Image: Philippe Jordan

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Música

Philippe Jordan

“El divismo en la batuta toca a su fin”

5 marzo, 2010 01:00

El director suizo Philippe Jordan.

El cambio de guardia en la Ópera de París, tras la salida de Mortier y Joel, concentra todas las miradas en el estreno del nuevo director musical, Philippe Jordan, para el primer Anillo parisino en décadas.

Philippe Jordan (Zúrich, 1974) no ha querido esconderse en sus atribuciones como director musical de la Ópera de París. Anoche estrenó en La Bastilla la primera entrega del Anillo de Wagner. Conoce bien el repertorio germano y prefería eludir las comparaciones con su padre, Armin Jordan (1932-2006), extraordinario mediador de la ópera francesa. La tercera razón de la apuesta wagneriana -que estará en cartel hasta el 28 de marzo- estriba en la oportunidad de trabajar a fondo con las huestes capitalinas. Las considera la sala de máquinas del teatro, aunque llama la atención que la Ópera de París haya permanecido tantos años sin un titular al mando.

Hugues Gall (1995-2004) no le dio todas atribuciones al maestro James Conlon cuando desempeñó la sobreintendencia, mientras que Gérard Mortier (2004-2009) prefirió convertir el podio en un espacio de itinerancia. Igual que ahora sucederá en el Teatro Real de Madrid. "Creo que un teatro debe tener un director titular", razona Philippe Jordan. "Es verdad que el ir y venir de varios maestros beneficia la flexibilidad, pero una orquesta necesita un proyecto, una homogeneidad, una referencia. Es la orquesta la que da la personalidad a un teatro. Me parece más interesante la idea de la titularidad. No por imponer mi manera de entender la música, sino por establecer una coherencia, una unidad, una guía". La modestia de Jordan sobrentiende su distancia respecto a los métodos autoritarios. Pertenece a una generación pujante, talentosa y trabajadora -Vladimir Jurowski, Daniel Harding, Ingo Metzmacher, Andris Nelsons, Gustavo Dudamel-, que ha eludido el baile de letras que separa al director del dictador.

Malditismo wagneriano
"Mi impresión es que la época de los directores de orquesta divos toca ya a su fin. Mi generación aporta frescura por un lado y rigor por otro. Entendemos la prioridad de la partitura y nos debemos al compositor, no tanto a la idea de convertir el podio en la tentación de un pedestal". El contrato con París comprende cinco años. Y Jordan es consciente de que el Palais Garnier y La Bastilla deben marcar la diferencia en el repertorio francés, pero se ha propuesto al mismo tiempo romper con el malditismo que rodea a El anillo del nibelungo wagneriano. No se interpreta ni escenifica en la sede de la Ópera Nacional de París desde los años cincuenta, cuando lo hizo Hans Knappertsbusch. Georg Solti quiso retomarlo en los ochenta, pero el ciclo se malogró en plena faena a cuenta del escándalo que suscitaron en el graderío las sucesivas versiones escénicas de Peter Stein y Gruber. "El Anillo es un desafío para todos. Es un viaje con la orquesta que nos permitirá conocernos y, ya puestos, tratar de alcanzar la esencia de la música de Wagner".

La ha trabajado bien Jordan. De hecho, el maestro suizo fue el artífice del Anillo que se llevó a cabo la pasada temporada en la Ópera de Zúrich. Se entendió bien con Bob Wilson en las cuestiones dramatúrgicas, pero admite que los directores de escena contemporáneos se han hecho con el poder. Particularmente en los escenarios centroeuropeos. "Del mismo modo que va desapareciendo el divismo de la batuta, sería interesante que hubiera una reflexión en la escena. No defiendo propuestas convencionales, sino una manera más colegiada de entender la ópera".

Sabe de lo que habla Jordan. Todavía no ha cumplido los 36 años, pero ya ha debutado y "reincidido" en el Festival de Salzburgo, el Met de Nueva York, el Festival de Glyndebourne y la Staatsoper de Berlín, donde desempeña el cargo de principal director invitado. Su lema puede leerse en la "fachada" de su página web y tiene la pinta de una herencia paterna: "El silencio es la música más bella, la más poderosa y la más benefactora. La música más grande nace del silencio".