Pixar ha ido perdiendo paulatinamente buena parte de su magia desde aquella primera época en la que parecían infalibles. En sus primeros 15 años de historia, una etapa que va de 1995 con la fundacional Toy Story (John Lasseter) a 2010 con Toy Story 3 (Lee Unkrich), lograrón pergeñar un buen numero de obras maestras, como las dos mencionadas, Buscando a Nemo (Andrew Stanton, 2003), Los increíbles (Brad Bird, 2004), Ratatouille (Brad Bird, 2007) y Wall-E (Andrew Stanton, 2008).

Sin embargo, la compañía del flexo se parece cada día más a cualquier otra productora de animación de Hollywood, entre planas películas originales, como Brave (Mark Andrews y Brenda Chapman, 2012), The Good Dinosaur (Mark Andrews y Brenda Chapman, 2015) u Onward (San Scanlon, 2020), y secuelas desvaídas que no alcanzaban el nivel de sus predecesoras, como Buscando a Dory (Andrew Stanton, 2016) o Toy Story 4 (Josh Cooley, 2019).

La taquilla tampoco acompaña en los últimos tiempos y la pandemia condenó a tres de sus filmes más apreciables de la última década, Soul (Pete Docter, Kemp Powers, 2020), Luca (Enrico Casarosa, 2021) y Red (Domee Shi, 2022), a un estreno en la plataforma Disney Plus+. Todo ello ha desencadenado en una grave crisis en la empresa que acabó en mayo con 175 trabajadores en la calle, un 14 % del total.

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Por eso, el estreno de Del revés 2 (Inside Out 2), de Kelsey Mann, llega en un momento crucial. Lo ha comentado en la revista Time el mismo Pete Docter, jefe creativo del estudio: "Si esta no funciona bien en cines, creo que significa que vamos a tener que pensar todavía más radicalmente en cómo llevamos nuestro negocio".

Estrenada el pasado viernes 14 en Estados Unidos, la película está superando las previsiones más optimistas, por lo que Docter puede estar tranquilo ante el estreno mundial del filme este miércoles.

Todo hace pensar que va a arrasar, a pesar de los deprimentes números de la taquilla en 2024. Lo que no sabemos es si el triunfo de una secuela tan conformista puede a la larga ser positivo para una empresa que siempre apostó por la originalidad.

La complejidad de los sentimientos

Del revés (Inside Out), dirigida por el propio Docter y estrenada en 2015, es junto a Coco (Lee Unkrich, 2017) uno de los últimos grandes éxitos de Pixar. La película recibió el Óscar en la categoría de animación y también fue nominada a mejor guion, además de arrasar en las salas de cine.

El gran valor de Del revés era la gran inventiva que demostraban los guionistas para ser capaces de explicar a un público tanto infantil como adulto la complejidad de los mecanismos de la mente y los sentimientos. Esto, sin embargo, hacía que la película fuera demasiado didáctica en su exposición y algo rígida en su desarrollo.

En el filme seguíamos a Riley, una niña de 11 años que se enfrenta a su primera crisis vital: su familia se muda de Minnesota a San Francisco. Pero todo lo vemos desde su cabeza, en donde cinco emociones antropomórficas -alegría, tristeza, ira, miedo y asco- se disputan los mandos que ponen en funcionamiento las reacciones de la niña.

Con una colorista animación, que perfila de manera eficaz cada emoción, la película planteaba todavía más ideas geniales: cada reacción de la protagonista generaba un recuerdo con la forma de una esfera, que era clasificada por las emociones; existían diversas islas de personalidad como familia, amistad o hockey en su universo inconsciente, un descacharrante amigo invisible…

Las nuevas emociones: vergüenza, angustia, envidia y aburrimiento

En esta secuela, Del revés 2 (Inside Out 2), los creadores de Pixar están de nuevo inspirados y ocurrentes en cuanto a la exposición del filme: ante la llegada de Riley a la adolescencia, cinco nuevas emociones trataran de tomar los mandos. Son aburrimiento, vergüenza, envidia, nostalgia y, el gran hallazgo del filme, ansiedad. Y la película vuelve a funcionar como tratado didactico y cerebral, en este caso para que los adolescentes puedan entender lo que les está pasando.

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Sin embargo, una vez que se plantea el conflicto entre las emociones, con un inevitable antagonismo entre alegría y ansiedad, el guion de Meg LeFauve y Dave Holstein se limita a poner el piloto automático, desarrollando una aventurilla poco inspirada que es prácticamente igual que la del filme anterior, solo que menos emocionante.

Como le ocurre a Riley, Pixar parece tener demasiado miedo a ser distinta a los demás, y parece que alguno de esos recuerdos que la hacian especial se han debido perder y ya no forman parte de su personalidad. Esperemos que no para siempre.