Renée Fleming se viste de pop
He llegado a una madurez vocal plena
21 mayo, 2010 02:00La soprano norteamericana Renée Fleming. Foto: Andrew Eccles.
Gran expectación en torno al lanzamiento, este martes, de Dark Hope, la última hazaña discográfica de la soprano norteamericana Renée Fleming, que se viste de pop para abordar el repertorio de Peter Gabriel, Leonard Cohen o Tears for Fear.
El público, en cambio, la ha tratado con la devoción de siempre. Mérito del color de la voz, de la calidad, del refinamiento, la musicalidad, la expresividad, la técnica, la sensualidad, recursos todos ellos que la Fleming ha reciclado en su aventura popera sin miedo de tutear a Duffy, Jefferson Airplane, The Mars Volta o Arcade Fire. "Siempre me he sentido inspirada por artistas que demuestran su curiosidad musical e intelectual asumiendo riesgos. Todo lo que se refiere a la voz es de mi interés y sentí que sería fascinante aprender un estilo de interpretación vocal completamente diferente", explica Renée Fleming después de haberse iniciado en un nuevo frente.
La empresa tenía sus garantías. No sólo porque Fleming es un caso "enfermizo" de indagación y de ambiciones polifacéticas. También porque se había entrenado con otras experiencias limítrofes. Intervino en la banda sonora de El señor de los anillos, había colaborado con Michael Bolton, y cosechó toda suerte de elogios a cuenta de su álbum de jazz. "Ha sido muy interesante grabar Dark Hope porque he podido realizar un trabajo más íntimo y recogido de cuanto es la ópera. Me encontraba en una cabina insonorizada, delante del micrófono. Era una atmósfera especial, muy distinta a la de un gran teatro".
Disco de identificación
La experiencia operística no le ha servido para colocar la voz ni para recrearse en los sobreagudos. Le ha valido para trabajarse cada canción como si las letras alojaran una historia en sí mismas, aunque el hilo conductor es su personalidad artística: "No quería limitarme a ponerme a cantar unas canciones ajenas, sino de alguna forma sentirlas como propias. Buscar un trabajo de identificación. Igual que me sucede con la ópera".
Sabe de lo que habla Renée Fleming porque su catálogo comprende 70 roles. Sin contar entre ellos los nuevos desafíos que se ha puesto delante la diva. Por un lado la Elsa de Lohengrin de Wagner. Por otro, la Ariadna de Richard Strauss, cuyas dificultades vocales la sitúan "al límite de lo que puedo dar de mí", admite la soprano norteamericana. Quisiera ir todavía más lejos. Le gustaría apropiarse de Tosca, de Norma, de Madama Butterfly. Se ha acercado a algunas de ellas en el estudio de grabación, pero admite que llevarlas a escena equivaldría al hara-kiri de Cio Cio Sian.
Es la razón por la que convirtió su anterior disco, Verismo (Decca), en una especie de exploración vocal, sabiendo que el proyecto alojaba límites y tabúes bastante extremos. "Fue un cambio interesante, sin duda", explicaba Fleming a El Cultural. "Si decidí lanzarme al verismo fue porque era algo completamente nuevo para mí ¡después de todos estos años! Suponía un reto enorme zambullirme por vez primera en la zona más dramática de mi voz, lejos de mis recursos líricos. Y puedo decir que la experiencia ha sido del todo satisfactoria".
Estética ‘casual'
El vestido rojo que la envolvía en la portada de aquel disco -diva sobre diva- ha dado paso a una estética más "casual" y desinhibida en Dark Hope. Aparece Fleming perfectamente despeinada y llamativamente delgada. Quizá para asemejarse a las modelos predominantes del pop. O para sacar a la calle su enésimo disfraz. Lo que no hace es mutar de ideas. Fleming, divorciada y madre de dos hijas, se declara demócrata y se reconoció públicamente votante de Obama. También intervino en la ceremonia de investidura del presidente americano y se dijo partidaria del matrimonio entre homosexuales.
La apertura mental coincide con la apertura artística. Quiso la Fleming intervenir en la ópera de José María Cano, Luna, igual que ha probado fortuna en papeles inusuales. Cantó Rusalka de Dvorak en honor a sus orígenes checos y ha querido significarse en el repertorio contemporáneo, tal como demuestra su participación en las óperas de John Corigliano (Los fantasmas de Versalles), Conrad Susa (Las amistades peligrosas), André Previn (Un tranvía llamado deseo) y el difunto Gian Carlo Menotti (Tamu Tamu). "El desarrollo de la técnica y el estudio me proporcionan una seguridad", explica la estrella. "Quiero decir que los riesgos no deben tomarse de manera temeraria, sino con una base. De otra forma el instrumento queda expuesto a toda clase de peligros".
No los ha evitado siempre. De hecho, tuvo que someterse al veredicto de La Scala cuando la abuchearon en 1998 como protagonista fallida de Lucrezia Borgia. Podía haberse despechado vetando al teatro italiano -lo hizo Pavarotti con Don Carlo-, pero Fleming temía que el recuerdo de aquella decepción la envenenara. Es el motivo por el que decidió regresar. Un recital la reconcilió con los loggionisti del templo milanés y le permitió reponerse de aquella decepción, aunque reconoce haber aprendido de los abucheos. Muchas veces a beneficio de la modestia. "Soy consciente de que he llegado a la plena madurez de mi voz. Es un momento ideal para cantar y para medirse. Quiero que mis proyectos tengan un sentido. No puedo desbocarme. Hay que moderar la glotonería con la prudencia", concluye la favorita del maestro Solti.
‘Crossovers' de ida y vuelta
Acostumbrados a las rancheras con que los tenores de pro despachan la letra pequeña de sus contratos discográficos, no debe extrañarnos que cada vez más artistas del "otro lado", el pop-rock, se asomen a repertorios antes reservados a la prosodia de la música clásica. Sonado fue el caso de Sting, que este invierno nos sorprendió con la edición de If on a Winter's Night, en el que ofrecía un compendio de versiones de Bach y Schubert. Aquel fue el primer devaneo del ex The Police con el sello amarillo, y a tenor de las ventas no parece que vaya a ser el último.