Image: Juan de Pablos: Toda mi vida se ha reducido a cabalgar sobre las canciones

Image: Juan de Pablos: "Toda mi vida se ha reducido a cabalgar sobre las canciones"

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Juan de Pablos: "Toda mi vida se ha reducido a cabalgar sobre las canciones"

El veterano locutor y presentador del programa de Radio 3 Flor de pasión recibe este jueves el premio a la Difusión Musical por toda una carrera

3 marzo, 2010 01:00

Juan de Pablos. Foto: Diego Sinova

Marta Caballero
¿Vieron esa película estupenda titulada The boat that rocked? Se parece mucho a Juan de Pablos. Se le parecen sus personajes, esos locutores que respiran música, que la desayunan, la almuerzan y sobre todo, y en el caso de Juan, la cenan cada día. Y que contagian en dos segundos antes de pulsar el Play la emoción previa a escuchar un buen tema de los sesenta. O de hoy. A esa hora, a la de la cena, empieza de lunes a viernes Flor de pasión, uno de los programas radiofónicos más veteranos de un país en el que lo bueno tiende a no permanecer. Juan de Pablos es nuestro Alta fidelidad, nuestro eliminador de prejuicios musicales, mecenas en las ondas, el profesor de música. Por eso se le concede este jueves el premio a la Difusión de la Música por toda una carrera tras el micro. Si van a seguir leyendo esta entrevista, en la que por fortuna toma él la palabra, cálcense unos auriculares y paseen las canciones que va esparciendo a lo largo de sus frases como parte del lenguaje. De Juanito Valderrama a The Hollies (a los que horas después de esta charla pone en su programa); de Paul Anka a Psycho Loosers o Airbag. Aunque, no hay duda, si la entrevista se hubiese realizado un día antes o uno después, la selección sería otra.

PREGUNTA.- Enhorabuena por este merecido galardón, ¿Le emocionan los reconocimientos?
RESPUESTA.- No lo esperaba, estoy sorprendido. Siempre he llevado una vida oculta y no me gustan mucho los relumbrones. Pero es un premio que ha venido oportunamente, creo.

P.- A finales de los sesenta se sentó por primera vez ante un micrófono para hablar de música, ¿recuerda de quién habló y qué tal lo hizo?
R.- Lo recuerdo perfectamente. Fue en septiembre del 68, me dieron la oportunidad de ser jurado del Gran Musical, el de los domingos, un programa que me encantaba porque era muy inspirador y que me servía mucho entonces. Me reclutaron como asesor. La primera vez me dieron un microespacio de cinco minutos. Yo estaba allí con Carmina Pérez del Ama, una locutora que entonces estaba en la cima de su carrera. Y yo estaba sobrecogido. Puse una de los Birds y otra de los Hollies, una canción muy rococó llamada La vieja tienda de antigüedades, y también My back pages, de Dylan. Me emocioné mucho, porque era en el estudio grande de la Gran Vía, y aquello colmaba mis aspiraciones. Estaba muy nervioso, pero como había que sujetarse a guión y entonces no se me daba improvisar, me agarré a esa apoyatura. Carmina daba gusto, se sentía uno como en casa, era muy acogedora y muy dulce.

P.- ¿Cómo descubrió la música Juan de Pablos? ¿Hubo algún hito que le inoculase el veneno de una vez y para siempre?
R.- Escuchaba mucho la radio musical en Cáceres, siempre estaba puesta en casa. Era un buen momento de la canción española, así que oía a Juanito Valderrama y a Antonio Molina. Todavía me acuerdo de cómo me emocioné cuando me dedicaron por la radio Su primera comunión. Pero el cambio vino con la música anglosajona, cuando en el 58 empiezo a oír a cantantes como Paul Anka con el tema Diana, que fue electrizante para mí, que me cambió la vida. Cambié el fútbol como válvula de escape por las canciones. Entonces vivía en Pamplona, a Elvis ya lo descubrí pasada la mili. Pero el primer ídolo anglosajón fue Anka, al que entonces promocionaron muchísimo, diciendo que vendía millones de discos con sólo 15 años. Esa canción, Diana, en la que decía "Ella es mucho mayor que yo" porque estaba enamorado de su maestra... Ahí ya empecé a estar pendiente de los discos, y me suponía un punto de excitación que no había encontrado hasta entonces. En los primeros sesenta ya se publicaba todo lo que era éxito en Francia, vino el yeyé y también la música italiana. Empecé a comprar vinilos una vez al mes, de los pequeñitos -tener un tocadiscos para mí fue vital-, y mi hermano me ayudaba a costeármelos.

P.- Del vinilo no ha querido desprenderse...
R.- El vinilo es para mí el formato, soy bastante fetichista con eso. Aquí, en el estudio, dan mejor sonido. Para mí, poner un buen single con un buen prensaje es lo máximo.

P.- ¿Y de esos discos fetiche, hay alguno al que ame por encima de todos los demás?
R.- Me quedé obsesionado con la Balada del Álamo, y con la música de Tiomkin de la película. Conservo un disco con cuatro canciones como un tesoro. Era un vinilo pequeñito con El paso, La balada del Álamo, El árbol del ahorcado... Era un icono, yo idolatraba a Marty Robbins. Ese disco lo conservo como el tesoro más preciado. Era genuino. Y aún suena bien.

P.- De su forma de hacer radio destacan sus suspiros y sus risas socarronas, el tono intimista, la dicción a micrófono desnudo. ¿Cómo construyó su estilo?
R.- Lo fío todo a la improvisación. Popular FM, en la que empecé en 1972, fue una salvación para mí, todos los programas me gustaban. La emisora estaba entonces en Juan Bravo y yo iba mucho, porque vivía al lado. Empecé a hacer suplencias y me iba de forma improvisada, como un camicace. Cogía los discos y salía corriendo a la emisora. Esa era y es la felicidad, poner lo que te pide el cuerpo en cada momento. Seleccionar canciones bonitas es lo que me lanza. Ese es el sistema, lanzar la canción al vuelo. Había programas a los que llegaba sin discos, con el minuto pegado, y tiraba con cosas que había allí. Como una vez que llegué con las manos vacías y me encontré con la banda sonora de American Graffiti. Fíjate, creía que no llegaba y cuando me encuentro con eso paso a pensar que iba a hacer el programa de mi vida. Menuda casualidad que estuviera allí, entre los discos comunales, ese doble LP. A lo que he aspirado a ir cabalgando en las canciones. Hoy por hoy siempre me llevo los discos, porque ahora hay control de contenidos en radio Nacional. Pero con ellos, entras y tienes el efecto seguro, es como si los discos me tiraran de la lengua.

P.- ¿Han cambiado mucho sus referencias y gustos? ¿Qué grupos le emocionan ahora?
R.- La música de antaño es la que me ha marcado, porque es la de mis años formativos. Ese tiempo en el que cada día descubrías una canción bonita. Hoy me siguen gustado mucho los grupos que tienen esas raíces en los sesenta. Y también me interesa mucho el estilo ramoniano, y de eso aquí hay bandas que me encantan como Airbag, Los Summers, F.A.N.T.A, Reactivos, Psycho Loosers... A todos ellos los adoro. Con Psycho Loosers, por ejemplo, me pasó que tuve arrumbado su primer disco un tiempo, porque me llegan muchos a la emisora, y luego al escucharlo me quedé impresionado con ese punkpop del bueno. Y el segundo que han hecho también es un disco muy bonito, muy pegadizo. A los Summers también recurro mucho, es algo instintivo. O los Ningoonies, por ejemplo, también son súper graciosos; me acuerdo de recibir sus maquetas y de luego encontrarme con su CD en una tienda. Y me hace mucha ilusión que pasen de lo rústico a discos muy cuidados. Estos grupos tienen esa primariedad, se les ocurren las cosas y enseguida las ponen en solfa y quedan muy espontáneas.

P.- Los de estos grupos de los que habla son, en muchos casos, discos autoproducidos, ¿le parece una alternativa a la crisis del mercado discográfico?
R.- Soy optimista, creo que la crisis discográfica está fomentando mucho la creatividad. Cuando hacía mi programa Ozono en los setenta había una distancia con los músicos, porque eran grupos manufacturados. Los admiraba mucho pero eran algo lejano y clandestino. Hacer una entrevista era todo un acontecimiento. Ya en los ochenta, con esa efervescencia que había, podías influir en algunos grupos porque los tratabas, ellos oían el programa, los veías en el concierto... pero todavía en esos años era difícil hacerse una maqueta. Ahora en cambio te la haces en casa, como lo han hecho Guille Milkyway, igual que se las hacía el de los Caramelos, y se las hace el sevillano Ernesto Ronchel, que se las trabaja con el ordenador, y yo me quedo asombrado, porque suenan como si fueran de Brian Wilson. Ahora hay músicos que plasman enseguida lo que quieren hacer y lo hacen en todo su esplendor. Son unos geniecillos, y lo que hacen es maná del cielo, porque tiene esa primariedad, porque les sale del alma y no hay intermediarios.

P.- Los fines de semana aún le sobra tiempo para continuar visitando locales, pinchando y descubriendo y animando a grupos emergentes. ¿De dónde saca la fuerza?
R.- Es afición pura, una forma de vida, para mí es el clavo ardiendo. Tienes que moverte porque, si no, caes en un estado catatónico, en un infierno personal, que es lo que hay que esquivar. Si me quedo en casa, pierdo mi yo, como le pasaba a Unamuno. Salir, ver a la gente, descubrir grupos es fundamental. Si no, se me traga la tierra. Literalmente.

P.- Para usted esta pregunta debe ser mucho más terrible y horrible que para el resto de mortales: Por favor, elija una canción, la única, la suprema, la suya.
R.- Bus stop, de los Hollies. Cuando aparecieron los 40 Principales me quedaba esperando a que la pusieran. Estaba diciendo: a ver si la ponen, a ver si la ponen. Y mientras ahorraba duro a duro para comprar ese single. Era de esos momentos en los que no podías vivir sin esa canción. Todo el día, ¿La pondrán no la pondrán? Es un temazo compuesto por Graham Goodman, y menudo coro que tiene, Dios mío, Dios mío. Hay canciones que ya pueden pasar más de mil años y seguirán siendo maravillosas.