salt of this Sea), el documental de Kusturica sobre Maradona, más sendas obras procedentes de Uruguay (Acné, de Federico Veiroj) y Argentina (Liverpool, de Lisandro Alonso) en la Quincena, son todas ellas importantes y muy activas coproducciones españolas. Una situación novedosa que también demanda alguna consideración más reposada y de mayor alcance.