Image: Operación Quijote

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Música

Operación Quijote

Castilla-Ávila reinterpreta a Cervantes

11 junio, 2010 02:00

Don Quijote de Cristóbal Halffter. Foto: Javier del Real.

Agustín Castilla-Ávila estrena el domingo, por encargo del Festival alemán de Passau, Don Quijote's Dulcinea, su segunda ópera, que sigue la estela de los trabajos de Halffter, Turina, Marco o Sotelo en torno al texto cervantino.

En un teatro de Passau, cuyo nombre cuesta pronunciar, se estrena el domingo Don Quijote's Dulcinea, la segunda ópera del compositor jerezano Agustín Castilla-Ávila. La casualidad, o la pertinencia, ha querido que coincida este encargo del 58 Festspiele Europäische Wochen con los últimos ensayos de Don Quijote de Sierra Morena, la ópera olvidada de Francesco Bartolomeo Conti, que estrenará a finales de mes René Jacobs en La Monnaie de Bruselas. Allí mismo, hace sólo unos días el legendario bajo-barítono José van Dam anunciaba su retirada encarnando con 70 años al caballero de la triste figura en el Don Quichotte de Massenet que dirigieron Marc Minkowski y Laurent Pelly.

Comparten la obra cervantina y el género operístico cuatro siglos de historia y un centenar de partituras. Purcell, Telemann, Donizetti, Mendelssohn o Falla levantaron sus propios molinos sonoros. También Henze, Farsi, Zender, Kienzl o Fénelon transformaron la que se considera una de las primeras polifonías literarias en toda una gama de contrapuntos, voces y silencios contemporáneos. "Creo que lo más interesante de mi acercamiento al Quijote -nos explica Castilla-Ávila, autor también del libreto- es que no es descriptivo. Existen óperas, zarzuelas y películas que narran al detalle las hazañas del ingenioso hidalgo. Lejos de ese planteamiento, mi ópera es lo más parecido a un ensayo sobre el límite entre la fantasía y la realidad". Y a continuación nos desvela algunas de las claves del montaje de Katrin Artl, laberíntico e ilusionista, donde una jaula de tubos de órgano sirve de escondite a la ficción y, al mismo tiempo, de búnker de realidad.

Pieza de cámara para soprano (Katharina Schwartz), barítono (Norbert Steidl) y "tenor-multitalento" (Enrique Adrados), La Dulcinea de Don Quijote pertenece a la escurridiza dimensión de las cartas que Dulcinea escribe a Don Quijote, pero que Sancho no llega a entregar. La realidad a través de esta correspondencia amorosa adquiere forma de soneto y está llena de metacitas, que cristalizan en una sofisticada reinterpretación del texto. "Momento crucial del proceso creativo fue entender que Aldonza Lorenzo, el verdadero nombre de Dulcinea, encerraba un significado oculto: la doncella del sol". Quince meses le ha llevado a Castilla-Ávila esta vuelta de tuerca que, como ya hiciera en su primera ópera, Adán de Eva, apela al matriarcado argumental con mutaciones de la protagonista (que de pronto se convierte en Pandora o Lilit) y un entramado sonoro que recurre a la guitarra microtonal o con scordatura como "referente geográfico".

La obra, que dirige musicalmente otro español, Alexis Soriano, al frente del Oesterreichisches Ensemble für Neue Musik, se estrenará en España en septiembre, en una nueva adaptación en castellano.

Caballeros de la lírica

El cambio de siglo ha propiciado gran cantidad de experimentos operísticos sobre el texto cervantino. En el año 2000, Cristóbal Halffter se licenciaba como compositor de ópera con un Don Quijote, producido y estrenado por el Teatro Real, que indagaba, en un libreto de Andrés Amorós, en las relaciones intertextuales entre música y literatura. A finales de ese mismo año, el arquitecto Enric Miralles y La Fura del Baus llevaban a escena en el Liceo D. Q. Don Quijote en Barcelona, de José Luis Turina, en lo que supuso la adaptación más tecnológica y audiovisual de la novela. Por su parte, Tomás Marco se valía de un montaje minimalista y una orquesta mínima para explorar en El caballero de la triste figura en las esencias del personaje. Ya en 2006, Andrés Ibáñez firmaba el libreto de la Dulcinea pedagógica y desenfadada de Mauricio Sotelo, también a instancias del Real.