Image: Lang Lang

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Música

Lang Lang

“Mi biografía no es un delirio de grandeza, sino la constatación de un sueño musical"

15 enero, 2010 01:00

Lang Lang. Foto: Mats Bäcker

El pianista chino arranca el lunes una gira por España, la más extensa de toda su carrera, que coincide con la publicación de una biografía que ya es best seller en su país y el lanzamiento de su primera aventura camerística para Deutsche Grammophon en compañía de Vadim Repin y Mischa Maisky. Recién iniciado el Año Chopin, El Cultural ha hablado con Lang Lang de una odisea musical que lo ha convertido en algo más que en la gran promesa del piano del nuevo milenio.

Cuenta Lang Lang (Shenyang, China, 1982) en su biografía que el primer éxito de su carrera lo brindó con zumo de naranja. Tenía 17 años y acababa de poner en pie a los 30.000 espectadores cobijados bajo las carpas del Festival de Ravinia en Chicago. "Era menor de edad y no me gustaban los licores ni el vino. Pero me embriagué por completo. Me embriagué del sonido de la orquesta y del enfervorizado aplauso del público que me recibió", recuerda, visiblemente emocionado, el pianista chino a instancias de El Cultural. Sí corrió el champán por las copas de Zarin Mehta -hermano de Zubin- y Christoph Eschenbach, padrinos ocasionales de un talento in extremis que había llegado a la Gala del Siglo de rebote, para sustituir a un convaleciente André Watts en la interpretación del Concierto para piano n° 1 de Tchaikovsky frente a la Sinfónica de Chicago. Lo llamaron a pocas horas de que arrancara la gala y aterrizó en el último avión de la compañía, como dictan los cánones del suspense hitchcockiano. "Aquel 14 de agosto de 1999 se me alinearon los planetas". No es una frase hecha, sólo una imprecisión astronómica. Porque no fueron planetas lo que se alinearon durante aquella histórica velada, sino estrellas. Ocurrió tras la cena con las autoridades y poco después de que Mehta y Eschenbach pidieran las llaves del Teatro Martin.

Oráculo de final de siglo.
Urgía al gestor y al director comprobar el proceder de las Variaciones Goldberg en las frágiles manos del joven intérprete, quien sin proponérselo se había colado en el oráculo pianístico de final de siglo. Suplantando a André Watts -quien a su vez había saltado a la fama a causa de la baja, igualmente precipitada, de Glenn Gould para unas Goldberg- se cerraba el círculo. Intuían Mehta y Eschenbach que con aquella sesión a puerta cerrada se les revelaría el carácter mesiánico del chino y constatarían la alineación de tres estrellas del teclado en una misma constelación bachiana. Sin ensayo ni partituras, y con un escenario vagamente iluminado, Lang desgranó de memoria, y en hora y veinte, la obra completa del Kantor. Nos cuenta que, en esta ocasión, no hubo aplausos tras la última nota. "Sólo un largo y elocuente silencio".

Lo extraño no es tener una biografía publicada cuando aún no se ha cruzado el ecuador de la vida, sino venderla hasta convertirla en un best seller traducido ya a ocho idiomas. Un viaje de miles de kilómetros (Ed. Alba) da título a la versión de la infantografía que estos días llega a las librerías españolas en doble formato, de biografía y también de libro de autoayuda. "Si hubiera nacido en Alemania y acudido al conservatorio de mi barrio, mi vida no merecería siquiera un artículo. Pero nací en la pequeña ciudad de Shenyang, en una China recién salida de la Revolución Cultural, donde el menor contacto con la música clásica occidental era poco menos que un accidente. Dejé a mi madre sola y me trasladé en condiciones muy precarias a Pekín para luchar por un sueño". Su ascensión al olimpo de la fama y la consumación de esos sueños de niñez -"desde que con dos años escuchara la Rapsodia húngara n° 2 de Liszt en un capítulo de Tom & Jerry- han hecho por su país más que muchas políticas sociales postmaoistas.

La nueva doctrina china.
Sus compatriotas saben que Lang encarna el espíritu de la nueva China y da coherencia a la doctrina de un gigante globalizado que trata de resolver las contradicciones de su doble naturaleza. En pocos años, el pianista ha sido imagen de Audi, Mont Blanc o Adidas y ha mediado con habilidad en las tensiones previas a los Juegos Olímpicos de Pekín. Cuando puede, roba tiempo de su agenda para cumplir con los compromisos derivados de su condición de embajador de buena voluntad de UNICEF y tiene una fundación con la que potencia a los jóvenes talentos del piano. Hasta ha diseñado un nuevo modelo de piano, el Lang Lang Samick, "pequeño, práctico y barato", que se ajusta al minimalismo funcional de la one-child generation.

Por eso, y porque 35 millones de chinos se han apuntado al conservatorio en los últimos años al rebufo de sus marcas de superación personal, cada cosa que hace, cada palabra que pronuncia se ajusta a la milésima del protocolo. "Recuerdo los Juegos de Barcelona como una de las épocas más duras de mi vida. Acudí como espectador, para relajarme. Mi profesora de entonces me había persuadido de mi falta de talento. Que nunca triunfaría, me repetía, que no llegaría a ninguna parte. Mi libro no es un delirio de grandeza. Es la constatación de que la música puede cambiarte la vida, de que los sueños pueden cumplirse si crees en ellos y los persigues con pasión".

Nos lo cuenta poco después de haber oficiado en Oslo la ceremonia de entrega del Premio Nobel de la Paz a Barack Obama y a unos días de inaugurar en Varsovia el Año Chopin, que en marzo celebrará el bicentenario de su nacimiento, y en lo que pretende sea un recuerdo emotivo a uno de los habituales de su repertorio, con el que aprendió a "cultivar el ego de niñez". En su última hazaña romántica, en 2008, lo acompañaron nada menos que Zubin Mehta y la Filarmónica de Viena en un álbum memorable, lleno de sensatez y virtuosismo, que mantiene contentos a los magnates del sello amarillo. Ahora le ocupa un proyecto audiovisual a gran escala que pretende divulgar los 24 Estudios de Chopin al auspicio de las nuevas tecnologías en tres dimensiones y que servirá de señuelo a una nueva categoría de público, cada vez más frecuente en sus conciertos.

La 'ligera' tentación
No en vano, Lang es una de las pocas estrellas del gremio al que venera un ejército incondicional de fans. Un fenómeno sólo comparable a la bizarría mediática que persigue a las leyendas del rock. "La música clásica es fascinante por sí misma -reza el ideario web de sus seguidores- y puede conducir a una experiencia tan salvaje como la música pop". Un arma de doble filo que podría terminar alejando al pianista del repertorio más tradicional y hacerle sucumbir, tarde o temprano, a los cantos de sirena que lo reclaman desde los estudios de la música 'ligera'. "Mi objetivo ha sido siempre convertirme en un gran pianista de música clásica. Pero no me atrevo a cerrar las puertas a posibles proyectos en otros campos. No me atrevo a decir que no". Su gira veraniega con Herbie Hancock es un precedente a tener en cuenta, incluso un posible punto de inflexión para una segunda biografía que narre, algún día, sus destrezas pianísticas en las diligencias del jazz o los aforos de un estadio de fútbol. Así se entiende que en las estratosferas del elitismo musical preocupen sus injerencias cinematográficas y un eclecticismo que le permite combinar los discos de Pavarotti, Bernstein o Horowitz In Moscow con los de Michael Jackson, Alicia Keys o el hip-hop subversivo de Kenny West. "Tengo un gusto musical bastante variado y no practico los juicios a priori". A la proclividad de su mp3 se debe añadir una estética cuidadosamente desenfadada que le permite escapar de lo cotidiano. "Ya no uso esmoquin. Prefiero los trajes. Con respecto a mi pelo-pincho, sólo puedo decir que siempre me han gustado los comics y la estética manga. Así me siento cómodo. Si no fuera pianista, vestiría igual".

Dinamita mediática.
Dicen que la mayor parte del público con el que llena las flamantes nuevas salas de China es menor de 20 años, aunque nada hace pensar en este tipo audiencia para su gira española, que arranca este lunes, y que ya anuncia lleno absoluto a su paso por Madrid (18, 29, 30 y 31 de enero), Barcelona (19), Valencia (20, 24), Zaragoza (21), Pamplona (23) y Santiago de Compostela (26), adonde acudirá en mayo como cabeza de cartel del Xacobeo Clásico que acaba de arrancar. "Los músicos vienen a España con ganas. Aquí hay buena comida, buen tiempo y un público de lo más acogedor. ¿Qué más se puede pedir?".

Eso mismo ha debido de pensar la horda de pianistas que, coincidiendo con Lang, visita nuestras salas este mismo mes de enero. Nada menos que Jean-Yves Thibaudet, Mitsuko Uchida, Maria João Pires y el mismísimo Krystian Zimerman competirán con el talento y la emotividad que despierta el shenyangués. Aprovechando la coyuntura, Lang va a utilizar toda la dinamita mediática a su alcance y ha preparado un programa -Beethoven, Prokofiev, Albéniz, Dun- que pretende abrir un cráter en la agenda musical. "He dedicado un año al Cuaderno 1 de la Iberia de Albéniz. Podría haberlo hecho en dos meses. Pero he querido digerirlo bien. Tuve ocasión de practicar algunas de sus suites al amparo del maestro Barenboim y conozco el universo albeniciano, la importancia de sus piezas para el público español. En estos meses de trabajo he conseguido la seguridad y el respeto que la obra requiere".

Asegura que le es difícil hablar del repertorio pianístico español sin mencionar a la recientemente desaparecida Alicia de Larrocha. "Coincidí con ella en mi bautismo de fuego en Ravinia. Ella acudió para un programa que incluía las Goyescas de Granados, que me fascinaron. Ya entre bastidores, se acercó a felicitarme por mi interpretación de Tchaikovsky. Y me di cuenta de que no se trataba sólo de una pianista de categoría. También de una persona cercana y dulce que me ayudó a entender la profesión". Otra de sus referencias musicales lo acompaña precisamente en esta gira, que es la más larga de su carrera. Será su compatriota, el director y compositor Tan Dun, con quien se verá las caras, frente a la Orquesta Nacional, en las últimas sesiones madrileñas (29, 30 y 31) para su Piano concerto. "Con Tan Dun disfruto del contacto de lo contemporáneo y aprendo a trabajar en equipo, a saber que no puedes imponer tu criterio a la orquesta. A no ser, claro, que seas un Bernstein o un Gould. Gente muy única en términos de dinámicas, de tempi y, por supuesto, de talento".

Coincidiendo con las rebajas, Lang acaba de lanzar su último trabajo discográfico. Por primera vez en su carrera, comparte protagonismo con otras caras conocidas de su cuerda. "Dos amigos", el violinista ruso Vadim Repin y el chelista letón Mischa Maisky, lo acompañan en esta aventura camerística por los intrincados pasadizos de Rachmaninov ("una batalla constante en mi vida") y, de nuevo, su talismán. Nos explica Lang que para su primer Tchaikovsky se inspiró en "el mate de Michael Jordan y el swing de Tiger Woods". Dicho así, podría sonar a cuento chino. Es preciso escuchar el disco para darse cuenta de que Lang Lang es único e -irónicamente- irrepetible.

Año Santo, milagro musical

El pianista chino es uno de los grandes reclamos del Xacobeo Clásico que, desde el pasado 6 de enero y a lo largo de este año, convocará en Galicia a grandes personalidades de la música repartidas en varios auditorios y seis ciclos: Orquestas, Solistas, Todo lírica, Voces, Made in Galicia y ópera. Desfilarán por el Año Santo Charles Dutoit y la Royal Philharmonic Orchestra, el Gabrieli Consort & Players de Paul McCresh, John Eliot Gardiner y sus English Baroque Soloists & Monteverdi Choir, la Orquesta de la Comunidad Valenciana y Zubin Mehta y la nueva promesa de nuestros podios, el francés Lionel Bringuier, que paseará a la Sinfónica de Castilla y León. Entre las voces, destaca la presencia de Dolora Zajick (13 de febrero, Vigo), Elina Garança (25 de marzo, A Coruña), Cecilia Bartoli (14 de abril, Santiago), Barbara Frittoli (18 de septiembre, A Coruña) y Angelika Kirschlager (21 de septiembre, Santiago). Entre los solistas instrumentales, además de Lang Lang (12 de mayo, Santiago), acudirán Anne-Sophie Mutter (18 de junio, A Coruña) y Arcadi Volodos (7 de noviembre, Ferrol), entre otros. En total, 40 actuaciones del más alto nivel. Entre los estrenos, destaca la versión original de Guillermo Tell de Rossini (2 de octubre, A Coruña) en manos de Alberto Zedda o la el Concierto de violín del autor gallego Octavio Vázquez (2 de diciembre, Santiago).