Diego Vicentini (Caracas, 1994) ha llegado a Madrid como cineasta y como venezolano. Viene a presentar Simón (2023), filme que relata la historia de un líder estudiantil que dirigió las cruentas protestas de 2017 y que tuvo que huir de Venezuela y pedir asilo político en Estados Unidos.
Lo hace emocionado y motivado, algo tiene que ver su reciente nominación a los Premios Goya 2024 por la película, pero siente que "no puede quitarse la responsabilidad de llevar la historia de Venezuela y visibilizar lo que nos ha pasado", cuenta a El Cultural en la víspera de su estreno en España, este 19 de enero.
Interpretado por Christian McGaffney, el protagonista del filme es un héroe,"uno de esos muchachos que salieron a la calle y que estuvieron dispuestos a arriesgar su vida por todos nosotros, por nuestro futuro, por el país", relata Vicentini, quien conformó el personaje a través de testimonios de diferentes jóvenes activistas.
Simón, que logró burlar la censura y posicionarse como la película más taquillera en seis años en Venezuela, ahonda en las heridas colectivas, pero también en las propias.
Para el cineasta, que salió de su país hace 14 años, la película ha supuesto un viaje por la culpa y el perdón, con el que ha intentado contribuir a esa lucha que, aunque parezca latente, continúa, porque "ahora no están asesinando a gente en la calle porque no hay protestas, pero quienes están en poder son los mismos".
Pregunta. Este viernes se estrena la película, que acaba de ser nominada a los Premios Goya 2024. ¿Cómo se siente al presentarla en España?
Respuesta. Me siento motivado. Es muy lindo estar aquí en el marco de la nominación, pero hay un doble objetivo. Uno como cineasta, pero también como venezolano está la responsabilidad de llevar nuestra historia, contar lo que nos ha pasado. El apoyo está siendo una oportunidad de poder seguir visibilizándola.
P. Concretamente Madrid acoge actualmente a gran cantidad de venezolanos.
R. Claro, en España hay una gran comunidad. Muchos españoles conocerán a algún venezolano, entonces qué bueno que pueda llegar la película acá y que pueda ser una ventana más íntima a lo que ocurre en Venezuela, lo que nos ha ocurrido a los venezolanos, y entender mejor por qué estamos tantos regados por el mundo.
Pregunta. Tuvo su germen en el cortometraje de 2016, que hizo como trabajo de fin de carrera. ¿Cuándo se dio cuenta de que la historia debía tener una magnitud mayor y convertirse en película?
R. Fue la reacción de la audiencia con el corto. Pude viajar por España en Madrid, Argentina, Chile, Colombia, Panamá, México con él y ahí viví un poco la reacción con la audiencia y vi lo que significaba. Ver lo conmovidos que podían salir con un corto estudiantil de 26 minutos, la importancia que tiene verse reflejado. Eso fue lo que me hizo pensar: si hago una primera película va a tener que ser sobre esto. Y así fue.
P. Hay un toque muy documental, ¿por qué decidió contar una historia de ficción?
R. Creo que el cine en particular es la herramienta más poderosa para narrar y generar empatía. Uno puede leerse un artículo, ver un documental o ver los números, —8 millones de venezolanos que se han ido del país—, pero nada como el cine para generar empatía. En 90 minutos te metes en los zapatos de un personaje, lo vives a través de ellos y, puede no tener nada que ver contigo, pero sales completamente conmovido y quizás hasta transformado.
P. En la película hay una violencia muy explícita, pero siempre contada a través de flashbacks del protagonista. ¿Por qué contar el después de las protestas?
R. El origen de todo este proyecto ha sido esa culpa que yo he sentido y también la perspectiva que podía ofrecer. Me fui de Venezuela a los 15 años y no he vivido el día a día allí, entonces tampoco sentía que era el indicado para contar las protestas. Lo que sí me sentía bastante identificado era contando lo que se siente al ver todo eso desde lejos. Por eso contarlo de esa manera, con Simón estando fuera de su país y viendo hacia atrás, recordando.
P. ¿Se podría considerar al personaje de Simón como un antihéroe?
R. Yo creo que tiene el realismo de un héroe de verdad. Porque para mí estos muchachos que salieron a la calle y que estuvieron dispuestos a arriesgar su vida por todos nosotros, por nuestro futuro, por el país, para mí son unos héroes. Pero tampoco se debe romantizar el daño y el costo de haber sido líder de su grupo, la responsabilidad que carga encima por ser alguien que tiene esa figura de liderazgo. Eso viene con unas consecuencias, una responsabilidad y una culpa enormes, especialmente si las cosas no salen como uno quería. Entonces es poder ver el perfil psicológico de un líder fallado, cuando no logra sus objetivos.
P. Por otro lado, el personaje de la abogada parece ese vecino que hasta no ve de cerca el conflicto no es consciente de lo que está ocurriendo.
R. Exacto. Yo veía a Simón y Melissa en lugares inversos. Es decir, Simón lo vivió en carne propia y cuando llega a Miami ya no quiere saber más del tema. No quiere seguir luchando, quiere dejar todo atrás y olvidar. Melissa, la americana, tiene el deseo de hacer algo por el mundo, pero no tiene una lucha propia porque no ha vivido nada de eso. Está buscando una causa, y a través de Simón puede empezar a entender que el activismo es algo serio y tiene consecuencias serias. Ese es su viaje en la película, ponerse un poquito en riesgo, sacrificarse y ver si vale la pena luchar.
P. ¿Cómo fue presentarla en su país, en el Festival de Cine Venezolano?
R. Fue bastante memorable porque llevaba 14 años sin ir a Venezuela y fui para el festival. Con muchas precauciones, porque tuve que entrar por la frontera. Fui a Colombia por Cúcuta, y justamente uno de los jóvenes que yo entrevisté para la película, o sea un Simón de la vida real, vivía cerca de la frontera. Entonces, él mismo me buscó y entré con él a Venezuela. Sentía que estaba viviendo mi propia película.
«Fue muy emocionante, aunque también con miedo. Había mucha presencia militar en el festival y había que ir con mucho cuidado y tener un perfil bajo. Los cinco jueces del certámen nos contaron luego que tenían presiones por muchos lados para no votar a favor de la película, para ignorarla. Eso fue con lo que más me quedé de ese viaje, de que, con todas las presiones, el jurado eligió a Simón como la mejor película. Significa que todavía hay gente dispuesta a hacer lo correcto, aunque quizás implique un riesgo, y eso me enorgullece muchísimo».
P. Aun así, la película no fue censurada en Venezuela, ¿esperaba esa reacción por parte del Gobierno?
R. La escribí asumiendo que no se iba a poner en salas de cine en Venezuela. Pero la estrategia del Gobierno ha evolucionado. Han censurado películas en el pasado muchísimo menos directas en su denuncia. Pero me imagino que, lo que han visto, es que eso al final da mucha más prensa a la película. El Gobierno tiene sus momentos y decide cuando no quiere aplastar o privar ciertas libertades como la libertad de expresión.
«En este caso, lo que hemos visto es que la decisión fue ignorar la película. Porque no solo no la han censurado, sino que ni la han mencionado. No existe, no hablan de ella. El CNAC, ente gubernamental de cinematografía, no nos mencionó en su Instagram cuando ganamos el festival de Venezuela ni cuando postulamos para los Goya. Ahora que recibimos la nominación, tampoco existe Simón para ellos. Sabemos que ha habido una estrategia unilateral de simplemente ignorarla. Somos la película más taquillera en los últimos seis años en Venezuela y para el Gobierno no existe».
P. ¿Cómo ha afectado esto a la hora de hacer promoción de la película?
R. El internet y las redes sociales han sido un cambio tan grande para el mundo entero que al final uno tiene el control de su propio marketing. Quizás, en otra época, que el Gobierno no te apoye podía ser súper importante, pero hoy en día nuestras redes y el boca a boca han sido lo más poderoso de la película. Aun así, el cine en Venezuela está muy golpeado. En los últimos dos años, las películas venezolanas allí han tenido un promedio de 5.000 espectadores, hay una taquilla muy pobre. Y creo que en parte fue por eso la decisión de ignorar la película y dejar que se estrene. Pensaron total, la verán 5.000 personas y nadie le importará. Pero la sorpresa es que ya vamos por 118.000 espectadores en su semana 19 de estreno.
P. ¿Cómo ha sido para usted ahondar en esta herida que es es colectiva, pero también individual?
R. Ha sido hermoso y doloroso. Hermoso en el sentido de poder viajar, estar en coloquios con cientos de personas en una sala de cine en 15 o 20 países y ver tanta vulnerabilidad. Vernos conectar, vernos tan humanizados con esta herida colectiva que tenemos. Poder estar en un espacio, en una sala de cine con 500 personas y hablar del tema, llorar y contarnos entre nosotros lo que nos ha pasado, lo que sentimos. Tiene un componente muy terapéutico todo lo que ha sido mostrar la película. Pero lo doloroso ha sido eso mismo, ir de país en país y presenciar el trauma generacional, las familias que han separado, a los que han matado. Palpar el daño que han hecho.
P. ¿Qué esperanza le puede quedar al pueblo venezolano tras haber visto la película?
R. Ha sido súper interesante ver las reacciones del público y escuchar sus comentarios. Creo que, en su mayoría y después de tanto tiempo en cartelera en distintos países, ha sido esperanzador. La gente sale con ganas de querer hacer algo, pero también ha habido reacciones opuestas. Para los que ha sido como un recordatorio de lo que hemos pasado, lo duro que ha sido y lo que es capaz el Gobierno de torturar y asesinar. A mí me gustan las películas que te dejan pensando, que tienes que hallar tu propia conclusión. Y creo que ahí está lo que le toca a cada venezolano, preguntarse a sí mismo en qué etapa está, si dispuesto a dejar atrás la lucha o seguir y remotivarnos.
P. ¿Cómo es la situación actual allí respecto a la cultura?
R. No puedo hablar mucho por quienes viven en Venezuela, pero lo que sí te puedo decir es que pueden cambiar muchas cosas superficiales, o el país pasa por distintos momentos, pero lo que sigue siendo igual es el miedo. Es decir, a mí cuando me llaman para entrevistarme desde Venezuela por la película, antes me tienen que decir: no digas tal palabras, no menciones la dictadura. Porque tiene miedo de que después les va a llamar el Gobierno y van a tener que cerrar la estación de radio o el canal de televisión.
«Pude presenciarlo en carne propia cuando en el festival se fue la electricidad cuatro veces durante las proyecciones. Están vendiendo gasolina que traen de Colombia en botellas de agua porque no funciona en Venezuela, y tenemos la reserva de petróleo más grande del mundo, pero no podemos generar nuestra propia gasolina. Entonces lo fundamental sigue igual y no hay libertad de expresión».
«Hace cuatro semanas metieron a un periodista por un tuit, ahorita mismo hay 250 presos políticos que están siendo torturados. Lo más básico, que son los crímenes lesa humanidad y las violaciones de derechos humanos, sigue siendo igual. Pueden variar las épocas, ahorita no están asesinando a gente en la calle porque no hay protestas, pero quienes están en poder son los mismos y todo sigue igual en ese sentido».