La Trilogía del Dólar (1964-1966) de Sergio Leone
"Comer beber y matar, no sabéis hacer otra cosa"
Las tres polvorientas y desgastadas coproducciones italo-españolas dirigidas y coescritas por el cineasta italiano Sergio Leone que conformaron La trilogía del dólar o Trilogía del hombre sin nombre suponen el punto primigenio de donde partió un (sub)género con el que nadie contaba.
Tres películas, sin relación entre sí, y protagonizadas por el icónico y hierático Clint Eastwood que además llegaron a convertirse rapidamente en éxitos comerciales capaces de batirse en taquilla con cualquier blockbuster norteamericano de la época y configurando lo que vendría a ser llamado el spaguetti western.
Un término que, no olvidemos, nació de forma despectiva por parte de una crítica cinematográfica reacia a aceptar un modelo que transgredía los códigos naturales del genero norteamericano por antonomasia: El wéstern. Adueñándose de parte de su intocable iconografía para embrutecerla, rellenarla de protagonistas amorales y de situaciones extremadamente violentas sobre una puesta en escena tremendamente abrupta.
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El homenaje y pasión desbordante que desprendían Por un Puñado de Dólares (1964), La muerte tenía un precio (1965) y El Bueno, El Feo y el Malo (1966) también las convirtieron en películas de culto instantáneas reivindicadas posteriormente por cineastas como Quentin Tarantino o Robert Rodriguez.
Unos rodajes ya icónicos realizados en distintas localizaciones españolas como el desierto de Tabernas en Almería, Madrid o Burgos, que resultaron ser una locura, con equipos que hablaban en cuatro idiomas diferentes y Sergio Leone dando órdenes a Clint Eastwood con la ayuda de actores que interpretaban a personajes secundarios y que hablaban inglés e italiano.
Y es que ya desde los títulos de crédito de Por un puñado de dólares se tiene la sensación de estar asistiendo a algo muy especial y diferente con esos dibujos animados, de corte tosco, en rojo y negro en los que aparecen los nombres de sus protagonistas a golpe de disparo anticipando al espectador la violencia que va a acontecer mientras suena la icónica melodía de Ennio Morricone.
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Porque, digámoslo claro, las bandas sonoras que compuso Morricone, junto a los característicos silbidos de Alessandro Alessandroni, para los filmes de Leone no son solo el fondo sonoro imprescindible que marca los tempos dramáticos de estas operetas salvajes y violentas, son un personaje más.
El rostro impertérrito del icónico Clint Eastwood, con su poncho y su puro apagado, y la frialdad amoral que desprenden, entre otros, los personajes interpretados por Lee Van Cleef , Gian Maria Volonté o Eli Wallach forman parte indisoluble del polvoriento paisaje tanto como el variado muestrario para infligir daño al enemigo: pistolas, rifles, látigos, dinamita… aquí todo vale para que el contrario se entere de lo que vale un peine y saber quien manda. Mientras las venganzas sanguinolentas se van cociendo a fuego lento, aquí la compasión cotiza a la baja.
En La Trilogía del Dólar Leone acabó burlándose de cualquier concepción sobre el bien y el mal en este festín operístico de desafíos constantes, verbales, físicos y violentos, que solo pueden terminar cuando el último enemigo cae al suelo y muerde el polvo. Y el forajido vencedor se va a caballo, probablemente a liarla a otro lado.
La Trilogía Before (1995-2013) de Richard Linklater
"Cariño, vas a perder ese vuelo"
En el experimento cinematográfico rodado por Richard Linklater a través de los años en localidades europeas como Viena, Paris o el sur del Peloponeso y en sus distintas entregas Antes del amanecer (1994) Antes del atardecer (2003) y Antes del anochecer (2013), el espectador no acabará encontrando intensos subrayados musicales de violines ni exacerbadas frases románticas a la luz de la luna. Por no encontrar, ni siquiera encontrará la torre Eiffel.
La trilogía de los encuentros que protagonizan Jesse y Céline se aleja en todo momento del clásico idealismo romántico en favor de un naturalismo contemporáneo en el que su romance se alimentará más de la conexión intelectual y vital emergida a lo largo de sus paseos y sus largas charlas rohmerianas a lo largo del tiempo.
Para sus protagonistas compartir cierta visión sobre la vida y el mundo, sobre las emociones y las relaciones, se tornará tan importante como la atracción física y sexual, que por supuesto la hay, aunque permanecerá más en un segundo plano. Como punto de partida, Linklater se basó en una historia real y desgarradora que le ocurrió personalmente al director de Austin.
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A los 29 años el realizador se encontraba en Filadelfia visitando a su hermana después de haber finalizado el rodaje de su primera película, Slacker, y ahí fue donde conoció a Amy Lehrhaupt en una juguetería, ambos conectaron instantáneamente y estuvieron vagando por la ciudad y conversando durante toda la noche. Incluso el propio director le comentó a Amy a lo largo de la velada que se podría hacer perfectamente una película sobre ese momento mágico de conexión.
Posteriormente se perdieron la pista y Richard Linklater, rodó Antes del Amanecer con la intención de que Amy apareciese por alguna proyección de la película, se viera reflejada en el personaje de Céline y retomasen de nuevo el contacto.
Muchos años después, en 2010, Linklater supo por qué Amy nunca se presentó al estreno de la película. La misteriosa chica había muerto en un accidente de moto poco antes del inicio del rodaje en Viena de la primera película de la trilogía. Tenía solo 24 años. No en vano, Antes del Amanecer está dedicada ella en los créditos finales. Una trilogía que imagina una vida que pudo ser y no fue.
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Ethan Hawke y Julie Delpy además se convertirían en coguionistas en las dos siguientes entregas junto a Linklater para añadir parte de sus experiencias personales y su visión de los personajes dotando así a toda el conjunto de un mayor realismo y evolución en el tiempo.
Con esto, no es de extrañar que ambos intérpretes encarnen a la perfección a sus protagonistas, con una química extrordianariamente tangible a lo largo de todo el metraje y que su realismo conversacional sea de quitarse el sombrero (así como su largo silencio en la lenta subida de escaleras que llevan a la buhardilla bohemia de Céline donde a partir de ese momento ya no volverán a separarse más).
Y es que si Antes del Amanecer habla de la conexión mágica teenager que se puede tener con alguien de manera inesperada marcándote para siempre, y Antes del atardecer acaba confirmando el romance carnal con sus consecuencias personales y vitales que conllevarán de cara al futuro, Antes del anochecer se revela como el duro mantenimiento de la utopía romántica mostrando también la trastienda de las relaciones de pareja adultas con su muestrario de responsabilidades, frustraciones y desencantos.
Pero afortunadamente la triada fílmica no cae en ningún momento en la nostalgia autoconsciente y apuesta en todo momento por una madurez emocional y conciliadora que arroja luz sobre todo el proceso vivido.
Disfrutar de la magnífica complicidad de Jessie y Céline mientras pasean por las calles de Viena, navegan por el Sena, o contemplan una puesta de sol al sur de Grecia siempre se acaba revelando como una experiencia placentera y reconfortante que va más allá de lo cinematográfico.
La Trilogía original de Star Wars (1977-1981) de George Lucas
"Hazlo o no lo hagas. Pero no lo intentes"
Después de casi una decena de secuelas y otro tanto de series para televisión con mayor o menor acierto, se torna casi imprescindible volver a los episodios originales (IV,V,VI) de la saga original de Star Wars como quien después de haber probado todo tipo de juegos de mesa, más o menos interesantes, acaba retornando a la sencillez y eficacia de una baraja de cartas.
La serie de películas que diseñó primigeniamente George Lucas y que marcaría a varias generaciones no es solo una historia sobre batallas espaciales y sables láser; es sobre la amistad, el coraje y la esperanza en la cara de la oscuridad.
Rezumando un clasicismo irresistible en esta Space Opera de aventuras protagonizada por samuráis intergalácticos, contrabandistas, sabios milenarios, princesas y todo tipo de criaturas que reflejan los episodios Una nueva esperanza, El Imperio Contraataca y El Retorno del Jedi.
[‘Star Wars. El ascenso de Skywalker’: el punto ¿final? de la saga]
Curiosamente y al igual que el Padrino II, la segunda parte de esta trilogía se postula como la mejor película de la trilogía siendo la más psicológicamente oscura de todas ellas, con la particularidad añadida de ser la más irresoluta dejando un cliffhanger tan incierto y helador como la congelación de Han Solo y de paso, también, el spoiler mas famoso de su generación: Luke yo soy tu padre.
La trilogía original de Star Wars, más allá de sus efectos especiales innovadores y su emocionante acción, sigue perdurando por su impacto cultural duradero y por la sencillez de su planteamiento.
Es un recordatorio atemporal del poder del heroísmo, la (nueva) esperanza y (la fuerza) del espíritu humano frente a la adversidad más oscura. Y sigue siendo muy difícil resistirse a ello.
La Trilogía de The Godfather (1972-1990) de Francis Ford Coppola
"Mi padre me enseñó muchas cosas en esta habitación. Me dijo que mantuviera cerca a mis amigos, pero más cerca a mis enemigos"
52 años se acaban de cumplir desde que la obra maestra de Francis Ford Coppola pusiera la piedra Rosetta para cimentar la trilogía mas prestigiosa y reivindicada de la historia del cine. Una joya impregnada de un clasicismo shakesperiano y recubierta en una pátina de neorrealismo italiano que sorprendió a la comunidad cinéfila de todo el planeta.
Y es que El Padrino, nada más llegar, acabó reconfigurando el canon de lo que vendría a ser una película incontestable y convirtiéndose en referente oficial del buen cine. Basado en la novela de Mario Puzo, y con guion escrito por él mismo junto a Coppola (director que en el resto de la década de los 70 no tendría rival tras la cámara, añadiendo las magistrales La Conversación y Apocalypse Now a su filmografía) que narraba con un insultante talento atemporal la cara oculta del crimen organizado dando a luz la versión mística y sangrienta del American Dream a través del descenso a los infiernos de su protagonista Michael Corleone.
Pero al igual que también pasaría posteriormente con El Imperio Contraataca (salvando las distancias, obviamente), es la segunda entrega de la trilogía la que se postula como un ente superior y más completo en su conjunto cinematográfico. No en vano sigue siendo la favorita de su protagonista Al Pacino porque le parece "la mas artística" de toda la trilogía.
[El largo viaje hacia la soledad de Michael Corleone]
Para la historia del séptimo arte queda esa legendaria narrativa paralela en dos tiempos de El Padrino II protagonizada por Robert de Niro y Al Pacino interpretando al padre/hijo del imperio Corleone en momentos vitales muy distintos y a la vez muy similares: cuando comienza a forjarse la leyenda de un joven Vito Corleone como figura autoritaria y respetada dentro de la comunidad inmigrante de Little Italy y cuando su hijo Michael tiene que tomar las decisiones más despiadadas y amorales para mantener a raya las conspiraciones violentas de sus enemigos.
Sin duda, el momento con más impacto dramático de toda la saga se lo lleva el descubrimiento por parte de Michael de la traición en la que está involucrado su hermano Fredo, revelando en su resolución la mayor tragedia humana y personal de esta historia, ya de por si bastante trágica e inhumana.
Como no podía ser de otra manera, ambas películas, rodadas con dos años de diferencia, fueron premiadas con el Oscar a mejor película y la tercera parte llegaría tres lustros más tarde con algunos cambios de última hora y desafortunadamente, sin poseer la misma magia y oscuridad de sus predecesoras.
Y es que Coppola no solo rediseñó el concepto del cine de gánsteres, sino que implementó un sustancial estilo cinematográfico, que sigue siendo motivo de estudio y análisis cinéfilo hasta hoy en día.
A través de sus bautizos y bodas, alianzas y traiciones, asistimos a lo peor (y a veces a lo mejor) del sueño americano con un sentido dramático tan elegante al que es imposible resistirse mientras la icónica partitura de Nino Rota amplía y encoge el corazón del espectador como si de un viejo acordeón se tratase.
La Trilogía de Indiana Jones (1981-1989) de Steven Spielberg
"No son los años, cariño, es el rodaje"
Para la creación de las aventuras del icónico arqueólogo, Lucas y Spielberg se basaron en los seriales y películas baratas de Buck Rogers que habían visto de niños. Actualizando esta filosofía lúdica que brilló de forma especial en el primer film. Indiana Jones en realidad suele ser tan grande como lo es En busca del arca perdida. Un blockbuster milagroso y un hito que precisaba una época dorada que ya desapareció.
Spielberg y Lucas construyeron En busca del arca perdida a partir de escenas molonas que tenían en la cabeza, fruto de una imaginación casi infantil que invocaba esos referentes y contando con Lawrence Kasdan como guionista para poco más que darle un hilo conductor a todas estas escenas molonas, subordinando su escritura a la prodigiosa partitura de John Williams y a las ocurrencias que habían ido encadenando para su película de aventuras durante unas vacaciones juntos en Hawaii.
Con el giro hiperbólicamente cómico de la segunda entrega Indiana Jones y el Templo Maldito la trama quedó bastante reducida en favor de una acción constante y supersónica que no cesaba a lo largo de todo el metraje, convirtiéndose en un pequeño parque de atracciones en el que lo mejor es dejarse llevar y disfrutarlo como lo que es: Un divertimento desenfadado y familiar.
[Steven Spielberg, George Lucas e 'Indiana Jones', la saga que reinventó la aventura]
Harrison Ford transportó con gran audacia algo del espíritu canalla e irreverente de su anterior personaje-franquicia Han Solo a su nuevo e indómito arqueólogo aportando esa iconicidad tan irresistible a una trilogía aventurera que discurre enteramente a través de imágenes fantasiosas, enfatizadas por el virtuosismo de Spielberg y que persigue obcecadamente una experiencia de evasión que le dé la espalda al mundo real. Todos, de alguna manera, en nuestros queríamos ser Indy.
Pero quizá el agente externo que supuso más acierto fue el de introducir a Sean Connery, y las relaciones paternofiliales, en el eje central de la última entrega Indiana Jones y la Última Cruzada convirtiéndola en una divertida comedia de ritmo screwball que acabaría posicionándose como la favorita sentimental del público y cerrando un ciclo que más tarde se retomaría con el paso del tiempo en unas nuevas entregas que no alcanzarían ni el mismo nivel ni el mismo impacto. Lo que funciona bien en una época no necesariamente tiene que funcionar en otra.
Aunque ver la trilogía de Indiana Jones, ayer, hoy y en cualquier momento del futuro siempre será un cómodo y trepidante viaje lleno de aventuras, misterios arqueológicos y heroísmo con aroma clásico.