Image: La Fura y Mehta: una mano para mecer Milán

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Música

La Fura y Mehta: una mano para mecer Milán

Padrissa estrena su Tannhäuser en La Scala

12 marzo, 2010 01:00

Una mano robotizada es el eje del montaje de Padrissa. Foto: Marco Brescia

Carlus Padrissa y Zubin Mehta unen sus fuerzas para un nuevo reto wagneriano que los lleva a La Scala con una superproducción de Tannhäuser. El Cultural se ha citado con ambos directores antes de que se enfrenten, este miércoles, al imprevisible veredicto del público milanés.

Pocas veces la curiosidad escénica ha logrado resarcirse del mito wagneriano sin adulterar su naturaleza ni condicionar el discurso musical. La excepción se hace norma toda vez que Zubin Mehta y La Fura dels Baus se sientan juntos a trabajar. Llevan toda una Tetralogía deconstruyendo a Wagner y con esta nueva producción de Tannhäuser, que se estrena el miércoles en La Scala de Milán, quieren acuñar, en cobertura europea, un estilo propio, que han bendecido provisionalmente como mehtafúrico.

La aproximación al concepto atiende a varios significados, que van de la integración total de las artes escénicas a la ingravidez de los dioses de la lírica colgados por arneses, pero Carlus Padrissa, comandante en jefe de la compañía catalana, los resume en una ráfaga: "Un furero o mehtafurero es alguien que asume retos, que crea colectivamente, que zappea y que aprende de los errores. Siempre al servicio de la música, porque la música es lo primero".

La consigna se propone crear una "verdadera arquitectura sonora" que, sincrónica a la partitura, sirva de aggiornamiento al credo operístico y "conecte con los signos de nuestro tiempo". De tradición futurista y transvanguardia se etiquetó la última aventura de La Fura en el Palau de les Arts de Valencia, en la que Los troyanos de Berlioz adquirían la doble condición de un virus informático que se prestaba al rigor histórico tanto como al efectismo de una fobia contemporánea.

Venusberg en Bollywood
La monumental liturgia que ha preparado Padrissa para su Tannhäuser requiere de una personalidad como la de Mehta, un terapeuta musical que habla de su oficio en términos de "salvación" y de "cura". A él le deben la remasterización de un libreto que traslada la historia del caballero errante a las pulsiones de la India y lo cubre con las luminarias bollywoodienses en las que se crió el director de orquesta mumbayés. "Padrissa me abordó en un descanso del Gotterdämmerung que preparábamos el año pasado en Florencia -cuenta Mehta a El Cultural- para preguntarme cómo veía yo Venusberg, el edén erótico al que peregrina Tannhäuser. Cerré los ojos y le dije que Venusberg me remitía a los festivales del Rajasthan adonde acuden las mujeres ataviadas con fosforescentes vestidos. Y no me refiero a los colores primarios de Occidente, ni a los tonos del arco iris, sino a la pátina exótica de la que se nutren los atardeceres de la India".

Instado por la curiosidad, Padrissa acudió a Benarés, en la ribera del Ganges, para comprobar sobre el terreno la compatibilidad de los códigos socioculturales a la dualidad vicio-virtud que exige el mito germano. "Toda la materia prima de este montaje tiene origen en aquel viaje a la India -explica Padrissa-. La gente de allí vive en un eterno contraste entre el futuro tecnológico y el pasado medieval, entre el desierto de los marajás y una frondosa vegetación, entre las luminarias de todo a 100 y las esculturas en bajorrelieve de los templos eróticos... La India es una y mil al mismo tiempo".

Si algo caracteriza el original estilo de Padrissa es su capacidad de síntesis, que aquí emplea para adaptar el Monte de Venus a la gestualidad de una mano robotizada de diez metros de envergadura a la que el escenógrafo Roland Olbeter ha dotado de vida propia. "En sus líneas se escribe el destino de Tannhäuser y es el árbol donde se le aparece la Virgen. Simboliza la mano gentil de Elisabeth y el puño inflexible del Papa. Es la mano que da y pide, que se abre y cierra, que acaricia, ejecuta o baila...". No falta el guiño musical a Guido d'Arezzo, precursor "digital" del primer pentagrama, en una puesta en escena que no escatima en recursos sensoriales. No faltarán las fragancias ni el tanque de agua -que ya utilizaron para su Carmina Burana- y en el que Beatrice Adelizzi, medallista olímpica en natación sincronizada, desplegará "toda clase de coreografías que sirven de metáfora al dolor y a la redención".

Juego de espejos
Del 17 de marzo al 2 de abril, La Scala milanesa abrirá sus puertas a una superproducción que se presta al juego de espejos que supone montar el Venusberg de Wagner en el Wartburg de Lissner. Dos enclaves sagrados a los que acuden, convocados por la fama, los artistas mejor cualificados, pero del que -como sucede en el concurso de canto del II acto- no todos logran regresar con vida.

Lejos del calor de Valencia y los cuidados de su intendente, Padrissa reconoce haber visto los fantasmas de Alagna y Cura, de Barenboim y Gatti, de Emma Dante y Peter Mussbach entre los bastidores del templo italiano. "Sabemos de los riesgos que comprende el público milanés y la enorme repercusión sindical de este teatro. Pero no pretendemos escandalizar ni que la gente mire el dedo que señala la Luna". Y le resta peso a la polémica que pudieran desencadenar los seis desnudos integrales en un teatro en el que los aplausos se compran de estraperlo y los abucheos pasan por caja."Le puedo asegurar que es una ópera apta para todo tipo de público, avalada por un elenco de primera".

Se refiere al único reparto que integran Georg Zeppenfeld, Robert D. Smith, Roman Trekel, Martin Homrich, Ernesto Panariello, Enrico Cossutta, Petri Lindroos y las sagaces Anja Harteros y Julia Gertseva para un dualismo Elisabeth-Venus en el que Padrissa se ha erigido experto. Desde que, en el Festival de Salzburgo de 1999, Gérard Mortier los presentara en sociedad para indagar en el drama fáustico de Berlioz, La Fura del Baus ha quedado atrapada en las Bermudas del triángulo que forman Fausto, Mefisto y el eterno femenino.

La buena sintonía con Mortier -que volverá a materializarse en Mahagonny de Weill para inaugurar la temporada del Teatro Real- contradice una postura manifiestamente crítica con el despotismo practicado por algunos registas. "Me parece ridícula la actitud de algunos colegas, que se atreven a pervertir la partitura sólo por satisfacer su ego. Quede claro que para mí lo primero es Wagner, y después Wagner". Lo dice con la vehemencia de quien ha reconocido los mimbres del destino en este reto. "Tannhäuser fue la primera ópera que vi en mi vida. La vi sin ver porque compré las entradas más baratas, pero ahora soy yo el que la imagino". Y está seguro de que Wagner se sentiría orgulloso del resultado. "Lo sé porque me está devolviendo el favor". Se refiere al Naomon, el barco-escenario de La Fura, que ha encontrado a orillas del Rin un lugar apacible en el que "atracar sin que lo atraquen".

Caballeros del pop

Confiesa Padrissa que su pasión por la ópera tiene origen en las erudiciones de Ángel Fernando Mayo. Si con la Tetralogía proponía una lectura del mito en clave ecológica, su nueva aventura wagneriana nos sugiere "un ideal de Tannhäuser universal" que recoge "toda la historia de sufridores en el edén, esos artistas que no han podido volver de Venusberg". La lista la encabeza Michael Jackson, "a petición personal", y la continúan otros genios torturados como Marilyn, Schubert, Hendrix, Modigliani, Pasolini, Piaf, Mozart, Joplin, Van Gogh, Basquiat, Lennon, Einstein o Dalí, cuya Calavera humana es evocada en este montaje.