Montserrat Marañón y Naíma SentÍes, en 'Tótem'

Montserrat Marañón y Naíma SentÍes, en 'Tótem'

Cine

'Tótem', la luminosidad de la mirada infantil frente al tabú de la muerte

La película de Lila Avilés teje un fresco minimalista de gestos y situaciones cotidianas, exento de melodrama alguno.

1 marzo, 2024 02:30

El segundo largometraje de la mexicana Lila Avilés se inscribe, como su anterior La camarista, en esa línea de “nuevo” naturalismo, heredera voluntaria del cinema verité, de sobriedad y apariencia documental, que hace las delicias de los jurados en los festivales de cine.

Supone una apuesta más ambiciosa, al abarcar ahora un universo familiar de proyección universal, más sutil y complejo. No defraudará a quienes busquen un lenguaje cinematográfico si no realmente novedoso sí alejado de códigos narrativos comerciales.

Alrededor de la preparación y celebración de una fiesta de cumpleaños familiar para un joven enfermo terminal y a través de la mirada infantil de Sol, su hija de siete años, Tótem teje un fresco minimalista de gestos y situaciones cotidianas, exento de melodrama alguno.

Avilés sigue a sus personajes, reales como la vida, en su manera de bregar con una situación trágica, tan normalizada como inevitablemente asumida. Es sobre todo Sol quien sirve de vehículo para la ansiedad del espectador, tan impotente como ella ante el inevitable final: crónica de una muerte anunciada, como es toda vida humana.

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Tótem se construye también en el contraste entre la tragedia y la luminosidad de la mirada infantil. Una mirada que percibe la presencia ubicua de la naturaleza, con sus pequeñas criaturas y ritmos cósmicos. El relato está férreamente elaborado. No hay un plano que no comunique algo, así como muchos personajes están interpretados por actores profesionales perfectamente naturales.

Bordeando lo antropológico, Tótem retrata cómo enfrentamos como individuos y más aún en tanto comunidad, el tabú de la muerte. La sanadora que practica una “limpieza” en la casa, para ahuyentar las “malas vibras”; la meditación cuántica; el discurso indigenista de los compañeros de Tona ante su inminente paso a otro “ciclo de existencia”… Intentos para asimilar la realidad de la muerte, para dotarla de significado, así sea solo el del recuerdo que dejamos. No es casual que el enfermo se llame Tonatiuh, dios sol azteca, ni que su hija herede su nombre: Sol.

Es tal vez esta deliberada estructura simbólica, que Avilés intenta hacer invisible a través de su tratamiento naturalista, aparentemente casual e improvisado, lo que resta impacto a Tótem. A medio camino entre ficción y documento, no alcanza a integrar del todo su poética formal en un discurso tan rico como la espléndida Alma viva de Cristèle Alves Meira, con la que mucho comparte. Le falta cierta ironía que dote al conjunto de sinceridad, desvelando sin pudor su naturaleza de ficción.

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Tanto la niña Naíma Sentíes como el resto del reparto bordan su perfecta naturalidad. Pero pese a su declarada intención de celebrar la vida en la muerte a través del rito comunal, es cuando se abre paso la tristeza cuando más auténtica aparece Tótem.
Es el adusto abuelo, casi enmudecido por el cáncer, quien se antoja más real, en su sobrio retrato de la tragedia de ver morir a un hijo. Es la habitación vacía y silenciosa, ausencia hecha presencia, la verdad última que revela Tótem.

Un cuidado slice of life que en su frescura tiene un algo incómodo de elaborado, demasiado pensado para tocar la fibra cinéfila del siglo XXI.

Tótem

Dirección y guion: Lila Avilés.

Intérpretes: Naíma Sentíes, Montserrat Marañón, Marisol Gasé, Saori Gurza, Mateo García.

Año: 2023.

Estreno: 1 de marzo