Image: Loreak: las flores vascas y sus muchas metáforas

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Cine

Loreak: las flores vascas y sus muchas metáforas

Se estrena la película que fue presentada en el pasado Festival de San Sebastián

31 octubre, 2014 01:00

Fotograma de Loreak

Fue una de las grandes sorpresas del último festival de San Sebastián. Loreak (flores en vaco), dirigida por Jose María Goenaga y Jon Garaño, plantea la forma de enfrentarse al duelo de tres mujeres muy diferentes de distintas generaciones. Ane (Nagore Aranburu) es una mujer de media edad frustrada con un matrimonio aburrido y un trabajo anestesiante. Lourdes (Itziar Ituño) es la más joven, una chica que trabaja en un peaje de rasgos duros y antipáticos. Y Tere (Itziar Aizpuru) es la mayor, una anciana quisquillosa con tendencia a prejuzgar. Tres mujeres unidas por una tragedia, la pérdida del pretendiente secreto, marido e hijo, respectivamente, de estas tres personas unidas también por unos misteriosos ramos de flores, los que comienza a recibir Ane de un remitente desconocido al principio de la película y los que alguien cuelga en el lugar donde el hombre que establece lazos invisibles entre las tres perdió la vida en un accidente de coche. Con estos mimbres, Loreak es un filme sobre el olvido y el perdón que como sus flores, atesora muchas metáforas.

"Para nosotros era importante que fuera una película de sentimientos pero que también tuviera ese punto de thriller", nos explica Jose María Goenaga. "Esas flores misteriosas se convierten casi en un acto criminal". Símbolo de la irrupción catártica de la poesía en una realidad gris, el director reflexiona sobre el elemento que da título al propio filme: "No es que la realidad no tenga poesía, es que nos olvidamos de verla a nuestro alrededor. Las flores son como un lienzo en blanco en el que cada personaje proyecta sus miedos y deseos, lo que ellos mismos son. La película surge de esa sensación tan extraña que siempre te deja cuando ves un ramo de flores en la carretera en el lugar donde hubo un accidente. Cuando las ves semana tras semana percibes un gesto heroico, ese revelarse contra el olvido. Esa voluntad de recordar. Y en el caso de la persona viva que recibe las flores es un poco lo mismo porque es alguien que está ausente, alguien en quien nadie repara y cuando comienza a recibir esas flores es cuando comienza a sentirse visible".

La muerte de Beñat (Josean Bengoetxea) es el catalizador de las emociones que refleja el filme. En sus dos vidas, la real y la que soñó serlo, Loreak plantea dos maneras distintas de enfrentarse a la ausencia. "En la película el muerto está más presente que muchos vivos. Vemos dos actitudes radicalmente opuestas y cómo se van matizando, una aprende que debe enfrentarse a ese duelo y a ese recuerdo por mucho que haya tratado lo contrario y en el caso de la otra se impone el paso del tiempo. No queremos llegar a ninguna conclusión al respecto, creemos que no se puede forzar". En una sociedad como la vasca, donde las heridas del terrorismo siguen siendo muy recientes, las metáforas sobre cómo toda una sociedad se enfrenta a un pasado traumático son inevitables: "Por supuesto somos conscientes de ese paralelismo", explica Goenaga, "cómo esta familia se enfrenta a esta pérdida se puede trasladar a un país como España con la guerra civil o el País Vasco con ETA. Nosotros defendemos que la memoria y el recuerdo no se pueden imponer. El pasado adquiere una vida propia e impone sus propias leyes. Para una acaba siendo mejor olvidar, para la otra es mejor confrontarlo de una vez para florecer".

Retrato de un mundo contemporáneo marcado por la soledad, Loreak nos presenta personajes "encapsulados incluso de una manera física: Beñat trabaja en la cabina de una grúa, Lourdes en un peaje y Ane en una caseta en una obra. Son personajes incapaces de comunicarse y las flores acaban diciendo lo que no son capaces de decirse". Los cineastas eran conscientes de que el papel de esas flores podía convertirse en algo cursi o hollywoodiense: "La mayor dificultad era encontrar el tono adecuado. Por una parte, no renunciamos del todo a ese componente azúcar de las flores y está esa secuencia de montaje que puede ser más de comedia romántica. En ese sentido, la estructura de thriller nos resultaba muy útil también para sortear otro peligro y es que la película fuera demasiado deprimente. Sí tiene esa melancolía pero al mismo tiempo creo que también hay mucha esperanza".