Quien canta, su mal espanta, dice la sabiduría popular. En este caso, quien baila. La danza contemporánea se convierte en una forma de sanación para un abuelo, Germain (François Berléand) que se queda viudo de manera repentina de su mujer durante 40 años.
Destrozado por la pérdida de la mujer que le ha acompañado toda su vida, escéptico primero, entusiasta después, cumple la última voluntad de su difunta esposa y se apunta a un grupo amateur de baile comandado con mano sabia por María “La Ribot”, la célebre bailarina española, Premio Nacional de Danza en 2000 y León de Oro de la Biennale Danza de Venecia, que actualmente expone en la Galería Max Estrella de Madrid, LaBOLA desborda.
Debut en el cine como actriz de La Ribot, que se interpreta a sí misma, en esta película sencilla y emotiva, plagada de buenos sentimientos, conocemos a un hombre que poco a poco se va liberando y comienza a superar su sufrimiento expresando sus emociones a través de él.
[La Ribot y Sol Picó, la danza contemporánea en dos pasos]
En frente, su familia, atónita y poco comprensiva al principio, observa esa evolución del personaje al tiempo que lo trata como un niño desvalido, un asunto sobre el que reflexiona el filme.
Tras la cámara, la suiza Delphine Lehericey (Lausana, 1975), cineasta que obtuvo un gran éxito en Europa con la película El horizonte (2021), en la que narraba la crisis en la relación entre una madre y su hijo en los años 70 cuando esta abandona al marido al enamorarse de otra mujer.
La Ribot, por su parte, es una de las bailarinas españolas más internacionales con una dilatada trayectoria en España, Londres, Suiza, París y muchos lugares del mundo donde ha actuado, que a lo largo de su trayectoria se ha distinguido por situarse a medio camino entre la danza contemporánea y prácticas artísticas como el videoarte, la performance o la instalación
Pregunta. ¿Cómo surge esta colaboración?
Delphine Lehericey: Yo quería escribir una comedia. Venía de un drama sobre la adolescencia (la mencionada El horizonte) y me apetecía hacer una película sobre la vejez pero en tono de comedia. Era un momento muy duro de la pandemia en el que morían muchos ancianos y era muy angustiante y me enfadaba mucho. Sentí que nosotros los vivos debíamos encontrar la forma de no dejarnos aplastar por la fatalidad de la existencia. Ese es el poder de la ficción. Y luego quería escribir esta historia sobre el duelo y la vida conectándola con la danza contemporánea porque es un lugar muy democrático que da un lugar a cada uno y es muy vivo. Me parecía un territorio muy interesante a explorar.
La Ribot: El productor de esta película fue productor de mi compañía de teatro. Así se estableció esa conexión. Leí el guion y me reí mucho, me pareció muy divertido. Creo que era muy interesante una comedia en la que la danza contemporánea es el vehículo para superar un duelo.
P. En la película vemos la evolución de este hombre de 75 años que al principio siente vergüenza porque un hombre “a su edad” se ponga a bailar y poco a poco se va soltando el pelo. ¿Cómo ve este proceso?
DL: Una cosa básica para que sea una comedia es que él esté obligado a hacerlo porque si no lo estuviera sería una historia de una persona corriente que se apunta a algo así. En ese caso, veríamos los ensayos de esta pieza de 1995, sus avances… pero el interés de la historia es que como él ha hecho una promesa y tiene que cumplirla. Poco a poco, detrás de lo que Germaine y el espectador ve comienza a surgir algo más profundo, más interesante, pero hay que ir hasta el fondo para que tenga sentido.
La idea de la película es que el duelo no sea el fin, la muerte, si no el principio. Se trata de intentar tomar la muerte de la persona amada como una oportunidad. Por supuesto, existe la tristeza y el dolor pero que sirva para algo. Se reencuentra a sí mismo en un lugar al que nunca hubiera llegado si su mujer no hubiera muerto. Quiero verlo de una manera muy positiva porque yo soy una persona muy positiva.
LR: ¡Yo no soy positiva! Pero sé interpretar la comedia. La danza es un arte pero también nos puede hacer mucho bien, por ejemplo en un duelo. En la película vemos una parte de mi trabajo que es cuando colaboro con personas que no son bailarines profesionales. En este caso, adapto antiguas coreografías a la historia de la película. El ejercicio que hago es que a través del cuerpo del protagonista reinvento una pieza que en su momento fue vista como muy radical, que a mi me gustaba mucho pero no gustaba a nadie. Y luego utilizo otra pieza muy sensual, muy bella, de otro período de mi vida, y eso se mezcla en el cuerpo de Germaine por el movimiento muy especial de sus brazos. Trabajé a partir de sus brazos. Es una ficción pero amo la idea, me resultó fácil adaptarme.
P. Esa reconexión emocional del personaje se expresa, como dice La Ribot, a través de la relación con su propio cuerpo. ¿Es el cuerpo reflejo de todas nuestras emociones?
DL: El cuerpo es nuestro primer y mejor amigo. Sobre todo la generación de Germaine creció en la idea de que lo más importante es ser inteligente. Tenían el concepto de que el cuerpo no sirve para mucho, para desplazarse, como un medio útil. Por eso surge también esa desconexión. Sin embargo, conectar con el cuerpo es especialmente importante en la vejez porque el cuerpo va contra nosotros, es al revés. Queremos ir deprisa, nuestro cerebro tiene 30 años pero nuestro cuerpo 75.
Y eso es muy importante. Pero no solo para la gente mayor. Todos los cuerpos pueden bailar: los cuerpos viejos, con sobrepeso… En la película he querido representar esa idea y vemos a personas con físicos muy diferentes. La danza no es solo para gente guapa y joven Es también para personas “handicapadas”. Hay una representación en la pantalla que es un cliché.
Hoy las redes sociales están exacerbando la importancia del cuerpo de una manera nunca vista pero solo cuando uno es bello: chicas y chicos guapos, solo hay eso en Instagram. El cuerpo se ha convertido en una dictadura de uno mismo. Ves a chicos y chicas jóvenes someterse a unos regímenes brutales. Es raro aceptar la fragilidad de quien es una y de darse permiso. Es una historia en la que este hombre busca una belleza y para eso debe equivocarse, sentirsse ridículo hasta llegar a esa liberación total del cuerpo.
LR: La idea es que la danza no es solo para una elite blanca joven y guapa. Es para todas las personas. Hay un culto al cuerpo y la juventud que nos hace sentir rechazo por la vejez y los cuerpos que no están en los cánones. Como ha dicho Delphine, cuando eres viejo el problema es que tu te sientes mucho más joven. Hay una parte positiva en este mundo que describimos, la pasión por ser joven, por ser vital, por la sexualidad, el deseo… eso está bien. Pero no tiene por qué ser solo para personas jóvenes, es para todos, para guapos y feos. El cuerpo nos pertenece a todos, nos debemos dar permiso, buscarlo y escucharlo.
P. ¿Todo el mundo puede bailar en un escenario?
LR: Esta pregunta es la “gran pregunta”, requiere mucha reflexión. No es que todo el mundo pueda bailar depende de lo que entendamos por bailar. Todo el mundo puede bailar evidentemente, todo el mundo puede cantar, hacer todo. En teoría claro que sí. Pero para que esa danza sea significativa requiere un trabajo y estar de alguna manera guiado para que pueda desarrollar todo su potencial.
DL: Para que haya una forma de belleza o de creación o cualquier cosa significativa, hace falta la mirada de uno mismo pero también de un coreógrafo. Todo el mundo puede bailar en su salón, necesita un creador que vea lo particular. Siempre hace falta esa mirada.
P. Vemos esos hijos que quieren proteger a su padre anciano, pero al mismo tiempo lo sobreprotegen, son casi dictadores. ¿Tendemos a tratar a los mayores como niños?
DL: La familia es siempre disfuncional. No he conocido una familia normal en toda mi vida. Sucede con frecuencia que existe en los hijos un miedo atroz a perder a los padres y eso les lleva a ejercer un control excesivo sobre ellos en cosas que son incontrolables y de esta manera no vives en el presente. Eso también tiene un lado cómico. Luego también sucede que en determinado momento en las familias que hay tres generaciones y todos son ya adultos pero cuando se juntan vuelven a ser los hijos de otro, se redistribuyen los papeles que interpretan en su vida diaria.