Foto: Maki Galimberti

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Cine

Roberto Saviano: “Ahora escribo por venganza”

Roberto Saviano vuelve a mostrar su obsesión por la verdad en 'Pirañas: los niños de la camorra', película que se estrena el día 18 en Movistar+ y en la que ejerce de guionista ocasional

15 junio, 2020 09:06

Roberto Saviano (Nápoles, 1979) se autodefine como un estudioso de la dinámica criminal. De ahí su interés en hincarle el verbo afilado a las acciones de la Cosa Nostra en el contexto de un escenario impensable hace cuatro meses, el de una pandemia global. Desde su confinamiento en Nueva York, ha revelado un fenómeno de nuevo cuño: los capos están prestando dinero a interés cero. La contrapartida, según el periodista, es que, superada la crisis sanitaria, el crimen organizado formará parte de los negocios ahora en bancarrota. La camorra se habrá entretejido así en el tapiz económico post Covid.

Estas últimas semanas, el italiano suma a su activismo antimafia reflexiones como observador internacional. Desde su cuenta en Twitter, ha analizado las protestas y disturbios que inflaman EE.UU. tras el asesinato de George Floyd por un policía de Mineápolis: “El sentimiento que impregna las manifestaciones es el de la falta de esperanza. Y cuando la esperanza se pierde, lo único que cuenta es la ira y la venganza”.

De los pirañas...

El escritor y ensayista es un experto en rencor y encierro. Hace 14 años, con la publicación de su libro Gomorra, donde revelaba los negocios de la mafia italiana, Saviano alcanzaba fama internacional y firmaba su sentencia de muerte. El Ministerio del Interior le procuró una escolta permanente. El día de esta entrevista en Berlín cumplió con su trabajo registrando profusamente los arbustos tras la cristalera del salón del hotel Moevenpick donde tuvo lugar el encuentro. El escritor promocionaba la película Pirañas: los niños de la camorra, adaptación de su libro La banda de los niños (Anagrama). El drama iniciático, dirigido por Claudio Giovannesi, le procuró el Oso de Plata al Mejor Guion en la Berlinale del pasado año. El 18 de junio llega a Movistar +.

Pregunta. ¿Cómo es la vida bajo protección permanente?

Respuesta. Vivir con escolta no es vida. Siempre estás rodeado de guardaespaldas. Mi profesión, claro está, no se ve beneficiada. Cuando te la proporcionan, renaces, pero a una nueva existencia. En Italia es común. Se nos ha proporcionado a 20 periodistas y a 60 jueces. Dicho esto, tengo suerte, al contrario que los periodistas Daphne Caruana Galizia, asesinada en Malta, y Jan Kuciak, asesinado en Eslovaquia.

P. ¿Considera que Europa no es un lugar seguro para los que arriesgan en su oficio de destapar la verdad?

R. Muchos periodistas viven bajo amenaza en estos momentos en el continente. Piense, por ejemplo, en Hungría. En los setenta hubo periodistas arrestados en la Grecia de los coroneles y en el Chile de Pinochet. La reacción popular fue contundente: hubo grandes manifestaciones continuas en toda Europa en contra del trato que recibían los reporteros. Ahora ha habido detenciones de periodistas en Turquía y las reacciones solidarias han sido muy limitadas, protagonizadas tan solo por pequeños grupos locales.

“Crecí viendo muertos. Habré visto docenas. Los buscábamos. No nos daba miedo porque nos hacía sentir mayores”

P. El año pasado, el entonces ministro del Interior, Matteo Salvini, amagó con quitarle la protección. ¿Cómo lidió con aquella amenaza?

R. La escolta no es un privilegio. Es un drama. No veo la hora de que termine, de vivir sin la vigilancia de guardaespaldas, pero no de un día para otro. No desde luego proclamando en público que me van a quitar la protección, como hizo Salvini, a modo de herramienta política de propaganda. Es un largo proceso que debe ser evaluado y quizá decidido finalmente.

P. Su película coincidió en la Berlinale con un biopic que glosaba la figura del periodista de los años treinta Gareth Jones, desacreditado y a continuación asesinado por revelar la hambruna provocada por la Unión Soviética en Ucrania. ¿Qué papel juega la difamación hoy en día contra las verdades incómodas?

R. En las democracias actuales se busca desacreditar continuamente al adversario. El problema es que los periódicos están muriendo. Nadie los compra. Y para persuadir a alguien de que se anuncie es mejor ofrecer páginas completas de reportajes donde calumnias a sus enemigos. Las mafias tienen una característica particular, que es denigrarte después de muerto. Cuando salí de mi país, un cura al que quería muchísimo, Peppe Diana, que estaba en la primera línea de acción contra la Camorra, fue asesinado. Al día siguiente empezaron a decir que había sido ajusticiado por pedofilia, porque tocaba a niños.

…a beso feroz

En febrero, Anagrama editó Beso feroz, donde Saviano recupera a los temerarios adolescentes que aspiran a liderar los clanes del tráfico de drogas en Nápoles. A lomos de sus motocicletas, estos chavales cortos de escrúpulos y referentes morales siguen cabalgando una fantasía cargada de coches de lujo, deportivas de marca, sexo, armas de fuego y cocaína. La publicación se suma a una saga de obras que radiografía los entresijos del hoy llamado Sistema. Camorra ya es un término obsoleto, pues como el autor reveló en su libro de 2013 ZeroZeroZero, convertido en serie para Amazon Prime, la acción criminal de la mafia ha alcanzado una proyección que la integra dentro de la globalización.

Uno de los chicos de 'Pirañas: los niños de la camorra'

P. ¿Por qué decidieron suprimir a los padres en La banda de los niños?

R. Acordamos que no salieran para enfatizar la completa falta de autoridad y de modelos de conducta. Aunque hay algo de inocencia, los personajes quieren convertirse en alguien y para eso necesitan dinero, porque la escuela ya nos les garantiza oportunidades. La trama se desarrolla en un distrito en el que no hay salidas. Es un lugar en el que el salario medio es de 25 euros y, si tienes suerte, de 50. No importa que seas mecánico, repartidor de pizzas, camarero o peluquero. Son los oficios a los que tienen acceso. No pueden acceder a una hipoteca para comprar un piso y sus hijos no van al colegio porque no les facilita un trabajo. Mi generación todavía creía en el compromiso político, pero ahora se aborda de manera más individual.

P. ¿Cómo era usted con la edad de estos jóvenes?

R. Yo crecí viendo muertos, como el resto de mis coetáneos. Habré visto docenas. Los buscábamos. No nos daba miedo porque nos hacía sentir muy mayores.Y conocíamos todos los códigos: un disparo en la cara quería decir que eras un traidor; uno en la nuca, que eras respetado; en las piernas, que te hicieron caer y te remataron; y en la barriga, que querían hacerte daño. A ese respecto, teníamos un juego que consistía en adivinar qué había comido la persona asesinada. Porque cuando te agujerean el vientre se puede oler. Por ejemplo, el hedor del pescado. Por eso sigo obsesionado con la mafia, porque sé que puedo contarla de manera honesta y auténtica. Conozco cada detalle de esta realidad, hasta cómo se cortan el pelo.

P.¿Cómo han influido las redes sociales en las organizaciones criminales?

R. A estos chicos les importan tres cosas: el dinero, los seguidores y su apariencia.Hablamos de la Camorra 2.0. En su versión primigenia, la regla era ser conocido y respetado localmente, pero desconocido fuera de tu esfera de influencia para tutelar tu perfil criminal. Ahora, si no estás en Facebook e Instagram, no existes. En La banda de los niños revelo su afición a los selfies y cómo aprenden a cargar armas viendo tutoriales de YouTube. La nueva generación prefiere arriesgase a dejar huellas que quedarse fuera delas redes sociales. Llegan incluso a publicar vídeos de sus tiroteos en WhatsApp.

“En la Camorra 2.0 si no estás en Facebook o en Instagram no existes. Aprenden a cargar armas en Youtube”

P. ¿Echa de menos Nápoles?

R. Añoro andar libremente por sus calles. Ahora sólo la visito por trabajo. Seis meses al año vivo en Italia, pero paso el tiempo en la cárcel, hablando con prisioneros, y en los tribunales, asistiendo a juicios. Me duele vivir en una condición tan extraña: por un lado soy considerado un muerto viviente, porque sobre mí pesa una condena a muerte, y por otro, un impostor, porque parte de la opinión pública se pregunta: “Si eres tan peligroso, ¿cómo es que todavía no te han asesinado?”. Antes de ser asesinado en Palermo, el juez Falcone dijo en la televisión pública: “Italia es un país muy feliz donde solo te creen si mueres”.

P. ¿Ha merecido la pena su sacrificio personal con el fin de revelar la arquitectura del crimen en su país?

R. No. Me he dado cuenta demasiado tarde del precio que iba a pagar por mi ambición de difundir la verdad. Ahora, lo que me motiva es un sentimiento que no es tan noble como en mis inicios, el de la venganza. Cuanto más me quieren silenciar, más escribo. Y no me refiero solo a la Cosa Nostra, también a los políticos. En estos momentos, sin embargo, estoy indagando en asuntos que no tienen nada que ver con la mafia. Últimamente, estoy preocupado por la crisis de los refugiados.

Refugiados y mafia

P. ¿Y qué ha descubierto?

R. Los barcos que pasan por el Mediterráneo son gestionados por carteles turcos, libios y libaneses, que siempre han invertido en el tráfico de personas. Europa no tiene ni idea de esto. De hecho, llevo tiempo advirtiendo a la prensa. Durante estos días en Berlín, por ejemplo, he insistido en que aquí también existe la mafia, pero no parecen querer oírlo. Y es difícil hacerles comprender la situación de los inmigrantes cuando niegan la existencia de organizaciones criminales en su propio país. En las últimas elecciones, Alternativa para Alemania culpaba a los extranjeros de delitos. A la mafia le gusta el populismo, porque los políticos de esa tendencia culpan a los inmigrantes de todo como maniobra de distracción. El mundo del crimen cambió en EE.UU. cuando llegaron los italianos. Ese fue el giro. Así que tenemos que apoyar a las comunidades de refugiados, porque de lo contrario terminarán convirtiéndose en los trabajadores de las mafias.

@BegoDonat