François Ozon estrena 'Cuando cae el otoño': "Quería escapar del cliché de la exprostituta miserable"
El maestro del cine francés presenta una película ambigua sobre una madre que se prostituía para ganarse la vida y su traumatizada hija.
El prototipo de la "abuelita encantadora" salta por los aires en Cuando cae el otoño. Con una brillante filmografía a sus espaldas, François Ozon (París, 1967) siempre ha sido el cineasta antimaniqueo por excelencia, el gran explorador de las partes oscuras de las buenas personas y las luminosas de las malas.
Amante de Fassbinder, en su temprana adaptación del autor alemán, Gotas de agua sobre piedras calientes (2000), ya veíamos no solo esa ambigüedad moral si no también otra de sus obsesiones ligada con ella, el poder. El mundo de Ozon es una constante lucha por la dominación en la que la pulsión erótica con frecuencia se impone como sublimación de ese deseo "nitzscheano" de triunfo.
En 8 mujeres (2002), hay ocho sospechosas del asesinato del patriarca familiar pero lo más probable es que se lo mereciera; ganadora de la Concha de Oro en San Sebastián, En la casa (2012) trata sobre un adolescente con talento para escribir que comienza a manipular a una familia para tener inspiración artística; y en El amante doble (2017), no sabemos si una mujer obsesionada con que su novio le oculta secretos está loca o él es culpable. O las dos cosas a la vez. En la reciente Mi crimen (2023), de nuevo, el asesinato de un hombre a manos de una mujer se convierte en un acto de justicia "amoral".
Cuando cae el otoño arranca cuando la "abuelita" Michelle (Hélène Vincent) recibe la visita de su hija (Ludivine Sagnier) y su nieto (Garlan Erlos) a su casa campestre en la que vive jubilada. Hay una enorme tensión entre ambas, pronto sabremos que la abuela se prostituía. Una tensión que se vuelve dramática cuando la hija tiene una intoxicación por ingesta de setas venenosas. Furiosa, la hija corta todo contacto con ella lo cual le impide ver al nieto, al que la abuela adora. ¿Fue un accidente o trató de matarla?
La entrevista se produce durante el último Festival de San Sebastián, en el que hace veinticuatro años Ozon ya presentó una película, Bajo la arena (2000), que está, como él mismo dice, "protagonizada por una mujer en la que hay un duelo y unos fantasmas. Pero son situaciones muy distintas. En la primera, en el personaje de Charlotte Rampling hay unos fantasmas, pero surge una melancolía, una locura dulce. Michelle, la protagonista de Cuando cae el otoño, es una mujer fuerte, muy racional".
Pregunta. ¿Qué le impulsó a rodar Cuando cae el otoño?
Respuesta. Mi última película, Mi crimen, trataba en el fondo una historia muy dura porque veíamos la agresión sexual a una actriz por parte de un productor, pero el tono era ligero, era una comedia. Me apetecía rodar en la naturaleza y contar un relato protagonizado por una mujer mayor porque no vemos muchas en el cine actual y están invisibilizadas en la sociedad. Michelle además es una mujer de 80 años con muchas ganas de vivir, llena de deseo.
P. Nunca queda claro si la hija es una mujer cruel o la madre tiene un lado oculto que no vemos. ¿Cuál es su idea?
R. Para mí la película va más allá del bien y del mal. Estamos en una época donde todo debe ser codificado, esto es negro, esto blanco… Con esta historia quiero explorar la ambigüedad y la complejidad de la vida. Al principio podemos pensar que la hija es atroz, pero poco a poco vamos viendo que quizá tiene razones para no querer ver a su madre. Detrás de las apariencias hay siempre algo más complejo y misterioso. Sentimos que la relación ha sido compleja y es posible que simplemente Michelle no haya sido una buena madre. No se ocupó de ella.
P. ¿Cree que esa "ancianita" se puede redimir?
R. Michelle es profundamente católica. Los católicos piensan que el pecado puede ser perdonado. Por eso en la película utilizo el mito de María Magdalena: es una mujer que ha pecado mucho, pero Jesús la perdona. A partir de este momento, es la intención lo que cuenta. Ella misma lo dice. Y quizás cuenta más que los propios actos.
"La película va más allá del bien y del mal. Estamos en una época donde todo debe ser codificado, esto es negro, esto blanco…"
P. Michelle trabajaba prostituyéndose pero disfruta de una jubilación acomodada, tiene un apartamento en París, su casa en el pueblo… ¿Quería huir del cliché de la mujer marginal que vive en la miseria?
R. Esto existe. No es el caso de la mayoría de mujeres que se han prostituido. Vemos por ejemplo a su amiga Marie Claude (Josiane Balasko), que se ha dedicado a lo mismo pero está en una situación muy diferente. Probablemente, Michelle tiene un carácter más fuerte y también ha tenido más éxito. Ella misma dice que tenía clientes ricos y que el propio padre de su hija lo era y la ayudó económicamente. Me gustaba también escapar de ese cliché de la mujer miserable que se ha prostituido, son la mayoría de casos, pero las mujeres como Michelle existen. Eso también permite hacer trabajar el imaginario del espectador.
P. La muerte de la hija permanece en misterio. ¿Por qué no muestra esa escena?
R. Quiero que el espectador vea la historia desde la posición de Michelle. En ese momento, ella no sabe qué pasó, lo que ella y cada espectador piense es lo más importante. ¿Fue un accidente? ¿Un asesinato? Todas las cuestiones pueden surgir y quiero que el espectador se lo plantee. Es curioso porque he estado en varias proyecciones con público y la gente tiene opiniones muy rotundas. Ellos no estaban en ese balcón, yo tampoco. Creo que no mostrarlo tiene mucho que ver con la riqueza y la profundidad de la historia.
P. Que Michelle siga siendo vivaz después de la muerte de la hija la hace antipática. ¿Cómo la juzga?
R. Es una mujer que sabe que no le queda mucho tiempo de vida y quiere aprovecharla al máximo. Hay personas que después de un duelo viven con fantasmas pero otras continúan tratando de divertirse. Es también una manera de sobrevivir. Y Michelle es una fuerza de la naturaleza, lo cual es fascinante y monstruoso a la vez.
»Y luego, por supuesto, de una manera inconsciente sí ha deseado esa muerte. Era una relación muy pesada, muy difícil, y eso además le impide ver al amor de su vida que es su nieto. Sin duda, en el momento en el que ella desaparece y recupera a su nieto, es un mal por un bien. Voilà.
P. Surge la idea del fantasma en ese duelo de la protagonista. ¿Podemos llegar a ser felices con nuestros fantasmas?
R. Todos tenemos personas que han muerto sin que les pudiéramos decir "lo siento" o "te quiero". Esos fantasmas nos acompañan siempre. Es con los fantasmas con los que uno se reconcilia. Y en realidad es más fácil porque los fantasmas están muertos y uno puede hacerles decir lo que quiera.