El pianista italiano Maurizio Pollini ha muerto a los 82 años tras una larga enfermedad. Admirado por su prodigioso virtuosismo, por la amplitud de su repertorio y por la originalidad de sus interpretaciones, con su muerte desparece "uno de los grandes músicos de nuestro tiempo", ha publicado en su web el Teatro de la Scala, templo milanés de la ópera al que estuvo muy ligado.
La capilla ardiente del maestro nacido en Milán en 1942, "protagonista absoluto de la escena concertista internacional desde su victoria a los dieciocho años en el concurso Chopin de Varsovia en 1960", se abrirá en las próximas horas en el la Scala, como ya sucedió cuando falleció la célebre bailarina clásica italiana Carla Fracci.
Pollini fue un intérprete capaz de revolucionar la percepción de autores como Chopin, Debussy y el propio Beethoven y promover con incansable dedicación la escucha de las vanguardias históricas, sobre todo de Schönberg, y de la música actual.
"Chopin ha sido una constante de mi carrera y de mi vida porque reúne las dos cualidades que más puedo apreciar", explicaba Pollini a El Cultural en 2013. "Por un lado, la hondura. Por otro, la escritura. El fondo y la forma dan vuelo a una música extraordinaria en la que siempre se reconoce la aspiración al perfeccionismo".
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Junto a su grandeza como pianista, "sigue siendo fundamental su testimonio sobre el papel mismo de la música, entendida como componente esencial de la cultura y de la vida cívica y como instrumento de transformación de la sociedad", añade el texto de La Scala.
Para el experto en música clásica Arturo Reverter, Pollini no se plegaba a la imagen que desde siempre se tiene del artista al uso. "Su actitud ante el teclado es con frecuencia la de un aplicado funcionario o la de un estudioso sumergido en no se sabe qué materias, o, en fin, la de un profesional íntegro", escribía Reverter en El Cultural "Tal es su grado de concentración, de seriedad, de rigor. Luego, cuando salen de sus dedos sonoridades de una plenitud insólita y cuando su juego fraseológico y dinámico nos alcanza y nos penetra, comprendemos la verdad y la transparencia de un mensaje, a medias entre lo hipnótico y lo litúrgico".
A lo largo de su larga trayectoria, Pollini colaboró con grandes artistas de su época como Claudio Abbado, Paolo Grassi, Riccardo Muti, Daniel Barenboim y Riccardo Chailly, sin olvidar sus conciertos con Carlo Maria Giulini, Pierre Boulez y Zubin Mehta.
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Además de con los músicos de la Scala, Pollini interpretó su música con grandes orquestas como la Wiener Philharmoniker (con Abbado) y la Gewandhausorchester de Leipzig (con Chailly) y numerosas compañías dedicadas a la música de hoy, como el Ensemble Intercontemporain, el Klangforum Wien o la Musikfabrik K.
Pollini también destacó en la música de cámara, pero en el centro de su larga carrera "se encuentran sobre todo los recitales: desde el histórico ciclo con las 32 sonatas de Beethoven en 1995 hasta el esperado concierto anual en el que recurrían las estrellas fijas de su universo musical: además Bach, Beethoven, Brahms, Chopin, Debussy, Schönberg y Noveno".