De todos los trabajos que comparecen este año en la gala de los premios Goya, Creatura es el más resbaladizo y perturbador. Su aproximación a los malentendidos del aprendizaje sexual femenino ha provocado encendidos debates entre los espectadores, algo que evidentemente buscaba su directora, Elena Martín (Barcelona, 1992).
En la escena más incómoda del filme, que se queda grabada en la cabeza, la protagonista a la que da vida la propia cineasta le pregunta a su padre si las demostraciones de cariño físico entre él y ella le pueden resultar confusas. El padre, al que da vida el siempre enigmático Àlex Brendemühl, no sabe qué contestar y le dice que lo tiene que pensar.
Es solo una de las preguntas incómodas de las muchas que plantea Creatura, un soplo de aire fresco en un panorama cinematográfico español en el que el drama parece encorsetado en un realismo de corte sensible. La película de Elena Martín es, en cambio, misteriosa y poética (el mar como metáfora del deseo), y pone especial atención a la dimensión física –sobre todo cuando se asocia a la vertiente emocional de la relación de la pareja– y onírica –que invoca al siempre inquietante David Cronenberg– del relato.
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La protagonista es Mila, una treintañera que se encuentra bloqueada en materia sexual, incapaz de alcanzar el placer con su pareja, Marcel (Oriol Pla), lo que le lleva a autolesionarse y a sufrir una urticaria por el estrés. A partir de ahí, Creatura se afana en encontrar los motivos del trauma, recurriendo a regresiones en forma de largos flashbacks (lo que le da al filme una estructura capitular) que indagan, primero, en la adolescencia del personaje y, después, en su infancia.
Así, Gimeno se atreve con un tabú como el despertar sexual en la niñez. “No se puede relacionar con lo que entendemos como sexualidad adulta, es más un despertar de los sentidos y de la curiosidad”, explica a El Cultural. “Pero es el momento en el que se empiezan a generar los malentendidos que luego construyen las normas patriarcales, los tabúes y también la violencia sexual. Es la mirada adulta la que interpreta con miedo estas actitudes y empieza a castrar y a situar el sexo y el deseo en un sitio de peligro, asco o vergüenza.
La trayectoria de una veterana
A sus 31 años, Elena Martín ha demostrado una valentía inusitada con Creatura, que recibió el premio a la mejor película europea en la Quincena de Cineastas de Cannes, el premio a la mejor película y otros cinco galardones en los Gaudí y que aspira a cinco premios Goya: mejor dirección, mejor actor de reparto (Àlex Brendemühl), mejor actriz de reparto (Clara Segura) y mejor actriz revelación (Clàudia Malagelada).
Martín estudió Comunicación Audiovisual en la Universidad Pompeu Fabra, y se dio a conocer como actriz en la asombrosa Las amigas de Ágata (2015), proyecto de fin de carrera y debut cinematográfico de Laia Alabart, Alba Cros, Laura Rius y Marta Verheyen. El filme narraba el difícil paso de la adolescencia a la madurez, ese momento en el que uno deja de ser un niño definitivamente para enfrentarse a lo que será el resto de su vida, y la directora de Creatura interpretaba con frescura y honestidad a la Ágata del título.
A partir de entonces, empezó a desarrollar una carrera profesional que se ha movido entre el teatro experimental -cofundó el laboratorio de experimentación Els Malnascuts y es miembro fundador del colectivo VVAA- y el campo audiovisual, donde debuta en la dirección de largometrajes con Júlia Ist (2017), un filme con un cierto tono naturalista y aire rohmeriano en el que abordaba su propia Erasmus en Berlín, dando vida también a la protagonista. La película se llevó en Málaga la Biznaga a la mejor dirección.
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En 2018 interpretó un papel secundario en Con el viento, de Meritxell Colell, y en 2019 encontramos el trabajo que bien pudo ser la inspiración para Creatura, el cortometraje Suc de Síndria, dirigido por Irene Moray y galardonado con el Goya. En él, Martín interpreta a Bárbara, una joven que no es capaz de reconectar con su sexualidad después de haber vivido una violación.
“Trabajamos mucho el estado emocional del personaje, más que hablar de su biografía o de lo que le había pasado”, explicaba Irene Moray a El Cultural sobre su trabajo con Elena Martín. “Tratábamos de entender cuál era el viaje emocional del personaje durante el tiempo del cortometraje y utilicé con Elena ejercicios de tantra y meditación para guiarla".
"Por ejemplo, hablábamos de que cuando el personaje tenía sexo veía un punto negro que se iba haciendo grande y que le empezaba a dar miedo y por eso paraba", continuaba Moray. "Y en la escena en la que ella finalmente tiene un orgasmo se dejaba caer en ese agujero negro que le daba tanto terror y que al final a donde la llevaba es al placer. Trabajamos con imágenes un poco abstractas. Desde la intuición encontramos un lenguaje para que Elena entendiera físicamente cómo colocarse y cuál era el vértigo”.
Martín, que ha actuado en otros filmes como Nosotros nos mataremos con pistolas (María Ripoll, 2022) o Unicornios (Àlex Lora, 2023) y ha escrito guiones en la serie Veneno (Los Javis, 2020) y dirigido capítulos de Vida perfecta (Leticia Dolera, 2019), es una de las creadoras más singulares y arriesgadas del panorama español, sin miedo a sumergirse en cuestiones profundas y poco abordadas en nuestro cine como la relación de cada uno de nosotros con el sexo.
“El sexo se ha explotado mucho en el cine, pero no desde la intimidad o la profundidad”, explicaba a El Cultural. “Normalmente, es una cortinilla o un simple momento de tensión, no tiene nada que ver con el conflicto de los personajes. Pero realmente es algo que como personas nos condiciona muchísimo, sobre todo en etapas de crecimiento como la adolescencia, cuando defines tu identidad y tus relaciones sociales. Y de adultos también incide en nuestro bienestar”.