"Yo no diría que trata de ellos, aunque aparezcan en el libro. Trata de la verdad como ilusión", asegura P. B. Jones, alter ego de Truman Capote (1924-1984) en Plegarias Atendidas. Y lo explica con este ejemplo: "el travesti es en realidad un hombre (verdad), hasta que se recrea a sí mismo como mujer (ilusión), y, de los dos momentos, el de la ilusión es el más verdadero".
Cuando se publicó el primer artículo que conforma la novela, en 1975 en la revista Esquire, el escritor estadounidense ya sabía lo que era vender más de 300.000 millones de ejemplares. Lo había conseguido en 1966, con A Sangre Fría, obra que marcaría un antes y un después en el Nuevo Periodismo norteamericano. Lo que descubrió en sus propias carnes es que, al final, se derraman más lágrimas por plegarias atendidas que por las no atendidas.
Para Capote, esta novela iba a ser un En busca del tiempo perdido contemporáneo, un análisis de la sociedad aristocrática de la costa este de Estados Unidos. Cuenta él mismo en el prólogo de Música para camaleones (1980) que se pasó cuatro años, de 1968 a 1972, seleccionando material en sus diarios y notas para dar a luz a una variación de la novela de no ficción, que ya había experimentado con su famosísimo relato sobre el asesinato de la familia Clutter.
Tras años posponiendo la fecha de entrega del manuscrito, lo que le endeudó hasta las cejas y disparó su ya frecuente alcoholismo, empezó a publicar por entregas algunos capítulos. Cuando salió a la luz La Côte Basque, 1965, el escritor vio cómo sus rezos daban frutos, solo que no del modo en el que a él le hubiera gustado.
"A lo largo de tu obra, aparecen personas que alcanzan un objetivo desesperado, mas solo para que les rebote en contra de ellas mismas, lo cual acentúa y acelera su desesperación", se puede leer en Monstruos Perfectos, uno de los artículos publicados en 1976.
De alguna forma, el llamado buitre de Alabama no estaba solo escribiendo sobre las mujeres de la alta sociedad neoyorquina, sino también sobre él mismo. "Hay algo en la forma que tiene de ver cómo se comportan los humanos. Como los astrónomos ven las constelaciones", asegura su compañero sentimental Jack Dunphy (Joe Mantello) en Feud: Capote vs The Swans.
Producida por Ryan Murphy —siempre dispuesto a rescatar a personajes olvidados de la cultura pop—, y dirigida por el cineasta Gus Van Sant, la serie, basada en el libro Capote's Women: A True Story of Love, Betrayal, and a Swan Song for an Era de Laurence Leamer, relata la venganza que perpetraron estas mujeres, denominadas "cisnes" contra el escritor por airear todas sus vergüenzas.
Bellas, adineradas, aristócratas, y con varios matrimonios a sus espaldas, se deslizaban por los estanques de la alta sociedad de manera imperturbable. Así eran Babe Paley (Naomi Watts), esposa del fundador de la CBS William S. Paley y editora de moda; C.Z. Guest (Chloë Sevigny), escritora, actriz y una de las grandes musas del fotógrafo Slim Aroons; Slim Keith (Diane Lane), exmujer del cineasta Howard Hawks y Lee Radziwill (Calista Flockhart), hermana de Jackie Kennedy.
"Pero Dios les dio demasiado equipaje, tienen que remar el doble de rápido que un pato corriente para mantenerse a flote. Por ello, algunos se ahogan bajo el peso de la belleza y su superficial plumaje", insiste Truman Capote (Tom Hollander) en el primer episodio de la serie.
A través de saltos temporales, la ficción captura el ascenso y caída del escritor. De ser el invitado favorito de todas las fiestas en la década de los 60, una especie de cínico y divertido juglar siempre dispuesto a deleitar con una jugosa historia, a repudiado por las verdaderas Mujeres desesperadas de Manhattan.
Una vez publicado el artículo, que recogía sin edulcorantes las perlas que iban soltando durante una comida en el restaurante neoyorquino La Côte Basque, "donde el plato del día está sentado en algún lugar a la vista", la reputación de Capote cayó en picado. Nadie quería cerca a un cotilla, pero menos aún a un escritor.
Hasta entonces Truman había sido la mano derecha de todas ellas, sobre todo de Babe Paley, "cuyo único defecto era ser demasiado perfecta", la define Capote en su novela. Para la aristócrata, él era la primera persona a la que acudía para pedir consejo, su consejero matrimonial y psicólogo a partes iguales.
Por ello, cuando Paley vio impresos, y a disposición pública, los numerosos affaires de su marido, no solo sintió tristeza por la deslealtad de Truman, sino también rabia por la honestidad y crudeza con la que había quedado retratada. Después de haber pasado dos décadas a su lado, Truman sabía perfectamente de qué pata cojeaban sus cisnes.
Las socialités de Nueva York no se quedaron de brazos cruzados ante semejante infidelidad: acusaron de misógino al escritor por retratarlas con vulgaridad y odio, y perpetraron una venganza sigilosa pero eficaz, liderada por el cisne más venenoso de todos: Slim Keith.
La repercusión mediática fue tal que incluso una de las protagonistas de los artículos, Ann Woodward (Demi Moore) a la que Capote retrató como la viuda negra que cometió "el tiroteo del siglo", acabó suicidándose poco después de que se publicase su historia.
A partir de ahí, el escritor fue muriendo socialmente con cada fiesta a la que no era invitado. Aunque no quiso reconocerlo, el aislamiento le afectó sobremanera y agudizó su problema con el alcohol, pero siempre se defendió: "¿Qué esperaban? Soy un escritor, me sirvo de todo. ¿Es que esa gente pensaba que me tenían solo para entretenerlos?". El estadounidense se valió de la autoficción, utilizando a veces pseudónimos para cubrirse mínimamente las espaldas, y del mantra Everything is copy (en la escritura todo sirve) para justificar su traición.
"¿Crees que En busca del tiempo perdido hubiese tenido la resonancia que tiene si Proust hubiera sido históricamente literal, si no hubiese cambiado los sexos, alterado hechos e identidades? Si hubiera sido absolutamente objetivo la obra hubiese sido menos creíble", escribe en Plegarias Atendidas.
Capote no sobrevivió a la novela, murió el 25 de agosto de 1984, un mes antes de su sesenta cumpleaños. Su amiga Joanne Carson, en cuya casa se encontraba el escritor cuando falleció, aseguró que este había pasado sus últimas horas escribiendo, invadido por la necesidad de concluir la novela, algo que no consiguió.
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Su editor, Joseph M. Madox, recopiló todo el material que había dejado, en total 250 folios, y lo publicó dos años después de su muerte. Solo tres artículos —Monstruos perfectos, Kate McCloud y La Côte Basque—de los cinco que se supone que llegó a escribir, pero que nunca han sido encontrados.
Como era de esperar, su funeral no fue lo multitudinario que podría haber sido antes de su "suicido social". Ninguna de estas mujeres de la jet set apareció. Su cisne más querido, Babe Paley, había fallecido en 1978 por un cáncer de pulmón, sin haberse reconciliado nunca con Capote. Y las demás, ya lo habían dado por muerto en 1975.
Esta traición a sangre fría condenó a Truman Capote a un exilio quizá merecido. Sin embargo, el escritor fue de los pocos que tuvo el poder de formar parte de ese frívolo mundo y resquebrajarlo desde dentro. "¿Es la verdad una ilusión o es la ilusión una verdad? O ¿son ambas básicamente lo mismo? En lo que a mi respecta, no me preocupa lo que se diga de mí mientras no sea verdad".