El cineasta palestino Elia Suleiman (Nazaret, 1960) no ha venido a Madrid a hablar de política. Quizá porque no lo necesita, con su cine es suficiente. Viene a presentar Sátiras Palestinas, su primera retrospectiva en España, de mano de la Filmoteca Española. Y lo hace a lo grande, con visita del ministro de Cultura, Ernest Urtasun, incluida.
Suleiman es una especie de rara avis en el mundo del cine. Un mundo al que pertenece, pero que, como autodidacta, siempre ha visto con un prisma diferente. "Cuando empecé a dirigir no había estudiado cine ni había visto demasiadas películas", reconoce a El Cultural. De esa primeriza inexperiencia parece haber brotado la capacidad de acercarse al mundo de la imagen con una singular pureza.
Cinematográficamente hay quienes lo comparan con el inexpresivo Buster Keaton, el cómico Jacques Tati, incluso con el esteta Wes Anderson. Aunque el realizador cree que “la primera sensación de que podía hacer películas fue viendo Cuentos de Tokio (1953) de Yasujirō Ozu”.
Del japonés aprendió el placer por el silencio y de su maestro londinense, John Berger, su poético modo de ver el mundo. El realizador es capaz de aunar espontaneidad y minuciosidad, optimismo y desesperanza. Casi sin abrir la boca. La ausencia de palabras, de diálogo, es lo que caracteriza la crítica social de Suleiman, que acerca incómodamente al espectador al absurdo, pero también a la verdad del pueblo palestino.
Aunque Suleiman hace comedias, intrínsecamente políticas, pero comedias al fin y al cabo. Lo personal es político, y en sus películas se ríe de aquellos que consideran que su cine no es lo suficientemente palestino, sea eso lo que sea. Porque está convencido que la categorización del cine en base al género o la raza no es otra cosa que producto de un capitalismo feroz.
El cineasta es un pacifista enfadado que parece creer en la juventud. “Estas generaciones son la verdadera amenaza para las estructuras de poder”, y admira la forma en la que están reinventando el significado de resistencia. También la manera en que han conformado su identidad “de la manera menos nacionalista posible”, conectando con todas las injusticias del mundo.
[Elia Suleiman: “El silencio puede ser una forma de resistencia”]
Suleiman, que ha vivido en Londres, Nueva York y París, lleva mucho tiempo fuera de casa. En sus tres primeras películas, Crónica de una desaparición (1996), Mejor Ópera prima en el Festival de Venecia, Intervención divina (2002) o The Time That Remains (2009), que se podrán ver estos días en la Filmoteca, navegó entre su propia biografía para reconectar con esa identidad perdida.
“Siempre me consideré extranjero dondequiera que estuviera, y del mismo modo, siempre me sentía en casa”, relata el cineasta. Sin embargo, en su último filme, De repente, el paraíso (2019) intentó abrazar su carácter de nómada, para explicar cómo el mundo se estaba convirtiendo cada vez más en una “Palestina global”, sus fronteras, como las del resto del mundo, se están diluyendo.
Cinco años después, y cuatro meses desde que se reavivó el conflicto israelí-palestino, Elia Suleiman cree que ahora, “esa palestinización se ha encontrado cara a cara con la sionización del mundo”, pero no pierde la esperanza, no cree que haya otra forma posible. “Estoy en Madrid porque tengo esperanza, de lo contrario no estaría aquí”.
Pregunta. ¿Cómo se siente ante este reconocimiento en España?
Respuesta. Tendrás que preguntármelo dentro de unos días, porque los buenos recuerdos son la respuesta a eso. Una vez que regrese, empezaré a recordarlos. Pero hasta ahora, todo bien. Estoy feliz de estar aquí porque es la primera vez que vengo. Nunca es un momento tranquilo cuando haces esto, porque por una parte, quieres hacerlo lo mejor que puedas, pero por otro lado solo quieres divertirte. Así que hay una tensión entre estas dos cosas. Pero, por supuesto, es un honor. Siempre es un honor que la gente reconozca tu trabajo de esta manera.
P. Visitó en 2019 Sevilla durante el Festival de Cine, pero quizás esta sea la primera vez en Madrid que el público general pueda ver sus películas en el cine. Quizá la gente que no esté familiarizada con su trabajo puede sorprenderse ante sus particulares "silencios". ¿Cómo es hacer películas tan silenciosas en un mundo tan ruidoso? ¿Encuentra placer en ello?
R. Quizá hayas respondido a la pregunta. (Risas). Es debido a este mundo ruidoso que necesitamos algunos momentos de tranquilidad, pero... la verdad es que no sé cómo responder a esta pregunta, porque no es que tuviera otra opción. No llegué al cine pensando que no me gustaba el diálogo, no fue exactamente así. Las cosas suelen venir con la intuición y no necesariamente con una decisión.
»Recuerdo que cuando empecé a hacer guiones, había diálogos, había narración. En las primeras versiones de mi primera película, Crónica de una desaparición (1996), había una historia, personajes, conversaciones. Lo que llevó finalmente al guion y más tarde a la película a convertirse en lo que se convirtió no fue realmente intencional.
»Lo que pasó es que cada vez que me topaba con información me desafíaba a mí mismo para sacarla y quedarme solo con la imagen. Poco a poco, me vi sumergido en ese mundo del cine semi silente. Aun así, mis referencias cinematográficas no han sido necesariamente del cine mudo.
»Aunque creo que la primera sensación que tuve de que podía hacer películas fue viendo Cuentos de Tokio (1953) de Yasujirō Ozu. Y si conoces la obra de Ozu, hay mucho silencio. Debo decir que lo que me llevó también a identificarme con este tipo de lenguaje fueron las similitudes de algunos de estos personajes. No solo el silencio que les rodea, sino el silencio que llevan consigo. Eso me recordó mucho a mis antecedentes.
P. ¿De qué manera?
R. Por ejemplo, en la película, si recuerdas a la pareja de ancianos mirando los trenes y sintiendo una sensación de alienación respecto a lo que les ha tocado vivir. Se parecía mucho a la forma en que yo miraba a mis padres en el balcón cuando tomaban su primer café después de la siesta y veía que no miraban fijamente nada.
»Fue un momento de alienación, con una cierta dosis de tristeza inherente por lo que les estaba pasando, se sentían extraños en su propia tierra. Esto no pasó mucho tiempo después de que Palestina se convirtiera en Israel, así que realmente todavía no habían asimilado su nueva realidad. De repente se vieron a sí mismos como extraños no deseados. He visto muy bien esa sensación en las generaciones más mayores, en la de mis padres.
P. ¿Y en la juventud?
P. La juventud de hoy en día es otra cosa completamente. En primer lugar, porque han conformado su identidad de la manera menos nacionalista posible y han conectado con el activismo. Su identidad se identifica más con todas las injusticias. Por ejemplo, la forma en que los jóvenes activistas palestinos manifiestan sus identidades es más cultural que política en muchos sentidos. No piensan en términos nacionalistas o geográficos, piensan en la justicia.
»Así que, de algún modo, la identidad palestina ha transgredido las fronteras de cualquier cosa llamada conceptualmente Palestina y se ha identificado con palestinos de todos los rincones del mundo. Y eso también ocurre al revés, cuando estaba en São Paulo y me reunía con gente joven era exactamente igual.
»También creo que esta generación es la verdadera amenaza para las estructuras de poder, porque no saben cómo tratarla. ¿Qué vas a hacer con aquellos que hablan de cultura, de igualdad? No es tan fácil aplastarlos. La única forma de hacerlo es lo que hoy se ve en las guerras, lanzar bombas y matarlos a todos.
»Pero por lo demás, son muy difíciles de contener porque tienen toda la energía del mundo y son muy optimistas con respecto a un mundo mejor. Y lo hacen cultivándose a sí mismos, esta es su resistencia. Mejorarse culturalmente, autoevaluarse y desechar cualquier forma de sexismo o racismo. De este modo, la lucha por los derechos de los homosexuales se convierte en la lucha por Palestina. No está separado, trasciende las fronteras.
P. De hecho, su última película, De repente, el paraíso (2019) termina con unos jóvenes bailando despreocupadamente en un bar.
R. Sí, no son actores reales. Fui a un bar LGTBI a las 3:00 de la madrugada y había muchos jóvenes bailando, volviéndose locos. Enseguida le dije al propietario del bar, al que conocía, que esta iba a ser la última escena de la película. No estaba previsto en el guion. Una semana después volvimos al bar y citamos a todos los que habían estado allí esa noche para que lo repitiesen.
»Me habría entristecido si la película no hubiera terminado así. Para mí, de repente fue un momento de esperanza. Y creo que ahora, dondequiera que vayas en el mundo, hay este tipo de personas, jóvenes enérgicos. Puedo verlo incluso en lugares donde no existía antes, como en América Latina, donde es una locura irreconocible. Estas son las personas que son prometedoras para cualquier tipo de cambio en la sociedad en que vivimos hoy, en la que el horror está en todas partes.
P. Además, en el filme se aprecia ese intento de borrar la identidad, de transmitir el concepto de que cada vez somos más "ciudadanos del mundo". Usted ha vivido en Londres, París, Nueva York, ¿se siente más cerca de esta concepción de la identidad?
R. Durante décadas, desde que empecé a tener una noción política, concebía una identidad global. Siempre me consideré extranjero dondequiera que estuviera, y del mismo modo, siempre me sentía en casa. Pero hay una diferencia, yo lo conceptualice, ellos lo están viviendo y es completamente diferente.
»He pasado por altibajos. En algunos momentos he sido capaz de mantener mi nomadismo y a veces he fracasado en ello. Me he sentido melancólico y anhelado tener algún tipo de raíces. He vivido estos cambios, esas idas y venidas, pero ellos crecieron así, orgánicamente.
»Yo tuve que viajar por el mundo para abrazar esta idea, pero ellos no tuvieron que mudarse a ningún lado. Simplemente lo hicieron dónde están. Yo tuve que elegir el exilio para poder llevar conmigo todas estas preguntas. Por eso, en esa escena se ve como yo no me uno a bailar. Me alegro por ellos y siento un poco de tristeza por mí mismo. Es como si dijera, esto es el pasado y esto el futuro.
P. En 2019 se refería al mundo como una "Palestina global". Después de cinco años, después del Covid-19, todo lo ocurrido en Ucrania y ahora en Gaza. ¿Cómo lo ve ahora?
R. Solía hablar de la palestinización del mundo, pero esta palestinización se ha encontrado ahora cara a cara con la sionización del mundo. Ahora mismo, muchas de las fuerzas que poseen las armas están marcando el camino. Los gobiernos, las empresas multinacionales han venido a decir, estamos aquí para empeorar aún más las cosas. Así que si pensabas que podrías conseguir algo con tu activismo, tenemos un ejército y te vamos a aplastar.
»Se puede ver en los gobiernos fascistas que existen en todas partes. Echemos un vistazo a lo que está ocurriendo en Europa. Francia, ultraderecha. Alemania, ultraderecha. Los fans de Mussolini en Italia. Están tomando medidas cada vez más modernas y sofisticadas para oprimir a las personas con cierta nostalgia por los pensamientos neonazis y el fascismo.
»Esto es lo que está ocurriendo y no solo en Europa. India ahora mismo es el infierno. Muchos lugares del mundo están retrocediendo. Creo que es un momento realmente difícil para todos y no sé cómo se sienten los jóvenes, pero estoy seguro de que no se dan por vencidos, porque no tienen otra opción que seguir luchando.
P. Alguna vez ha confesado que hacer películas es un acto de esperanza. ¿La tiene usted? es decir, ¿está planeando una nueva película?
R. Tengo ganas de hacer otra película, pero no logro hacerlas tan rápido. Porque soy lento. Quizá por una buena razón. En segundo lugar, porque para poder hacer una película también tengo que vivir, la inspiración no viene de una novela o de cualquier otra cosa que pueda usar. Siempre viene de ciertos detalles muy pequeños de la vida que colecciono. Así que el proceso es lento por naturaleza. Además, para mí, hacer una película incluye la necesidad de hacer una película. No sé cómo hacer una película tras otra, simplemente pierde su significado.
»Aunque la esperanza no solo existe en términos cinematográficos. También existe cuando cocinas, cuando sales a pasear, cuando admiras la belleza de un árbol. Todo eso también es esperanza. Pero para ser honesto, aunque fuera una ilusión de esperanza, también sirve. Estoy en Madrid porque tengo esperanza, de lo contrario no estaría aquí. Así que no sé si tenemos otra forma de gestionar todo este caos que no sea generando esperanza.
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