Un niño pequeño despierta demasiado pronto. El paisaje aún está nevado, está sólo. Las vacas, esas reinas que no duermen, lo observan con curiosidad desde lo alto de la colina. El niño se pierde, y su hermana empieza a buscarlo, interrogando a los humanos que ahora ocupan el planeta tierra recolectando alimentos. Durante un año comerán y se reproducirán en grupo para prepararse para el siguiente invierno.
Mientras tanto, la cámara de la Anna Cornudella agudiza el oído y va descubriendo otras formas de vida que en los tiempos post-humanos han reconquistado la Tierra. La artista, debutante en la dirección dentro de la sección de Fórum de la Berlinale, me cuenta de hecho que “el título de The Human Hibernation fue muy discutido, porque no sabíamos si dejar el ‘human’. En definitiva, queríamos plantear un mundo en el que el ser humano está al mismo nivel que el resto de especies”, por ello dejarlo en el título les parecía contradictorio.
Su película nace dentro del contexto de la ciencia-ficción especulativa, pero los ritmos y los ritos que allí aparecen tienen más de meditación que de aventuras postapocalípticas. En The Human Hibernation la gente camina lento y el suelo huele a musgo. Tiene sentido: los ritmos del ser humano no cambiarían si entrara en letargo durante meses, ¿no?
Aunque la película aún tardará en llegar a España, como aperitivo recomienda ver Kempinski de Neil Beloufa, una pieza de videoarte en la que el artista argelino “entrevistaba a personas haciéndoles fabular sobre el futuro, pero hablando en presente. Eso genera una atmósfera extrañada, en la que no acabas de entender en qué tiempo vives”. El corto puede verse de forma gratuita en Vimeo.
Pregunta. ¿Qué estabas leyendo cuando estabas preparando la película?
Respuesta. El proyecto nace cuando leo un artículo sobre los equidnas, un puercoespín que empezó a hibernar tras los incendios de Australia. La comunidad científica estaba extrañada porque este animal había cambiado su metabolismo y ahora podía hibernar. Entonces me metí a leer muchísimos artículos científicos sobre la hibernación. De hecho, llegué a enviar un correo a un investigador de la NASA, John Bradford, para pedirle ayuda. Ahora mismo hay muy poca gente dedicándose a investigar esto, y se está trabajando sólo pensando de cara a los viajes a Marte (la hibernación sería un avance buenísimo para la medicina, pero sólo hay dinero para ir a Marte). Me documenté básicamente con estudios científicos.
P. Pero la película no se siente nada “científica”...
R. No quería que lo fuera. Además, a parte de estos artículos estuve leyendo a Vinciane Despret y a Donna Haraway, que hablan de los mundos multiespecie, o a Ursula K. Le Guin, que tiene una forma de ciencia-ficción que me atrae muchísimo. Al final, con el proyecto sólo quería observar la naturaleza, mirar a los animales con cariño.
P. Mis padres siempre me decían que en el campo, si te quedas inmóvil, empiezan a pasar cosas. ¿Fue así en el rodaje?
R. Esa era absolutamente mi intención. En la película hay toda estos planos “micro” de gusanos en una rama, una mantis, un caracol… Quería dar vida a todo esto que pasa cuando parece que no está pasando nada, cuando posas tu mirada en un sitio y ves que están pasando treinta mil cosas. Eso es algo que me parece muy bello de la naturaleza, aunque el ser humano lo ignoremos completamente. Como no nos paramos a verlo, no existe.
P. ¿Sientes que ahora miras los entornos naturales de forma diferente?
R. No lo sé, yo soy una persona a la que le gusta mucho observar, y lo he hecho siempre. Lo que sí miro diferente son las vacas, claro. Creo que he aprendido mucho de ellas. Para mí poner las vacas casi por encima del ser humano ha sido importantísimo. La vaca ha sido un animal que socialmente hemos relegado a la imagen de “animal tonto”, aunque tienen un sentido de grupo increíble. Las vacas se cuidan mucho entre ellas, tienen una sensibilidad preciosa, son un animal inteligentísimo. Los valores de las vacas, creo, están muy por encima de los nuestros. Por eso quería ponerlas por encima.
P. Rodasteis la película en Estados Unidos. ¿Por qué ir allí?
R. En realidad es porque la película viene de un proyecto de investigación artística del MACBA (Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona), que se convirtió en un corto que acabé rodando en Estados Unidos. El corto iba sobre un chico que canta a las vacas y que se crió con tres padres. Eso me parecía muy interesante, y para la película quería recuperarlo sobre todo para plantear otros tipos de estructuras familiares. Pensando en la forma en la que hibernan las marmotas, por ejemplo, que son el único animal que hiberna en familia. Y cuando las marmotas se despiertan, reorganizan todo su sistema social, cambian los roles que tienen en sus grupos. Al oír la historia de este hombre [con tres padres], tuve clarísimo que quería tenerlo en la película.
Los paisajes naturales, que son impresionantes, también jugaron un papel con decidirme por los Estados Unidos. Al final, allí viven en parajes naturales enormes y con mucha fauna, y son muy conscientes de la población animal que les rodea. Durante el rodaje, en unos bosques al norte de Nueva York, yo ni siquiera tenía en cuenta que no podía dejar la basura fuera por las noches, porque había osos… En EE.UU. la gente tiene una conciencia mucho mayor de la vida animal que les rodea
P. Así que los personajes que aparecen en la película están basados en gente real…
R. Totalmente, son personas reales. De hecho, casi todas las entrevistas que aparecen en la película son reales. Para la película hice un enorme proceso de casting con entrevistas, que reescribimos como guion y recreamos para la película.
P. La película tiene un carácter muy documental, pero empieza claramente como ficción, con la desaparición de un niño. ¿Esa idea estuvo siempre allí?
R. Sí, eso nos interesaba para conectar con el sentimiento universal del duelo. El duelo es un proceso muy animal (los cuervos tienen ritos funerarios, muchísimas especies tienen sus duelos). Eso nos conecta a todos como animales. Hacer este viaje a partir de algo tan universal como el duelo me parecía una forma preciosa de conectar con el espectador.
P. Es universal, pero nos cuesta tanto procesarlo…
R. Es muy tabú, y físicamente muy difícil. Es algo muy fuerte, pero la muerte es lo único que pone nuestra escala de valores, del todo descuadrada, donde tiene que estar.
P. La hibernación es algo que o hacemos todo el mundo o no hace nadie. ¿Te interesa que hablemos de ello como algo político o eso es aplicar valores humanos que no son pertinentes?
R. Para mí, la sociedad humana ha sido capaz de controlar su entorno todo el rato. La hibernación es una forma de quitarle ese poder al ser humano, dejando espacio para otros poderes y dejando a lo humano como sólo otra pieza.