Cuando parece que no queda por estudiar ni un volante de la falda de Antonia Mercé, La Argentina, aparece un proyecto que reaviva las ascuas de la mítica artista que redefinió el baile español integrándolo en la intelectualidad de su siglo.
Del 8 al 14 de enero, dos de sus piezas de 1928 renacen en el auditorio de la Fundación March: El contrabandista con música de Óscar Esplá y libreto de Cipriano Rivas Cherif, y Sonatina, con música y argumento de Ernesto Halffter. “Es el tercer proyecto de danza de nuestro teatro musical de cámara”, explica Miguel Ángel Marín, director del programa de música de la Fundación March, a El Cultural. “Queríamos recuperar títulos escénicos de la Edad de Plata adaptables a espacios pequeños porque vimos que era un ámbito desatendido por otras instituciones y sabíamos que había relevantes composiciones creadas para la escena”, añade.
Idoia Murga Castro y Alejandro Coello son asesores científicos de un proyecto coreografiado por Antonio Najarro y defendido por su compañía. El vestuario lo firma la siempre eficaz Yaiza Pinillos, la iluminación es de Sergio Torres y la dirección de escena es asumida por Carolina África. “Los fondos de Antonia Mercé custodiados en la biblioteca de la Fundación March han sido fundamentales”, dice Coello.
El pianista Miguel Baselga comparte sus retos: “Lo difícil con El contrabandista no era que el compositor no estuviera vivo, sino que teníamos ‘galeradas’ de la partitura que él corrigió pero nunca llegaron a publicarse”. Ha completado lo ilegible de la partitura a piano con la que existía para orquesta, más definida. “He intentado no inventarme las cosas”, añade con humor. A petición del coreógrafo, añadirá a su piano un violonchelo (Sergio Menem) y guitarra (José Luis Montón). Sonatina, inspirada en el poema homónimo de Rubén Darío, sí cuenta con una partitura para piano autorizada por el propio Halffter.
Yaiza Pinillos se acerca con respeto a los originales de Salvador Bartolo-zzi y se desvive ante el mítico traje de lunares de La Argentina. “Lo habré actualizado inevitablemente porque soy una mujer del siglo XXI y los materiales no son los mismos”, dice. Resalta el movimiento con grandes volúmenes de estructuras variables: desde la cintura para El contrabandista, más costumbrista, y otra cercana al Art Decó para Sonatina, basada en la revisión de 1929. “Los complicados sombreros de los que no quise prescindir tampoco facilitan las cosas para bailar”.
La situación política y social y la ausencia de documentos audiovisuales provocaron, a pesar de la trascendencia de las obras, una lamentable pérdida del legado de la bailarina por lo que, sin información de la coreografía original, Najarro ha creado unas obras nuevas a partir de las reinterpretaciones del resto del equipo creativo. La música ha sido su principal inspiración. “El explícito libreto de Rivas Cherif es una guía magnífica, pero… ¡hablaban de 40 bailarines y yo sólo tenía 8!”, añade.
Los telones originales de Mariano Andreu, Néstor de la Torre o Sáez de Tejada se transforman aquí en un juego de proyecciones de David Martínez que, ante la falta de imágenes originales en color, siguen los elegidos por Pinillos. Entre los recursos de Najarro, habrá un intermedio musical –la danza final de Sonatina, que sirve de transición entre las obras– y, como él reconoce, su personal bagaje recibido de coreógrafos anteriores cuyo lenguaje minucioso, musical y delicado, se aleja de aquello a lo que nos tiene acostumbrados.
En las mismas fechas, el hall del auditorio mostrará parte del legado que atesoran de la bailarina. Acaba de salir el libro Los Ballets Espagnols de Antonia Mercé de Idoia Murga y Alejandro Coello, y el día 19 se presenta un documental de La Máquina de Luz sobre La Argentina que estará en distintas plataformas. Antonia Mercé sigue siendo un mito a exprimir.
Morir al compás truculento del alzamiento franquista
Antonia Mercé, La Argentina (1890-1936), nacida en Buenos Aires de padres españoles artistas, fue clave en la evolución de nuestro baile. Actuó en el Teatro Real a los diez años, más tarde en varietés e intermedios cinematográficos y sus actuaciones internacionales y el empresario Arnold Meckel la acercaron a una nueva estética. Sus modificaciones en el tallado de las castañuelas arrancaron nuevos matices expresivos que enhebraron armoniosamente con las nuevas tendencias.
Fue, pues, algo más que una anécdota. Y su amistad con Granados, Falla, García Lorca, Benavente, Romero de Torres, Rusiñol, Valle-Inclán, Zuloaga… la situó en círculos antes inaccesibles para el baile español. Había nacido el ‘clásico español’, que artistas posteriores contribuyeron a perfilar. Los Ballets Espagnols d’Argentina y sus recitales con piano ya hicieron de ella una estrella en todo el mundo, y su vinculación con la Segunda República y su repentina muerte por infarto el mismo día del alzamiento militar de 1936 la convirtieron en un símbolo.