Guy Nattiv y Jamie Bell durante el rodaje de la película

Guy Nattiv y Jamie Bell durante el rodaje de la película

Cine

Guy Nattiv: “La verdadera paz se hace con los enemigos, no con los amigos”

El director amplia su corto ganador de un Óscar en 'Skin', en el que trata la historia real de un hombre que intenta abandonar una organización nazi

6 marzo, 2020 09:39

Ganador de un Óscar al mejor cortometraje con su primer trabajo rodado en Estados Unidos, Skin, el israelí Guy Nattiv (Tel Aviv, 1973) cuenta que le costó mucho trabajo conseguir que algún productor se interesara en convertir esta historia sobre nazis en Estados Unidos en una película ya que “no lo veían como un problema”. Varias matanzas después perpetradas por radicales de ultraderecha, con episodios como el atropello mortal en Charlottesville, Nattiv estrena el largometraje homónimo Skin, en el que vuelve a abordar la misma problemática aunque desde una perspectiva distinta. El protagonista del filme es Bryon Widner (Jamie Bell), un joven tatuador huérfano que ha caído bajo las redes de un peligroso grupo radical. Todo se complica cuando Widner conoce a una mujer de la que se enamora y con la que pretender formar una familia. Dispuesto a empezar una nueva vida, Widner decide abandonar a los nazis pero éstos no tienen ninguna intención de ponérselo fácil. Retrato contundente de lo que se ha dado en llamar White trash, la clase baja estadounidense, Nattiv nos sumerge en un mundo de odio y terror que prospera gracias a la falta de horizonte de muchos jóvenes.

Pregunta. ¿Por qué estaba interesado en tratar el asunto de la ultraderecha de Estados Unidos?

Respuesta. Me mudé a vivir a Los Ángeles con mi pareja y estaba buscando material para rodar en Estados Unidos. No quería hacer la típica película de Hollywood. Un día leí un reportaje sobre Bryon Widner y me impresionó su evolución vital. Soy nieto de una mujer que sobrevivió al Holocausto y me convenció el entusiasmo de mi abuela. Me dijo que es una película sobre el perdón y que era importante contarla. Mis ídolos no son los superhéroes sino las personas que sobrevivieron a los campos de concentración. Su ejemplo de valentía y sus valores son mi guía en todo lo que hago.

P. ¿Colaboró Widner en la película?

R. Conseguí contactar con él y nos reunimos una tarde en una cafetería. Lo más loco del asunto es que después de haberse pasado años siendo un neonazi yo era el primer judío que conocía en toda su vida. Enseguida conectamos y a las dos horas estaba firmando la cesión de derechos en una servilleta. Pasamos tres días juntos y allí intenté conseguir toda la información que me fue posible. Cuando acabé el guión, todos los productores de Los Ángeles me dijeron que no lo veían. Tuve 55 negativas.

P. ¿Por qué nadie quería hacerlo?

R. Todos me decían que el tema realmente no era importante. En ese momento estaba Obama en el poder y me decían que el racismo había dejado de ser un problema en Estados Unidos. ¿Para qué demonios hacer una película sobre unos pobres diablos del Midwest? El problema de los productores de cine es que viven en una burbuja y no saben ni les interesa lo que pasa en el mundo real. Ante tanta negativa decidí hacer un corto sobre el mismo tema inspirándose en otro caso real, un chaval que mató a su padre sin querer porque pensaba que se había colado un ilegal en su casa. El padre pasaba las tardes disparando a emigrantes que trataban de cruzar la frontera. Si no podía ser un largo, sería un corto. Me gasté todo el dinero que tenía en él, fue una locura.

P. Y entonces le dieron el Óscar…

R. Conseguí cerrar la película antes del Óscar gracias al corto. Todo cambió cuando se involucró Trudie Styler, la mujer de Sting, como productora. En dos meses estábamos rodando. Al poco tiempo, ganó Trump. En Nueva York y Los Ángeles nadie creía que pudiera ganar, son muy ingenuos respecto a lo que pasa en el mundo. Skin habla del patio trasero de América y nadie quiere mirar a ese patio trasero. Ahora mismo hay muchos cineastas rodando películas sobre esos grupos radicales, es un tema de moda. Cuando esos productores vieron el atropello de Charlottesville y al presidente diciendo eso de que “hay buena gente en ambos lados” es cuando abrieron los ojos a lo que está pasando de verdad.

P. El gran riesgo del filme es que el héroe sea un nazi por mucho que cambie. ¿Cree que hay similitudes con la también reciente Jojo Rabbit?

R. No voy a hablar de Jojo Rabbit, es una película malísima. ¿En qué mundo se ha visto que Hitler fuera un tipo simpático y gracioso? Me pone enfermo ese Hitler tan mono. No estoy en contra de la sátira pero eso de presentarlo como un tipo sonriente y bailarín que parece un payaso… me pone enfermo.

P. Lo diré de otra manera, ¿cómo se hace una película sobre un nazi por mucho que recapacite?

R. Lo que pasa en mi película es que yo no quiero que a nadie le guste el protagonista. No quiero que a nadie le parezca simpático en ningún momento. La pregunta que se hace esta película es si tenemos un lugar en nuestro corazón para aceptar que alguien pueda cambiar y convertirse en una mejor persona. Algunas personas me han dicho “¡que le jodan a este nazi!”, pero yo de lo que quiero hablar es del perdón porque nosotros somos los primeros que no tenemos que odiar. La paz se hace con el enemigo, no con el amigo, si no sería todo muy fácil.

P. ¿Cómo llegó a conocer ese submundo tan oscuro?

R. Quería ser preciso y por eso me pateé a fondo el Midwest, quería conocer bien esos estados obreros como Ohio y Michigan muy castigados por la globalización. Después están esos grupúsculos nazis que lo que hacen es reclutar a chavales muy jóvenes, con muy pocos recursos, les dan una habitación, un poco de cariño, y les dicen que les están salvando cuando en realidad los meten en una secta. Una vez han hecho eso, le dicen “ahora lo queremos todo, nos tienes que devolver lo que hemos hecho por ti” y les lavan el cerebro. Es todo un cuento chino, les dicen que vienen de los vikingos, les dan un sentido del honor inventado y al final todo consiste en enseñarles a odiar.

P. ¿Es el problema de la ultra derecha un problema social, de gente que se siente apartada por el sistema?

R. Los grupos nazis de Estados Unidos se parecen mucho al Estado Islámico, la gente acaba allí porque no tiene otro sitio al que ir. La mayoría de estas personas no han recibido una educación y han crecido en un ambiente de violencia y falta de afecto. Son personas sin herramientas para entender el mundo, muy básicas y muy locas, y hay un montón de alcohol en medio.

@juansarda