Image: Lasseter vuelve con Toy Story 3

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Cine

Lasseter vuelve con Toy Story 3

El creador de Pixar eleva la animación a la categoría de arte

9 julio, 2010 02:00

John Lasseter. Foto: Reuters.

Pixar brilla. La compañía fundada por John Lasseter alcanza con Toy Story 3 el cénit de una trayectoria que ha cambiado por completo los "dibujos animados". Las aventuras de los icónicos Woody y Buzz Lightyear prosiguen en un episodio que da al formato en 3D su primera obra maestra a partir de una historia más adulta y compleja. Los padres de las criaturas, John Lasseter y Lee Unkrich, celebran para El Cultural el talento de este "nuevo Renacimiento", como lo define en estas páginas el crítico de arte Jonathan Jones.

El sueño de John Lasseter hoy es una leyenda. Una leyenda viva, muy viva. Hace exactamente quince años, Pixar estrenaba su primer largometraje, Toy Story (1995). El éxito de público y crítica fue arrollador y la película se convirtió en un clásico instantáneo. La gesta no sólo era artística, también tecnológica. Toy Story sepultaba a la animación tradicional para ser sustituida por el digital. El paso fue irreversible y cambió para siempre la forma en que se hacen las películas de dibujos animados. Si toda una forma de trabajar quedaba superada, también nacía un nuevo concepto de película "para niños", ésa que ya no sólo disfrutan los más pequeños sino que gusta, a veces incluso más, a sus padres. No sólo eso, también fascina a los críticos, rendidos a los encantos de Pixar desde entonces. La exuberancia, la perfección técnica, el trazado preciso de unos personajes deliciosos y unos diálogos brillantes y llenos de gracia rubricaban un triunfo que el próximo 21 de julio, 15 años, 15 películas y 24 Oscars después, se consagrará definitivamente en España con el estreno de la tercera parte: Toy Story 3, que también se proyectará en el muy popular formato estereoscópico.

La mejor de la serie
Cristalizará en las pantallas uno de los fenómenos cinematográficos y artísticos más relevantes de las últimas décadas. La esperada entrega llega tras arrasar en Estados Unidos y es, quizá, la mejor de la serie. Al contrario que en tantas sagas en las que uno asiste a una progresiva decadencia a base de explotar los mismos patrones que funcionaron originalmente, Toy Story brilla como una cinta profunda y madura dotada de un insólito halo de melancolía que le da la belleza de las cosas tristes y verdaderas. El paso del tiempo, y el dolor inherente, se impone como tema esencial.

Que nadie se asuste. Toy Story 3 mantiene su gracia chispeante. No es poca cosa conseguir que Barbie y Ken respiren como personajes dramáticos o el afortunado golpe de la trama que convierte a Buzz Lightyear en un chulo sevillano. Además, el 3D demuestra todo su potencial expresivo gracias a la rica plasticidad de la animación, con escenas de un refinado surrealismo en el que un bebé de plástico puede convertirse en una figura de terror, el abandono de un oso de peluche alcanza una insospechada dimensión trágica, e incluso coquetea con el gore en la brillante escena en la que los señores Patata intercambian ojos, labios y piernas. John Lasseter, productor en esta ocasión tras haber dirigido las dos primeras partes, lo explica así: "Todo lo que impida a los juguetes estar con su dueño -el niño- es una fuente de ansiedad y preocupación. Y todas las películas de Toy Story abordan esas inquietudes. En la primera película a Woody le preocupa que le sustituyan por un nuevo juguete. Lo pasan especialmente mal dos días del año: Navidad y el cumpleaños del niño. En Toy Story 2, tienen que enfrentarse a la idea de que los rompan o los estropeen y que no juegue con ellos porque son frágiles. Woody tiene que elegir entre estar en perfectas condicio- nes o que el niño no juegue con él. Y ese es un problema de enorme trascendencia. En la tercera película llegamos al momento más temido: el niño se ha hecho mayor. Cuando te rompes pueden repararte; cuando te pierdes o te roban pueden encontrarte pero no se puede hacer nada cuando un niño crece. Éste es el quid de la historia".

Lasseter ha delegado la dirección en Lee Unkrich. El director da así un salto al cetro de la joya de la corona de los estudios tras haber codirigido junto al mismo Lasseter Toy Story 2 (1999) y ser también corresponsable de éxitos como Monstruos S.A. (2001) y Buscando a Nemo (2003). Unkrich, que visita España la semana que viene para promocionar la película, explica a El Cultural: "Esta tercera parte tiene una emotividad y una profundidad totalmente especiales. Muchos niños crecieron con Toy Story y se compraron los mismos juguetes que tiene el protagonista. Y han seguido una evolución parecida, ahora están yéndose a la universidad y la película está reflejando ese momento de sus vidas. Para muchas personas, ver el filme ha sido una experiencia altamente emotiva, llena de nostalgia".

Y en esto llegó Lasseter
Si a Tintín se le podía reconocer por el tupé y los pantalones bombachos, a John Lasseter por su oronda figura y sus llamativas camisas hawaianas. Lo conocí en los bonitos y ultramodernos estudios que tiene Pixar en San Francisco. Lasseter, uno de los hombres más influyentes de Hollywood, con una fortuna personal de decenas de millones de dólares, tiene una pinta permanente de turista alemán perdido en un hotel de Mallorca. No sólo atendió durante horas a los periodistas, también comió con nosotros en la cantina de la empresa un trozo de pizza y pasta. Su frase más genuina de la jornada: "Soy un animador de California. Sólo eso. Hacemos películas y esperamos que sean buenas y entretenidas, no creo que haya que poner en las películas más de lo que hay".

- ¿Tiene la impresión de haber logrado algo histórico, de haber subido el listón hasta el máximo?
- Eso es algo que deben decir los demás. Mi mentor, Chuck Jones, siempre me decía que ser "animador" es un regalo que te ganas y un honor que deben adjudicarte los otros. Lo que sí me causa felicidad es pensar que en Pixar nos gusta lo que hacemos, la animación por ordenador, y que muchos de nuestros descubrimientos han sido útiles para todos. El software Renderman, por ejemplo, lo inventamos nosotros y hoy es el estándar. Sí creo que Pixar es un estudio de pioneros y que disfrutamos poniéndonos las cosas difíciles. Aquí somos felices cuando se nos ocurre hacer algo que no se ha hecho antes. Es maravilloso ese momento de decir: ¿cómo lo solucionamos?

- ¿Ese proceso de autoexigencia tiene fin?
- No. En Pixar tenemos algo que llamamos la Universidad Pixar que, en realidad, es la formación continua de los empleados, incluido yo mismo. Nunca creemos que sabemos lo que hacemos porque estamos creciendo constantemente. Y cada película ha significado la oportunidad de avanzar de alguna manera. Con Toy Story estaba todo por inventar y tuvimos que trabajar a fondo los contornos, las sombras... nos vino muy bien que los personajes fueran de plástico. Para Buscando a Nemo tuvimos que encontrar una forma de reflejar el fondo del mar y en Los incréibles nos enfrentamos con lo más difícil: recrear a seres humanos.

Lasseter, como patrón, se esforzó en presentar la compañía como un modelo de colaboración entre sus empleados, en un ambiente creativo que incluye gimnasio, piscina, sala de relajación o un cuidado jardín. Cada filme de Pixar tarda cuatro años en materializarse, un larguísimo proceso en el que intervienen decenas de personas, incluido animadores con cargos superespecializados como "diseño de complementos" o "fondos de paisaje". Una labor compleja que hace de cualquier película de Pixar un gran acontecimiento, y que acerca su proceso organizativo a los sueños libertarios de los utopistas del siglo XIX. O no tanto. Lee Unkrich admite esa característica grupal del trabajo, pero impone su criterio: "Cada película es el resultado de la creatividad de muchas personas. Pero tiene que haber alguien que tome una decisión final, un responsable. Nuestra mecánica rompe con el modelo del director-autor, pero sólo aparentemente".

Un proceso flexible
La tarea de explicar los detalles de Toy Story 3 ha recaído casi por completo en el director, Unkrich, mientras Lasseter ha preferido ocupar un discreto segundo plano. Una forma de reconocer que, a pesar de ese carácter comunitario de Pixar, efectivamente, hay un cineasta. Y Unkrich ha sabido imponer su sello en el filme, creando una producción más adulta y compleja que los anteriores títulos.

- ¿Han renunciado a ver a los niños como su principal público potencial?
- Nunca hemos hecho películas "para niños". Hay muchos que tratan de hacer eso y todos fracasan. Cuando veo determinados títulos, me preocupa los valores que están poniendo sobre la mesa. Por eso, sí intentamos transmitir los valores que creemos adecuados. Y no tenemos por qué ocultar a los pequeños que en la vida suceden cosas duras y que van a tener que sufrir todo tipo de tensiones. Pero Toy Story sigue siendo un título familiar. Eso sí, no es adecuado para menores de dos años. En mi país se ha convertido en una costumbre llevar a los bebés al cine. Es aberrante.

La apuesta de Jobs
Para cumplir su sueño, John Lasseter ha tenido una ayuda indispensable: Steve Jobs. El gurú de Apple fue el primero en confiar y respaldar económicamente a los estudios. Una apuesta arriesgada a principios de los años 90 que no le puede haber salido más rentable: Jobs vendió la compañía a Walt Disney, de la que poseía a título personal el 51%, por la friolera de 7.5 billones de dólares. La operación, cerrada en 2006, puso fin a la tormentosa relación entre ambas compañías para crear el conglomerado de entretenimiento en animación más grande del mundo. Para entonces, Pixar había demostrado sobradamente su poder. Ningún estudio de la historia de Hollywood ha logrado un mejor resultado con todas sus películas, una auténtica fábrica de éxitos. Además de los títulos mencionados, Bichos (1998) o Ratatouille (2007) han conquistado el corazón de millones de personas. "Creo -comenta Lasseter- que el secreto de Pixar ha sido una mezcla entre suerte y determinación. Determinación por tratar a nuestro público como seres inteligentes, tengan la edad que tengan. Y no hemos tenido miedo a tomar decisiones difíciles. La gente valora esa autenticidad". En Toy Story 3 brilla con especial intensidad la verdadera marca de la casa, la búsqueda constante de la excelencia. Se trata de un filme que corre el riesgo de perseguir deliberadamente la belleza con mayúsculas mediante escenas de un colorido y brillantez apabullantes: "Cada película es una oportunidad para subir el listón. Pero no es sólo una cuestión técnica, es artística. Ahora hemos pasado al 3D como antes lo hicimos al digital. Pero lo importante es la historia. Siempre lo ha sido. Desde los hermanos Grimm", concluye Unkrich.

El reclamo del doblaje

Hasta el último detalle está cuidado. La versión española de Toy Story 3, como la inglesa, está doblada por grandes nombres del mundo del espectáculo. Si los amantes del VO podrán disfrutar del trabajo de Tom Hanks (Woody), Tim Allen (Buzz Lightyear) o Michael Keaton (Ken), en España el honor de los personajes principales recae en profesionales del doblaje (Óscar Barberán, José Luis Gil y David Robles), con la inestimable aportación de nombres populares como Álex de la Iglesia, Pablo Motos o Emilio Gutiérrez Caba, quienes dan voz a papeles secundarios, ésos que en la saga a veces alcanzan una relevancia fundamental. Lo más sensacional es la colaboración de El Cigala, quien interpreta a Buzz Lightyear cuando, tras ser reprogramado, se convierte en un chulo sevillano. Según Unkrich: "Creo que en España hemos resuelto muy bien el problema de que se note el cambio en Buzz ya que en inglés es tan sencillo como que habla en otro idioma. Sin duda, hemos querido hacer un guiño a la comunidad hispana de Estados Unidos. Este país es bilingüe". En este caso, según Unkrich, "la interpretación consta de dos partes. Por un lado, los animadores. Por el otro, los dobladores. Ambos son imprescindibles".