Image: Galácticos en el Vicente Calderón

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Escenarios

Galácticos en el Vicente Calderón

Muse le quita la tontería de pocos grados y menos goles a sus 44.000 asistentes al concierto en Madrid, el más potente del trío de Devon en España

17 junio, 2010 02:00

Una imagen del concierto de Muse, este miércoles en el Vicente Calderón. Foto: AFP

Marta Caballero
Empezar por el final: la gente emergiendo del estadio, ya cansada, alguna bufanda tontona de la selección, exaltación de la amistad y de la música -"son únicos", son impresionantes", "ha sido increíble"-, niños que ya se duermen y novias que preguntan a sus novios: "¿Pero estos chicos han estudiado solfeo, no?". Una duda normal para un fan de Muse, primero por el apabullante virtuosismo que se gasta el trío, que lo mismo se arranca por bulerías que se da a ritmos árabes, su último grito. Segundo, porque los seguidores del grupo inglés -de adolescentes a perroflautas pasando por hombres de chaqueta y prismáticos- no saben demasiado de sus componentes. Así es. Tampoco se conocen las letras, aunque muevan los labios, y seguramente no saben enumerar sus discos, porque el grueso de asistentes este miércoles al Vicente Calderón pertenece a esa especie de aficionados a la música, que no locos por la música.

Lucirán en sus estanterías un puñadito de discos y se marcarán al año tres o cuatro macroconciertos. La de Muse es la misma parroquia -qué parroquia, religión- que la de Coldplay y U2, o lo que es lo mismo, gente de todo tipo para la que el reclamo es más el propio concepto de macroconcierto y la fama del grupo que la oferta musical en sí. Y hacen bien, porque si espectáculo querían, espectáculo se les dio. Fue un concierto potente, serio y sobrio aunque, por desgracia, un medido videoclip en demasiados momentos.

Pero aquello, como dijo Anson de sus rivales The Killers, era un incendio. Y dentro 44.000 asistentes -muchos extranjeros- llegaron dispuestos a olvidarse de un día tonto. El grupo riza el rizo y regala con la entrada un escenario a lo nave nodriza, un apoyo audiovisual a caballo entre el videoarte y las animaciones psicodélicas del Windows Media Player y más de dos horas sin parar de brincar. Normal que sean los únicos menores de 50 años que llenan estadios por estos lares. Falló el sonido, eso sí, mucho más sucio que el de citas similares, nada que ver con conciertos recientes como el de Metallica este lunes en el Rock in Rio, mucho más limpio. Pero no importaba, cuando Bellamy (guitarra y voz), Dominc Howard (batería y hombre de los discursos) y Chris Wolstenholme (bajo) se presentaron sobre el escenario luciendo un blanco nuclear venido del futuro, se pudo ver que al público le iba a dar lo mismo la calidad de los bafles.

Arrancaron con Uprising, de su último disco The Resistance, y sin parpadear sacaron sus metales, los que se marcaban antaño, con Supermassive Black Hole. No habían sonado cuatro canciones cuando el público del graderío se quedó de pie para apenas volver a sentarse. Bien con sus temas más operísticos, bien con los más poperos de última orden, como la canción central de la banda sonora de Eclipse, que se estrena en dos semanas, consiguieron que el público se entregara a un espectáculo que, guste o no, es un directo a lo bestia asegurado.

Muse son un poco de Depeche Mode, un poco de Queen, un poco de Coldplay, pero cuando la cámara coge un primer plano de las virguerías del baterista o de los dedos frenéticos del guitarra los de Devon son solamente Muse y el público sabe agradecerlo, tanto gritándoles "toreros" si se ponen flamencos como alzando sus mecheros -los menos- y móviles para mayor gloria de la puesta en escena luminotécnica, que terminó con el vuelo de una verdadera nave espacial a lo Fura dels Baus, de la que emergió una trapecista extraterrestre que surcó la platea ante un estadio boquiabierto. Esto fue en los primeros bises, que luego dejaron paso a un cierre muy bien pensado con los temas más celebrados de la banda, como Take a Bow, la famosísima Plug in baby y la épica Knight of Cydonia.