No deja de resultar curioso cómo gran parte del público asiduo a las salas cinematográficas siga sin tener muy claro quien es señor llamado Paul Thomas Anderson. En mi caso personal y a lo largo de los años tras recomendar fervientemente sus películas a mucha gente (y sin comisión de por medio) me he acabado encontrado con una respuesta-pregunta bastante recurrente: …¿cuáles ha dirigido?



Quizá, esto sucedería en parte porque el cineasta californiano no tendría un sello constante y fácilmente reconocible para el gran público como, en cambio, sí lo tienen otros colegas de profesión más icónicos y característicos como pueden ser Wes Anderson, Tarantino o Christopher Nolan, mientras que para el círculo más cinéfilo y practicante, PTA sigue siendo una de las figuras mas importantes y con más peso específico del panorama cinematográfico desde la década de los 90.



Con cada una de las nueve películas que ha escrito y dirigido se puede apreciar con claridad que Paul Thomas, lejos de ser un director presumido, es un creador osado con una clara firma autoral propia, en búsqueda constante de un crecimiento artístico en la concepción de sus largometrajes, así como en la veintena de videoclips que ha confeccionado hasta el momento.

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Ya desde el principio de su carrera, el cineasta del Valle de San Fernando demostró con sus dos primeras películas Sidney (1995) y Boogie Nights (1997) que era el nuevo chico listo de Hollywood, el alumno más aventajado de Scorsese y poseedor también de una ambición y un clasicismo poco habitual en un veinteañero.



Después con Magnolia (1999), su intenso melodrama coral y operístico de corte pop sobre la culpa y la redención de 180 minutos de duración (cuando eso no era nada habitual), dio un golpe en la mesa avisando de su excepcionalidad y ambición cinematográfica dentro del panorama fílmico y cerrando posteriormente este primer periodo de su filmografía con la entrañable y algo marciana comedia romántica-abstracta Punch Drunk Love (2003), que se revelaba sorprendentemente como una propuesta opuesta y más mínimal con respecto a lo anterior que había hecho.

Durante este tramo, Paul Thomas contó, aparte de su troupe habitual de intérpretes véase John C. Reilly, Philip Seymour Hoffman, Julianne Moore, Philip Baker Hall etc, con la ayuda sonora del compositor Jon Brion, músico y compositor de corte pop, que complementaba a la perfección y funcionando de contrapunto ideal, al trágico mundo de los habituales personajes del cineasta dotándole de una pátina de instrumentación retro que aportaba más ternura y calidez al conjunto.

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Y es que la música siempre fue una parte fundamental en el proceso creativo del cineasta a la hora de dar forma a sus personajes y reforzarlos de un significado dramático más completo. Como constata el hecho de que el guión de Magnolia se construyese en base a las canciones que había escrito previamente la cantante Aimee Mann como Wise up, Save me y Driving Sideways que forman parte de la excelente banda sonora y que en la película toman un protagonismo fundamental.

Pero, a partir de su siguiente largometraje Pozos de ambición (2007), se alejaría una vez más de lo anterior y volvería a redoblar la apuesta en su Kubrickiana concepción cinematográfica para contar la compleja historia del personaje de Daniel Plainview, interpretado de manera magistral y obsesiva por ese genio de la interpretación llamado Daniel Day Lewis que, a su vez, reflejaba la historia del capitalismo codicioso y salvaje que vertebraría el desarrollo industrial de la nación norteamericana, en particular asociación con el fanatismo religioso.

Para ello, en lo musical optaría por una partitura más intensa, envolvente y con cierto punto terrorífico, que estuviese bastante alejada de los compositores que habitualmente sonorizan este tipo de historias bigger tan life como Howard Shore ó Hans Zimmer y es ahí donde entra, por la puerta grande, Johnny Greenwood, guitarrista y compositor de Radiohead.

Obviamente, como no podría ser de otra manera, el resultado fue grandioso. Una obra máxima y diferente que situó a los dos en lo más alto, donde se jugaba de una manera muy inteligente con los sonidos diegéticos y extradiegéticos para recrear el estado mental que tan magistralmente interpretó Daniel Day Lewis. Tampoco es casualidad que Pozos de ambición siempre suela estar posicionada, según diversas listas, en el panteón de las mejores películas que nos ha dado el siglo XXI en competición directa con Mullholand Drive de David Lynch.

Su asociación continuaría con el resto de películas que vendrían después, en The Master (2012) el acompañamiento musical del compositor y guitarrista de Radiohead se torna mas preciosista y refinado para contar la vida de Lancaster Dodd. Un personaje fuertemente inspirado en el fundador de la cienciología Ronald L Hubbard, en una impresionante e impresionista película que trataba temas como el control y la dependencia a través de un espectacular duelo actoral para la posteridad, interpretado por dos de los mas talentosos actores de su generación Phillip Seymour Hoffman y Joaquin Phoenix.



Phoenix también repetiría como protagonista para su siguiente película Inherent Vice (2014), donde el carácter lisérgico y romántico de la adaptación de la novela de Thomas Pynchon sobrevolaba a lo largo de toda la banda sonora. El entendimiento entre PTA y Johnny Greenwood alcanzaba cotas músico cinematográficas del más alto nivel en esta historia de serie negra con aire setentero tan poco canónica.

Arriesgar es de valientes

Durante la década de los 90, también Radiohead confeccionó la primera parte de su leyenda musical. Primero con el himno generacional Creep y después con sus álbumes The Bends y sobre todo Ok Computer, un disco adelantado a su tiempo, profético en su pesimismo tecnológico hacia el futuro y que hizo de bisagra musical uniendo el sonido del siglo XX con el del siglo XXI, a través de las canciones más bellas y angustiosas que han dado las islas británicas. Por supuesto la repercusión de este álbum les catapultó como la banda de rock más grande de ese momento, cosa que no acabó sentando demasiado bien a sus líderes Thom Yorke y Johnny Greenwood, y alterando su ADN artístico de cara al futuro.



Podrían haber seguido en la misma línea, sin salir de una dirección que les reportaría un buen caché y seguridad ad infinitum mientras recreaban más okcomputers pero al igual que Paul Thomas Anderson, la banda continuó su búsqueda artística y musical completamente al margen de presiones y expectativas externas deconstruyendo su propio universo sonoro en su siguiente trabajo con el rompedor Kid A (2001) y de paso desconcertando a crítica y público lejos de lo que se esperaba de ellos en una ruptura del posible éxito continuista que otras bandas arderían en deseos de tener.



Y es aquí, donde las carreras vitales de estos artistas, de alguna manera, comienzan a converger, en una naturaleza artística inquieta y arriesgada, en constante evolución, en la búsqueda de una expresión propia e insobornable, fuertemente alejada de las desestabilizadoras presiones externas en una dirección, que como los tiburones, solo puede ir hacia adelante.



Fruto de la casualidad o no, Paul Thomas Anderson, Johnny Greenwood y Thom Yorke se llegan a conocerse en esa época y comienzan a formar una especie de triángulo artístico que se manifestaría fuertemente a lo largo del siglo XXI.

Todo queda en casa

A lo largo de los años, el cineasta californiano había estado dirigiendo varios videoclips para diferentes artistas. Al principio su producción principal se centró en la que fue su pareja durante esos años, la talentosa y particular Fionna Apple con la que llegó a hacer cinco colaboraciones conjuntas, así como de Michael Penn y Aimee Mann, enfocándolos desde una perspectiva mas pura y cinematográfica desprovista de los tics habituales del medio videoclipero, pasando por Joanna Newson (que también intervino como narradora en Inherent Vice).



Hasta llegar a las últimas y continuas colaboraciones con la banda Haim, también del Valle de San Fernando, formada por tres la tres hermanas Danielle, Este y Alana (que casualmente son las hijas de una profesora que tuvo Paul Thomas en el instituto) y que ésta última, fue la protagonista principal de su última y maravillosa película Licorice Pizza (2022). Definitivamente todo queda en casa.

Como la cercanía parece jugar un papel importante en la vida personal y artística del cineasta, en el año 2016 se produjo por fin el esperado encuentro que tarde o temprano tenía que suceder y Paul Thomas Anderson realiza el video musical de la canción Daydreaming de Radiohead (que hasta ese momento habían colaborado con directores importantes como Jonathan Glazer), ejecutando su pieza más ambiciosamente críptica dentro de este formato.



Y es que, lo que vemos parece ser solo la punta de un iceberg que cuenta con mucho más contenido del que se muestra en primera instancia. Mientras vemos a Thom Yorke abrir una veintena de puertas y pasar por todo tipo de pasillos, salones, ascensores, habitaciones, el videoclip utiliza, bajo su aparente normalidad, muchos elementos metafóricos que revelan de forma encriptada la realidad de la etapa profesional y personal del protagonista en ese momento de la vida de Thom Yorke, dando un significado mucho más profundo a las imágenes rodadas.



La propuesta de Anderson, repleta de eastern eggs para los fans de la banda, traza un paralelismo entre la vida personal de Yorke como esposo y su carrera como artista, a través de múltiples referencias a la carrera de Radiohead de la cual forma parte desde 1993. Lo expuesto en el video puede haber tenido su origen en la concepción del tema musical, pero es el cineasta quien carga de significado cada centímetro de la pantalla con minuciosos detalles en todas las secuencias, ahondando en una lectura más rica de las imágenes. En resumen, Daydreaming es una canción y un videoclip con un profundo significado conmovedor en esta historia de vida, arte y muerte.

Sonría, por favor

Al año siguiente Johnny Greenwood compondría su partitura mas bella y bernardhermanniana para El hilo invisible (2017), quizá la película más refinada y subversiva de toda la carrera de Paul Thomas, dotándola de un preciosismo supremo para contar esta historia de artesanía obsesiva y particular dependencia tóxica entre la pareja interpretada por Vicky Krieps y Daniel Day Lewis, elevando este magnífico filme a la máxima potencia de arte visual e interpretativo.



En ella siguió utilizando distintas técnicas que le mantienen alejado del compositor al uso de bandas sonoras, manipulando un clasicismo en el que confluyen cuerdas bellas y afiladas al igual que sintetizadores y secuencias leves obsesivas de pianos muteados que desembocan en pasajes románticamente trágicos que ponen la piel de gallina.

Poco tiempo después se completa el triángulo finalmente cuando PTA realiza Anima (2019), su pieza mas larga y completa hasta el momento en el campo del videoclip, y disponible solamente en Netflix, para el álbum homónimo en solitario de Thom Yorke

El resultado es una contundente pieza multidisciplinar de quince minutos rodada entre Praga y Francia y dividida en 3 bloques, donde Thom, dentro de una especie de baile coral espasmódico y distópico, actúa y danza con una energía y una alegría performática completamente inusual acompañado, en esta ocasión, de su nueva pareja y actriz Dajana Roncione.



Si en Daydreaming se cerraba, con visible dolor, un capítulo personal y emocional de la vida del cantante, en éste videoclip resuena todo lo contrario. Una vez más, las experiencias autobiográficas sirven de motor principal para vertebrar las propuestas de estos artistas de primera línea que aprovechan su posición privilegiada dentro de la industria para seguir experimentando y ofreciendo al público visiones personales repletas de inquietudes arriesgadas y talento descomunal.

¿Amigos para siempre?

Y es que ser contemporáneos de estos tres amigos es algo que deberíamos celebrar a diario en una industria tan medida y mercantilizada como la actual, pero además deberíamos sentirnos más afortunados todavía porque Thom Yorke y Johnny Greenwood se lleven tan aparentemente bien como para formar juntos otro proyecto musical como The Smile, demostrando que hay vida mas allá de Radiohead, y viendo las distintas señales que dan la impresión de que la carrera de la mítica banda británica no volverá a tener continuación.

Formando una especie de power trio junto al percusionista y batería de jazz Tom Skinner, con este nuevo proyecto asistimos a una especie de versión reducida y más asalvajada de la mítica banda británica donde Thom y Johnny se lo cocinan todo instrumentalmente: bajo, guitarras, teclados, arpa. Ambos mantienen sus señas de identidad en el excelente primer álbum, A light for Atracting Atention, y ofreciendo conciertos inolvidables y poderosos, como su mítica actuación en las noches del botánico de Madrid en su edición de 2022, donde salimos de ella como si nos hubiese pasado un avión por encima.

Su última asociación conjunta con Paul Thomas ha sido el reciente videoclip Wall of Eyes, donde el triángulo creativo vuelve a funcionar a la perfección mostrándonos otro viaje visual envolvente protagonizado por un solitario y alienado Thom Yorke, en una pieza donde las imágenes urbanas se suceden a toda velocidad en un montaje visual frenético mientras su protagonista recorre la ciudad como una especie de fantasma que permanece impertérrito ante la multitud que le rodea.



El tono existencialista, habitual marca de la casa, permanece pero con la habitual pátina de belleza preciosista impregnada por Paul Thomas Anderson al otro lado de la cámara.

La canción pertenece a lo que será al esperado segundo álbum de The Smile, con fecha de salida para enero del 2024, y que vendrá acompañado de un pequeño tour europeo durante el mes de marzo que de momento, y de manera inexplicable, no pasará por la península. Aunque quizá el Primavera Sound tenga algo que decir en esto, pese a que la banda británica no formase parte del primer line up que lanzó el festival hace unos pocos días. Ya se sabe por estos lares, cuando el rio no suena, agua lleva.