Vincent Lindon (Boulogne-Billancourt, 1969) nos atiende en la habitación número 279 del Hotel du Collectioneur, cuartel general provisional de Unifrance, el organismo que se dedica a la promoción exterior del audiovisual francés, que cada año organiza unas jornadas maratonianas para dar a conocer al mundo la cosecha anual del cine y la teleficción galas.



El ganador del César al mejor actor por La ley del mercado (Stéphane Brizé, 2015) ve pasar ante sí un caleidoscopio de rostros de distintos periodistas que a buen seguro terminará confundiendo después de una jornada extenuante de entrevistas en serie.



Lejos de activar el piloto automático y entregar respuestas fabricadas en una cadena de montaje, Lindon se muestra jovial, se extiende más allá del tiempo prefijado (veinte minutos para cuatro reporteros) y trufa sus contestaciones de jugosas anécdotas.



A sus 64 años desprende una energía contagiosa, propia de quien está a punto de estrenar cinco nuevas películas - entre ellos las próximas películas de Quentin Dupieux (À notre beau métier), Nicolas Boukhrief (Comme un fils) y las hermanas Coulin (A la hauteur) además de un remake de Locke (Steven Knight, 2013) dirigido por Gilles Bourdos - por más que admita que “este no es para nada mi ritmo, no sé qué demonios ha pasado”.

Sin embargo, el proyecto que más tiempo le ha ocupado (11 meses) ha sido el rodaje de Sangre y dinero (que hoy estrena Filmin), su primera serie de televisión y también el debut de Xavier Giannoli (Las ilusiones perdidas) en este formato.



La miniserie, basada en un caso real, parte del libro homónimo de Fabrice Arfi en el que se describen los mecanismos empleados para defraudar el IVA que gravaba las cuotas de carbono.



El fraude consistía en comprar cuotas de carbono en cualquier país miembro de la Unión Europea y venderlas en Francia cobrando el IVA, solo que, en lugar de declararlo a la hacienda francesa, los delincuentes lo desviaban a cuentas offshore.



El encargado de poner fin a la llamada ‘estafa del siglo’ es Simon Weynachter, el implacable funcionario del servicio de aduanas al que encarna Lindon, un personaje a mitad de camino entre el Robert Wakefield (Michael Douglas) de Traffic (Steven Soderbergh, 2000) y el Vincent Hannah (Al Pacino) de Heat (Michael Mann) de la que el actor francés afirma que es “una de mis películas preferidas”.

['Las ilusiones perdidas': Xavier Giannoli trae al siglo XXI la magistral novela de Balzac]

Pregunta. Tanto para usted como para Xavier Giannoli está es su primera incursión en el formato seriado, ¿qué diferencias ha encontrado con respecto al cine?

Respuesta. Para mí el proceso ha sido idéntico al de hacer una película. Xavier (Giannoli) se dedica al cine, yo también y el equipo ha sido el mismo con el que el director trabaja habitualmente. Aquí hemos tenido la oportunidad de hacer una película de 12 horas, porque contábamos con los medios para ello, y asumiendo que no podemos mantener a los espectadores encerrados tanto tiempo en una sala, después solo había que dividirla en doce partes.

»Las dos ventajas que tienen las series de televisión con respecto al cine es que, primero, cuentas con más dinero y, después, tienes más tiempo para profundizar en los personajes. Interpretar a un personaje que estará en pantalla durante noventa minutos es como jugar un partido de futbol: de la hora y media de juego tocas el balón ocho minutos; si juegas tres horas la cosa cambia, tienes el balón más tiempo, se crean más ocasiones de gol.

»En una película de una duración convencional no sé si habría tiempo para incluir al personaje de la hija de Simon, no sé si se podría explorar lo que le sucede a mi ayudante, no sé si se le dedicarían minutos a la búsqueda de identidad y la crisis de fe con respecto al judaísmo que afectan a mi personaje, … Creo que todo se quedaría en un pequeño thriller de hora y media en el que se desarrollaría la trama financiera.

P. Simon Weynachter es un hombre recto, estricto con respecto a un código que nunca rompe, ¿qué ha supuesto para usted interpretar a alguien que, por una parte, tiene un compromiso inquebrantable, y por otra ve cómo no puede hacer frente a los problemas por los que atraviesa su hija drogodependiente?



R. Es, tal vez (e insisto en el tal vez), el personaje más político de cuantos he interpretado. Hablamos de alguien muy comprometido, defensor del orden y de la moral, no en el sentido autoritario del término, sino en su sentido social, democrático. Hablamos de un hombre con muchas virtudes, con una formación elevada, muy educado, tremendamente cortés, trabajador, también obsesivo hasta alcanzar los límites de la locura, pero sin ninguna ansia de poder.

»Es un personaje que la gente ama porque en realidad es lo que todos desearíamos ser. Todos queremos vengarnos de alguien, todos tenemos alguna cuenta pendiente que saldar, porque todos hemos sido burlados, ofendidos o traicionados alguna vez en nuestra vida. Simon es el tipo que dice: "stop, hasta aquí, voy a parar este circo".

»En su caso, y eso es lo que para mí es importante, hablamos de una cuestión muy compleja que va incluso más allá de la justicia, es un personaje que le grita a todo el mundo: “hay que terminar con la impunidad, tenéis que pasar por caja”. La impunidad es lo más repugnante del mundo, es la injusticia que se produce cuando la justicia no ha hecho su trabajo, cuando alguien no ha pagado por lo que ha hecho.

Fotograma de 'Sangre y dinero'.

P. En su dilatada carrera figuran de títulos marcados por el compromiso social como La ley del mercado, Los caballeros blancos (Joachim Lafosse,2015) o En guerra (Stéphane Brizé, 2018), por citar solo algunos. ¿Es algo buscado?

R. No busco participar en películas comprometidas. Si encuentro un papel que me gusta, lo hago. Hago muchas películas que no revisten ese tipo de compromiso, como Titane (Julia Ducournau, 2021), … (se detiene y piensa). Bueno, quizá sí sea una película comprometida. En realidad, de una u otra manera todas las películas lo son, todas las películas son sociales. Intocable (Olivier Nakache & Eric Toledano, 2011) es una película social, Forrest Gump (Robert Zemeckis, 1994) también, Barbie (Greta Gerwig, 2023).

»Hay algunas películas que lo son aún más, pero yo no necesito encontrar una causa que defender para escoger un proyecto. Cuando recibo un guion no me pregunto si defenderá alguna causa, lo leo y si me gusta y el personaje me interesa, lo hago.

P. ¿Qué conocimiento tenía del caso antes de entrar en el proyecto?



R. Conocía la historia de memoria. A lo largo de dos años estuvo presente casi a diario en todos los periódicos franceses. Además, he tenido la oportunidad de conversar con la persona en la que se basa el personaje de Jerome Attias (interpretado por Niels Schneider en la serie) un tipo simpático, seductor, lleno de encanto, avispado, listo y muy inteligente, alguien que parece sacado de El lobo Wall Street (Martin Scorsese, 2013).



P. Dentro de una historia basada en hecho reales, el personaje que usted interpreta es puramente ficcional. ¿Cómo fue el trabajo de construcción de Simon junto a Xavier Giannoli?

R. Trabajamos de una manera un tanto particular. Xavier (Giannoli) escribe, pero después hay proceso de discusión conjunto y de reescritura. Por ejemplo, inicialmente el espacio dedicado a la hija (interpretada por Victoire Du Bois) no era tan extenso como lo es ahora. Es algo sobre lo que hablamos mucho.

»Pensaba que esa chica que le causa tantos problemas, problemas a los que él no puede hacer frente porque está inmerso en su trabajo, era fundamental para ver hasta qué punto Simon está sujeto a esa relación que lo tiene destrozado y a la que no puede hacer frente. Hablamos de todas esas cosas y después Xavier (Giannoli) las fue rearmando. También discutimos sobre la búsqueda de identidad del personaje en relación con sus orígenes, con la religión y con la fe, me hizo un montón de preguntas para ver qué opinaba sobre eso… Esa es su manera de trabajar.

Fotograma de 'Sangre y dinero'.

P. ¿Cómo ha sido actuar con alguien como Ramzy Bedia en un rol muy diferente a los que suele interpretar?



R. Esa es una observación muy periodística, me resulta graciosa. Os llama la atención (el trabajo de Bedia) porque nunca lo habéis visto interpretar un papel así. Voy a contaros una anécdota. Cuando un actor como Ramzy (Bedia) hace este tipo de papel, o cuando Coluche (el nombre artístico del humorista Michel Colucci) hizo Tchao pantin (Claude Berri, 1983) todo el mundo habla de eso, pero cuando alguien interpreta bien un tipo de papel en el que estamos acostumbrado a verle la prensa escribe “formidable como siempre”.

»Y es cierto que Ramzy (Bedia) está muy bien, pero ya lo estaba en sus películas anteriores, solo que vosotros no lo habíais visto en ese registro. Es lo mismo que sucede con Jim Carrey: hasta que no hizo Man on the Moon (Milos Forman, 1999) nadie le tomó en serio y ya era genial antes.

»Pasa lo mismo con los premios, y eso es algo que me fascina. Recibes un premio en un festival de manos de un jurado compuesto por nueve personas distintas e, inmediatamente, empiezas a recibir premios en todas partes. Lo que, en ocasiones, deploro del mundo del arte es que nos olvidamos de la obra muy rápidamente y solo importa ese momento.

»Recuerdo que allá por 2010 o 2012 declaré que me consideraba alguien anormalmente recompensado en lo que a premios se refiere para la carrera que tenía; básicamente no tenía ningún premio, ni siquiera uno de un pequeño festival de pueblo. Por aquel entonces le dije a un amigo, ya verás como, algún día, esto se volverá grotesco en el sentido contrario. Y así fue. Llegó La ley del mercado, me premiaron en Cannes, en los César y en los festivales de pueblo. Es algo igual de ridículo en los dos sentidos.