Escenarios

Un espacio de valentía

por Calixto Bieito

19 marzo, 2010 01:00

Me han pedido que escriba unas líneas sobre la relevancia y significación de la nueva dirección artística del Teatro Real de Madrid que se hará efectiva a partir del mes de septiembre. Recibí la noticia del nombramiento de Gérard Mortier de manera muy positiva, con ilusión y grandes expectativas para el panorama operístico español. Sin duda, él es uno de los artífices de los cambios que ha experimentado la ópera en Europa en los últimos veinticinco años. Una garantía de experiencia, sabiduría y visión de futuro. Conociendo su prolífica trayectoria interpreto esta decisión de la política cultural española como una apuesta por la innovación y el riesgo en un teatro emblemático para España.

La ópera en nuestro país ha mejorado considerablemente en los últimos años (no podemos olvidar la gran labor del Liceo de Barcelona, al que no paran de castrar el presupuesto, o los últimos años del propio Real o La Maestranza de Sevilla...), pero aún está muy lejos de las grandes tradiciones europeas. La educación del público y de profesionales de la ópera tiene un largo camino por recorrer. Naturalmente no vamos a exigirle al Sr. Mortier que nos solucione esto, no estamos en los tiempos de Bienvenido Mr. Marshall, pero sí podemos leer su llegada con la sensación de que algo podemos cambiar y algo podemos mover. Puede ser el principio de un debate sobre el desarrollo de la ópera en nuestro país. ¿Qué queremos? ¿Qué metas nos marcamos? ¿Hacia dónde van nuestros teatros de ópera?

Mis grandes esperanzas se centran en que el Teatro Real de Madrid se convierta en un centro de referencia estatal, europeo y en un espacio para los nuevos compositores españoles. Un teatro de modernidad e innovación, a imagen y semejanza del Sr. Mortier. Deseo apasionadamente que con la complicidad de los otros centros líricos españoles se cree un nuevo paisaje operístico, donde el público no contemple las óperas como curiosidades del siglo XIX, sino como obras vivas que nos muestran, nos entretienen y nos conmueven con los sueños y pesadillas, aspiraciones y desengaños, debilidades y fuerzas del ser humano. Un gran teatro lírico humanista donde se plantean las fantasías, ilusiones, compromisos éticos y políticos de toda una sociedad. Un espacio de valentía, coraje y libertad artística como ya él mismo hizo en Bruselas, Salzburgo y París.

En estos tiempos de crisis el arte es una fabulosa arma para defender nuestra libertad de pensamiento. Apostemos sin duda por ello. Recuerdo la primera vez que vi un espectáculo de Pina Bausch. No sé cuántos años han pasado, sólo que me horrorizó. Pero al cabo de dos o tres días me sentí profundamente conmovido por las imágenes que había visto, y que mi memoria se resistía a abandonar. Así empecé a comprender lo que era el arte.

Estoy convencido de que el trabajo de Gérard Mortier en Madrid va ser trascendental para el futuro de la Ópera-Teatro Lírico-Musiktheater, llámenle como ustedes quieran, en Madrid y en España.