Image: Hip hop, las rimas que mueven el mundo

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Música

Hip hop, las rimas que mueven el mundo

13 noviembre, 2015 01:00

De pie, Ice Cube, miembro original de NWA, F. Gary Gray, el director, y el mítico rapero y productor Dr. Dre. Abajo, los actores de la película

De los guetos de Estados Unidos a las universidades, de los suburbios franceses a las barricadas de movimientos como la primavera árabe. El hip hop ha puesto rima a la nueva cultura y demostrado que puede llegar a todos los estratos sociales. El estreno este viernes de la película Straight Outta Compton, de F. Gary Gray, sobre la historia del mítico grupo de Los Angeles N.W.A, y la publicación de Generación Hip-Hop (Caja Negra), de Jeff Chang, demuestran que la onda expansiva del hip hop está marcando los tiempos.

"La única esperanza que nos queda es la música y el ritmo", dice el rapero Kendrick Lamar en Mortal Man, canción con la que cierra su último disco, To Pimp a Butterfly. El rapero de Compton, un barrio de Los Ángeles tan conocido por su índice de criminalidad como por haber sido cuna de algunos de los mejores raperos de la historia, invoca el espíritu de Mandela para "cambiar el mundo" e incluye una conversación con el legendario Tupac Shakur, obviamente editada porque el rapero de California, considerado profeta del género, fue asesinado hace casi treinta años. Shakur se mostraba mucho más contundente: "Los negros están hartos de robar tiendas. La próxima vez la revuelta será realmente grande y habrá sangre". Para Lamar, sin embargo, los afroamericanos son como orugas cuyo "único trabajo es consumir todo lo que les rodea para protegerse de una ciudad loca" y algún día serán finalmente mariposas que volarán más allá de las "murallas".

Lamar, el rapero que lidera la nueva escena de Los Ángeles, ejerce como figura puente entre dos generaciones en Straight Outta Compton, la película de F. Gary Gray que se estrena estos días en España después de obtener un insospechado éxito de taquilla en Estados Unidos y donde también aparece Tupac. En el filme se cuenta el momento en el que los pioneros del rap gangsta N.W.A. revolucionaron el país norteamericano conquistando el mainstream musical con la canción Fuck tha Police. Como dice Jeff Chang, escritor del libro Generación hip hop (Caja Negra) y uno de los mayores expertos mundiales en el tema, "el impacto de N.W.A. fue similar al de los Sex Pistols en la Gran Bretaña de los 70". Fue una coincidencia insólita que reunió por pocos años a tres de los mayores talentos de la historia de la música negra: Ice Cube, Eazy E y Dr. Dre, descubridor y productor primero del fenómeno Eminem y después del propio Lamar.

Treinta y cinco años después de la explosión de N.W.A, la tensión racial en EEUU está en su punto más álgido y Los Angeles vuelve a ser el epicentro del rap más influyente y poderoso del mundo. Con una crisis económica devastadora, el género vive un nuevo momento de esplendor. "Existía la idea de que Obama traería una nueva era de reconciliación pero hemos ido en la dirección contraria. Y eso ha despertado al hip hop", dice Jeff Chang. El rap no solo bate récords de ventas en EEUU, donde solo el pop rock le supera, también copa las preferencias de los críticos de los medios más prestigiosos (hasta cinco de los diez álbumes mejor reseñados de 2015 por la web Pitchfork, la más influyente del mundo, son de hip hop) y su presencia es crucial en los barrios como un género vivo con el que se expresan millones de adolescentes en los parques o en grabaciones caseras que cuelgan en redes sociales. No en vano, Chuck D. (de Public Enemy) decía que el rap es la CNN de los negros. Hoy puede decirse que es el YouTube por el que se propaga la crónica en primera persona de la juventud de todas las clases sociales y razas del mundo. La radio que nos conecta con sus protestas políticas pero también con sus anhelos cotidianos.

"La historia de N.W.A. nos muestra ese momento en el que la comunidad afroamericana se levantó y dijo que tenía derecho a tener poder", explica a El Cultural el director F. Gary Gray, quien comenzó dirigiendo vídeos de raperos en los 90. "Para millones de jóvenes negros que habían crecido en barrios pobres y a los que no se ofrecía ningún futuro, el rap fue una dosis de autoestima. La música de N.W.A. significa un momento de autoafirmación en el que decimos que somos importantes y podemos contar lo que nos sucede. Más allá de la controversia, es una historia inspiradora sobre un grupo de gente que en un entorno muy peligroso fueron capaces de cambiar el mundo".

Lo ha podido comprobar la profesora de la Universidad de Sao Paulo Rosana Martins investigando el papel del hip hop en las favelas brasileñas, una experiencia que refleja en su libro Hip hop, cultura y participación. "El hip hop -señala- ayuda a los jóvenes a crear y expandir oportunidades que determinan la representación que los individuos hacen de sí mismos. Crean su propia imagen reclamando reconocimiento social, resistiendo a los estereotipos y creando esferas de vida social".

La revolución liderada por N.W.A., cuya onda expansiva llegaría rápidamente a España -donde el hip hop prendió con fuerza a finales de los ochenta- fue el éxtasis de un movimiento que había dado sus primeros pasos en los sound systems de Jamaica en los 60 y 70 con géneros como el reggae o el dub y que vivió su simbólico momento fundacional en 1973, concretamente en el Bronx de Nueva York, en una fiesta organizada por el jamaicano Dj Kool Herc.

La novela gráfica recién publicada Ghetto Brother (Sapristi), de Julian Voloj, refleja esa Nueva York de finales de los 70 dominada por la guerra de bandas en la que la cultura hip hop ejerce un papel pacificador. El rap comenzó siendo un estilo festivo y experimentador, una vanguardia forjada en los clubes donde se producía el milagro de que enemigos a muerte bailaran juntos. Un nuevo estilo en el que los DJs se convierten en nuevos maestros de ceremonias y donde el rapeo es improvisado y espontáneo. Se forjan entonces los cuatro elementos canónicos de la cultura hip hop: el rapero, conocido como MC, el DJ, el grafitero y el b-boy o bailarín de breakdance. Y se fijan sus audaces innovaciones musicales: la base son los breaks y no las melodías y los estribillos, donde la letra es tan importante como la música, que engarzan mediante el milagro del flow, el mágico lugar donde casan el ritmo y la métrica, y los DJs asombran con nuevas técnicas como el turntablism o el scratch.

Una comunidad enfrentada

En esa época, conocida como Old Skool, la figura del rapero fue ganando en influencia para, como explica Jeff Chang, "cubrir el vacío de liderazgo que había dejado la desaparición de Martin Luther King o Malcolm X. Era una comunidad enfrentada entre sí en una sanguinaria guerra territorial. Había una gran decepción porque la lucha por los derechos civiles no había mejorado su situación sino que seguían viviendo igual o peor que antes". Los inicios del comercio de cocaína a gran escala fueron el último elemento de un cóctel explosivo que dio lugar a nuevas bandas como The Sugar Hill, que obtuvieron el primer éxito comercial con Rapper's Delight en 1983 o la aparición de Public Enemy, que se postulaban como los herederos del black power. Al mismo tiempo que Estados Unidos vibra con N.W.A, el hip hop explota en España. Introducido en nuestro país a mediados de los 80 por la radio de la base estadounidense de Torrejón de Ardoz, el fenómeno comienza a hacerse popular sobre todo gracias al breakdance y no para de crecer hasta que, en 1989, se convierte en un fenómeno social. "Jamás ha sido tan masivo ni volverá a serlo", explica Francisco Reyes, de la Complutense, el único profesor universitario que imparte una asignatura sobre hip hop además de conducir el programa de TVE Ritmo Urbano y de escribir 30 años de hip hop en España.

Kendrick Lamar, referente del hip hop en Los Ángeles y Tote King, uno de los raperos más veteranos de España

En la época de la prosperidad económica, la cultura hip hop, aún muy compacta, penetra con enorme fuerza y el himno Hey Pijo, de MC Randy, se convierte en el single más vendido de la historia . Como explica el comisario y crítico de arte Javier Duero, "a diferencia de Francia, donde había mucha inmigración africana, en nuestro país el único referente es el hip hop de Estados Unidos porque nuestra conexión con el continente es prácticamente nula. Se genera una cultura muy importada". La capital se convierte en el núcleo del nuevo movimiento, bautizado como Rap in Madrid, y surgen nuevos artistas y colectivos como DNI o Jungle Kings mientras en Barcelona emerge BZN. Víctima de su propio éxito, el hip hop es explotado a fondo por la publicidad y la televisión. A juicio de Reyes, "hubo una saturación".

Pero el rap español vuelve al underground y se profesionaliza. En el 92, El Club de los Poetas Violentos, fundan el rap moderno español con el disco Madrid Zona Bruta y el sector comienza a ser gestionado "por gente de la escena y no del pop y del rock". El éxito prosigue con los barceloneses 7 Notas, 7 Colores, con el célebre Mucho Muchacho, o con Violadores del Verso, que protagonizan los 90. La nueva década viene marcada por el auge del rap con raíces andaluzas con La Excepción o la Mala Rodríguez, que acercan el género a nuevos públicos. En palabras de Duero, es el momento en el que el rap patrio "echa raíces y se junta con lo local".

Yo vivo de esto...

Hoy el rap en España mueve dinero y hay muchos artistas que viven de ello. El sevillano Tote King (1978) presume de no haber tenido nunca un jefe y haberse comprado una casa en la canción Yo vivo de esto. Acaba de publicar su séptimo disco, 78, en el que habla de Instagram, Pablo Iglesias, su madurez o arremete contra los hipsters y rompe tópicos sobre los raperos: "Una canción de pop y rock no me da espacio para decir lo que quiero decir". En el documental Sevilla City (2005) lo vemos de joven defendiendo a un rapero "no agresivo". Hoy Tote cita a Harold Pinter en sus canciones y cuenta entre sus influencias a Céline, George Perec o Coetzee y considera a Vila Matas su escritor de cabecera.

Personajes como el malagueño Foyone o los barceloneses PXXR GVNG desatan una especie de histeria colectiva. En Madrid se genera una nueva escena con raperos como Suite Soprano, Waor, Costa o colectivos como Corredores de Bloque, que están revolucionando la capital y la forma de entender el hip hop. Dispárame como a Lennon / No te quiero ni en pintura Van Gogh / Solo escribo lujos Don Perignon / Follow the leader, Kim Jong / Si vienen chivatos, Usain Bolt/ Michael Jackson haciendo el moowalk rapean Waor y Natos haciendo gala de la diversidad de sus referencias culturales y sin temor a mezclar géneros.

"Encontramos a una nueva generación", explica el crítico musical Pablo Gil, "que rompe con lo anterior de una forma clara en todos los niveles". Como vemos en la reciente película colombiana Los Hongos, de Óscar Ruiz Navia, esta nueva cultura hip hop supera en lo musical los corsés del DJ y MC para abrazar y fusionarse con el punk y los ritmos latinos. Aún está conectada con ese nuevo arte urbano que desde los tiempos del graffiti ha evolucionado de mil maneras y que se relaciona entre sí en diversas partes del mundo. Los que están en el ‘juego', nombre de la escena rapera, se comunican mundialmente a través de internet, creando lo que llaman una "nación hip hop" en la que, como vemos en la película, los chavales con visera de las barriadas de Cali se sienten mucho más conectados con los revolucionarios de las primaveras árabes que con sus propios vecinos. Pocas veces el rap ha tenido un papel tan protagónico como durante las recientes primaveras árabes. Banda sonora de una revolución política, su éxito y expansión pusieron de manifiesto el papel de las redes sociales como nuevo lugar del rap underground así como su condición de cultura colectiva y colaborativa. Como explica Nouri Gana, profesor de la Universidad de California y autor de Rap and Revolt in the Arab World, "la emergencia del rap entre la juventud árabe ha transformado a la propia juventud árabe. No sólo por el efecto político sino porque ha evidenciado una nueva comunidad internacional que va de Libia a Marruecos, de Yemen a Bahrein y de allí a Túnez. Es la voz más poderosa de la protesta política heredera del anticolonialismo que hoy lucha por la democracia".

Para mucha gente, el hip hop es una pandilla de negros millonarios que van en cochazos. Y en parte, el hip hop es eso. "Jay Z y Kanye West son las figuras más influyentes del hip hop mundial y desde luego no viven en guetos ni van con grafiteros. Es una prueba más de lo mucho que ha evolucionado la cultura", opina Gil. Si N.W.A. fueron los primeros raperos en incendiar la cultura mainstream de Estados Unidos, Eminem fue la primera estrella pop del género. El rapero blanco aún ostenta el récord de tener el segundo disco de rap más vendido de la historia, Marshall Matters LP (2000), un éxito que significó el desembarco definitivo del hip hop en la cultura de masas.

En Generación Hip Hop Jeff Chang reflexiona sobre la contradicción histórica del nacimiento del género. "Por una parte, surge como fenómeno de reivindicación contracultural heredero de los movimientos de resistencia negros. Por la otra, se produce en el período de Reagan, una época en la que se impone la cultura del individualismo y el materialismo". Sucede entonces un fenómeno que describe el rapero Chojín: "Chavales de barrio que nunca han tenido nada de repente se ven millonarios y comienzan a lanzarle al mundo sus joyas como una forma de venganza. Surge una mentalidad de nuevo rico".

Influencia gangsta

Tras el punto de inflexión de las revueltas de Los Ángeles de 1992, tras la paliza a Rodney King y la exculpación de los policías, se impone el estilo gangsta de la Costa Oeste. Lo explica Chang: "El hip hop se convierte en una verdadera industria en la que es tan importante la música como el estilo de vida y la venta de pantalones o gafas de sol". La película Straight Outta Compton describe el que es el gran momento de pureza del movimiento. Hoy, la misma ciudad de Los Angeles que vivió la revolución de N.W.A. vibra con sus nuevas estrellas surgidas en torno al colectivo Odd Future: de Tyler The Creator a Frank Ocean pasando por Kendrick Lamar, Vince Staples, Earl Sweatshirt o Big K.R.I.T., además de artistas de otros puntos de Estados Unidos como ASAP Rocky, Run the Jewels, Schoolboy Q, Game o Big Sean. Sus rimas siguen moviendo el mundo.

@juansarda

Del graffiti a los videojuegos

En los inicios del hip hop, los cuatro elementos formaban un cuadrado perfecto: el MC, el DJ, el B-boy y el graffitero. Hoy, la palabra hip hop se utiliza para definir más un estilo de música y un fenómeno cultural y social en el que el graffiti hace tiempo que cogió su propio camino. "La mayoría de artistas urbanos españoles vienen del graffiti", explica Nuria Mora, que ha expuesto en la Tate de Londres o la Fundación Miró de Barcelona. "Hay gente que sigue ligada a la cultura hip hop. Para mí, ha sido una influencia".

El arte urbano español goza de mucha salud con figuras como ElTono, Nano 4814, Suso33, Peja, colectivos como Noviciado 9 o dinamizadores como Madrid Art Street Project con prestigio internacional. Explica el comisario Javier Duero: "En EEUU, el éxito de figuras como Basquiat o Haring llevaron el graffiti a la galería aunque en forma de lienzo. Aquí, la rigidez del mercado ha hecho que su entrada en los circuitos comerciales e institucionales haya sido más lenta. Durante mucho tiempo los artistas han presentado resistencias porque los acusaban de traidores".

La popularidad de figuras como Banksy son paradigma de una nueva era en la que, como señala Duero, "la variedad es enorme y en todas las ciudades hay una galería dedicada al arte urbano. Vemos una gran vitalidad del fanzineo y las publicaciones informales mientras el mundo del hip hop cada día está más conectado con el de los videojuegos y los entornos virtuales". En Estados Unidos, según Jeff Chang, "la nueva ola de artistas de la cultura hip hop utilizan la pintura, la performance o la moda para preguntarse sobre la visibilidad que el hip hop da a los afroamericanos". Y cita en esa nueva ola a artistas como Rashaad Newsome, Jordan Casteel o Awol Erizku.