Miguel Ángel Solá.

Alberto Ojeda
Miguel Ángel Solá se disponía hasta ayer a regresar a los escenarios madrileños con Por el placer de verla. No los pisaba desde que dejó de interpretar el éxito sin precedentes que fue El diario de Adán y Eva. Sin embargo, un accidente doméstico le ha impedido continuar con esta gira y le obligará, además, a mantenerse alejado de las tablas durante una temporada. "Me gustaría jubilarme con este personaje, porque es entrañable", reconoció el actor a Elcultural.es antes del percance, durante una entrevista que habríamos publicado el día del estreno. Así las cosas, ve la luz hoy esta charla con el intérprete en la que habla no sólo sobre esta obra truncada sino también en torno a su condición de artista, su equipo y la escena hoy.

PREGUNTA.- Dice que con esta función se despedirá de los escenarios. ¿Qué le lleva a sentir la necesidad de apartarse del teatro?
RESPUESTA.- ¿Cómo voy a apartarme del teatro si gracias al teatro como, y toda mi familia también? Seguiré ganándome la vida de esta saludable manera, si el público me lo permite, que me lo está permitiendo.

P.- Esa intención es la que ponían en su boca los periódicos...
R.- Aclaremos esto, por favor. Yo no hablé de retirarme, no. Yo he dicho que, al no poder jubilarme haciendo El Diario de Adán y Eva, por razones meramente físicas, me gustaría hacerlo con éste personaje, que es entrañable. Alguien me agregó un texto que no dije. ¿Cómo voy a retirarme si recién estoy comenzando aquí?

P.- ¿Qué tal ha ido el reencuentro con Blanca Oteyza y Manuel González Gil? Deben de saberse de memoria, ¿no?
R.- Nos queremos de memoria. Pero trabajar con Manuel es búsqueda de respuestas las veinticuatro horas hasta que caiga el telón definitivamente. Manuel es ese tipo de director que no agrega "su" personaje a la puesta en escena; que desaparece del escenario por completo sin dejar huella visible; que cree en la verdadera naturaleza del teatro y en su poder transformador. Reencontrarnos es saber que siempre lo tenemos en nosotros, preguntando.

P.- La obra ensalza el agradecimiento filial hacia los padres. ¿En qué medida este mensaje tiene especial vigencia en la sociedad actual?
R.- Sorprende saber que la medida de la vida no la dan los titulares de los periódicos exclusivamente. La obra es una rebelión de la verdadera memoria. Y no habla del amor filial en general, sino de un encuentro en particular que, por sus características, el espectador hace propio. Es una obra pequeña, que no oculta su sencillez, sino que se enorgullece de ella. Y tan removedora y transparente como El Diario de Adán y Eva.

P.- Una obra de teatro que tiene como protagonista a un autor teatral. ¿Cómo funciona este planteamiento 'meta escénico' (podríamos decir) para no incurrir en reiteraciones endogámicas?
R.- Funciona estupendamente bien, a juzgar por la reacción del público y, hasta ahora, por las críticas tan tiernas y sinceras que hemos tenido; pero, por sobre todo, funciona, porque la endogamia y la meta escena no impiden contar una historia cuyo objetivo primordial es emocionar hasta la risa y la lágrima, y despertar la necesidad íntima de dar y recibir, de abrirse a sentir, darle trabajo al corazón y descansar de tanto cerebro congelado. Y la protagonista es ella: Nana. No él. él es su consecuencia.

P.- ¿Cómo ha ido hasta hora la gira? ¿Cómo describiría la respuesta del público?
R.- Teatros felices de público feliz; llenos absolutos en todos menos en uno. Ni Blanca ni yo somos mediáticos; no ocupamos posiciones privilegiadas en el escaparate, ni somos iconos de la moda. Pero el público tiene memoria, sabe quién ha pensado en él y quien sólo reclama su adoración. La gira ha sido apabullante, aun en medio de la crisis. Y sin haber estrenado en Madrid.